Capítulo Diecisiete

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Amanecí en el pecho de Jace, era tan calientito. Nuestras piernas se enredaban, nuestros corazones iban iguales, sincronizados como nuestras respiraciones. Me había despertado hace una hora pero no me quería mover, era la una de la tarde, no tenía hambre ni nada pero quería hacer algo.

Tatuarme.

Si, lo llevaba pensando por un rato, había soñado que me tatuaban la cadera y ver a Jace todo tatuado me da más ganas de entintarme.

Así que despacio me despegue de él y agarré mi mochila, me metí en el baño, me di un baño lo más rápido y silencioso posible y al salir me puse un buzo gris, un polo corto negro y la sudadera negra de Jace encima, que estaba en el baño colgada, luego salí en silencio con el celular en mano.

Él estaba completamente dormido, parecía noqueado y agradecía eso, quería hacerlo sola así que baje rápido las escaleras encontrándome a todos ahí.

—Hola —saludé y todos me respondieron, no todos pero yo los considero todos—. Iré al pueblo —sonreí.

—¿Y Jace? —preguntó Jagger con una sonrisa traviesa.

—Durmiendo —lo miré mal.

—Anda —me miró Sandro.

—Gracias.

Caminé hacia la puerta con la mirada de Reed en mi. No me interesó, ya no tenía efecto en mí, había pasado al estado de enojo luego de llorar por él.

Conduje rápido hasta el centro y sin dudarlo me estacioné frente al estudio de tatuajes.

Segura de mi decisión baje del auto y entré. Bill me encontró al instante y con una ceja alzada se acercó a mi.

—Veo que te atreviste —río mientras me guiaba a un lado del establecimiento.

—Parece que me convenciste —me reí nerviosa.

—¿Dónde te quieres tatuar?

—En la cadera.

—Mmh —rió grueso—. Buena decisión —me miró cruzándose de brazos—. ¿Has pensado en algún diseño? —negué—¿Puedo hacerte lo que quiera? —sus ojos se iluminaron de diversión.

—Confió en ti, solo espero que no sea algo... ya sabes feo...

—Todo lo que hago es hermoso, linda —me guiñó un ojo—. Quítate los pantalones.

Asentí nerviosa y me quité las botas, el buzo y la sudadera, había venido con unas bragas negras, nunca me había avergonzado de mi cuerpo, tenía el ego muy arriba para hacerlo.

Me eché en la camilla y Bill regresó sentándose en una silla a mi lado.

—¿Te importa el tamaño? —negué—¿Todo en una sesión?

—Si es posible por favor —sonreí.

—Claro que lo es linda —dijo obvio—. Tengo un diseño que te encantará.

Comenzó a limpiar mi cadera, estaba medio de costado, dándole un poco la espalda, me había puesto una pequeña almohada debajo de trasero para que no me cansara.

—¿Quieres verlo?

—No —negué rápidamente.

—Uy una sorpresa, me gusta —rió parándose por algo—. Me dejas un gran peso encima y me encanta —colocó un papel en mi cadera y sentí que se extendía por todo mi cuerpo.

¿Tan grande?

—¿Segura que no quieres verlo? —volvió a preguntar—. Te acabo de poner el dibujo.

PRÓFUGOS [Parte 1 y Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora