Capítulo Veintiséis

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No se como ayer llegamos a casa, fue como si los recuerdos luego de salir del baño hayan desaparecido, bueno no todos ya que al salir nos encontramos a Sandro en un pelea. Sí, él, peleándose.

La pelirroja con la que bailaba muy pegado y con la que se le veía intenciones de tener más que baile, resulta que tenía novio.

Típico.

Y mientras que Reed trataba de detenerlos sin causar problemas, Jace llegó y de un puñetazo noqueó de una al chico.

Típico también.

Obviamente la gente se asustó al ver como el tremendo hombre cayó al piso como un saco de papas. Así que todos comenzamos a salir para encontrarnos en el auto, pero ahora el problema... eran dos problemas.

Jagger y Clyde no aparecían por ningún lado.

—¿Y si los dejamos? —bufó Eva.

Ella ya estaba en su sitio, con el cinturón puesto y el asiento reclinado hacia atrás.

—No los dejaremos, maldita sea —Sandro está molesto, le habían golpeado la nariz y sangró por un rato.

Ahora traía una bolsa con hielo, o más bien agua helada en la cara.

Eva estaba ya en el auto, Reed igual en el asiento del piloto, yo sentada en el sitio de Jace cuando vinimos, con él entre mis piernas y Sandro estaba afuera para no mojar el carro, con la cabeza apoyada contra el auto y la bolsa en su nariz.

Se veía gracioso porque estaba molesto y con una bolsa de hielos en su cara.

No sé, simplemente me daba risa.

—Maldita sea, deja de reírte Sienna —se quejó él echándome una mirada de reojo que me hizo estallar en carcajadas.

A la hora de salir, Jace y yo nos habíamos robado un par de botellas de la barra, yo un vodka con sabor a manzana verde y el un whiskey que lo tomaba como agua. Pero yo lo estaba tomando con una pajita, lo cual hacía que el alcohol me afecte más.

Literalmente en el estacionamiento del lugar éramos los únicos a parte de un Mini Cooper al otro extremo.

—¡Dios! ¡¿Qué están haciendo que se tardan tanto?! —se volvió a quejar Eva.

—Tú qué crees —habló Jace burlándose antes de tomar un trago.

—¡No lo sé! ¡Por eso preguntó, dah! —volteó ella molesta.

—Lo están haciendo —la miré obvia.

—¡¿Haciendo qué?! —me miró mal.

—Están follando, cogiendo, fornicando, chingando, tirando, cachando, echándose un polvo, teniendo sexo, haciendo el amor, como quieras llamarlo, ¿ya entiendes? —Jace la miró serio.

Hubo un silencio por unos segundos hasta que volví a estallar en carcajadas cuando volteé y ví a Sandro que miraba con una mueca de asombro a Jace, obviamente con su bolsita en la mano. Todos me miraron asustados al ver que no podía parar de reír hasta que mis ojos se agrandaron y señalé al antro.

—¡Ahí están! —tome de la pajita.

Jace me miraba enternecido, ya que cuando estoy ebria me pongo graciosa, creo.

—¡Al fin, maldita sea! —se quejó Sandro.

Les hizo señales con las manos, apurando a los chicos, quienes venían acomodándose el pantalón, con la camisa media abierta y cuando ya estaban afuera del auto las gemelas salieron por la puerta de la fiesta cotorreando entre ellas hacia el Mini Cooper.

PRÓFUGOS [Parte 1 y Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora