Capitulo Veintinueve

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Sienna

La selva es hermosa, habíamos aterrizado hace una hora, todo es vegetación y colores y más colores. El ambiente es caliente y parece que te faltaría el aire pero se sentía bien.

Marina parecía una niña nueva, miraba a todos feliz y por la ventana con curiosidad, la humedad si le había hecho bien.

Eran cerca de las dos de la tarde, estábamos de vuelta en el carro de camino a la casa de Sandro, en algún lugar dentro de la selva. El manejaba entre muchas plantas por un camino estrecho de un solo sentido, así que íbamos rápido ya qué tal vez alguien vendría por el frente.

La música, que yo había elegido esta vez, sonaba por el estéreo y mis pies se movían sobre los de Jace.

Sandro se metió entre unos árboles y mucho verde, que pensé que por un momento había perdido la cabeza pero luego el camino volvió y me relajé, diez minutos adelante y una casa media camuflada apareció frente a nosotros. La fachada era de color verde oliva, con algunos muros cafés y tejados en tonalidades verdes y marrones.

Estábamos a una hora de la población, a diez minutos del camino original y entre cientos de kilómetros de selva, bajo árboles grandes que si alguien nos buscaba por aire no nos lograría encontrar con facilidad.

Sonreí cuando se estacionó frente a la gran casa, de dos pisos con un porche, donde colgaba una hamaca, habían sillas afuera y unas mamparas oscuras.

—Bueno chicos, bienvenidos a mi casa —habló Sandro cuando todos estábamos afuera del auto, en una línea admirando el lugar.

—¿Podemos elegir cuartos? —preguntó Eva.

—Nos quedaremos como estuvimos en Miami —asentimos—. El problema es que no he venido aquí desde hace tres años...

Fruncí el ceño por un par de segundos, pero luego mis ojos si abrieron en preocupación.

Oh no.

—¿Y? —Jagger estaba confundido.

—Estamos en la selva —reí nerviosa mirando a todos lados.

Sandro asintió.

—¿Y? —volvió a preguntar entrecerrando los ojos.

—Hay animales en todos lados... —hice una pausa y él abrió los ojos.

—¿Arañas? ¿Serpientes? —Eva abrió los ojos asustada.

Sandro asintió de nuevo.

—Hay que limpiar —comentó serio, presionando los labios.

Todos asentimos pero Eva se negó rotundamente.

—Los esperare en el carro, no me pienso meter en ella si es qué hay arañas.

—No solo te tiene que preocupar las arañas, sino las serpientes también y aquí hay muy grandes —rió Sandro—. Se llaman Anacondas.

—Y se pueden comer hasta una vaca entera —mi cuerpo palideció con solo imaginarmelo—. Pensándolo bien, yo tampoco voy a entrar —le sonreí.

—Ay —chistó la boca—, bueno quédense en el auto, chicos vamos a ver.

Me lanzó las llaves y abrí el auto, las tres nos subimos encerrándonos en el con seguro y con las ventanas cerradas, mientras veíamos como ellos entraban a la casa, pero ni bien abrieron las mamparas Jagger regresó corriendo.

—¡Abre la puerta! —me miró mal desde afuera, negué asustada—¡Que la abras, maldita sea!

—¡No la abras! —Eva colocó su mano sobre la mía en la llave—. ¡¿Qué mierda hay adentro?! —abrazó a Marina que se reía de nosotros.

PRÓFUGOS [Parte 1 y Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora