Capítulo Trece

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Hoy día era viernes y según lo que logré escuchar anoche en la cena, no entrenaban de viernes a domingo. Así que pude dormir hasta tarde. Pero Reed me despertó cerca de la una para que bajará a tomar desayuno así que con mi polo de pijama que me llegaba a las rodillas y era de Billy Idol, que en realidad era el polo de Reed pero a él le quedaba grande y a mi más, así que lo uso de pijama.

Baje encontrándome a todos tomando cereal y otras cosas. Hoy día iba a ser mi día relajado, pensaba ignorar a Jace quien me miraba con una linda sonrisa de lado pero no le presté atención y me senté a su lado agarrando un tazón llenándolo de cereal y luego puse la leche encima.

—¿Qué haremos hoy? —pregunte de buen humor.

—Pues, ¿qué quieres hacer? —se encogió de hombros Sandro.

—¿Qué hacías antes un viernes? —preguntó Jagger.

—Iba a fiestas —me encogí de hombros.

Los ojos de los chicos se abrieron y me miraron atentos.

—¿Cómo son? —preguntó Eva.

—Divertidas... —fruncí el ceño.

—¿Qué hacías en las fiestas? —preguntó Clyde recostándose en la mesa.

—Que no hacía —reí y los ojos de los chicos brillaron esperanzados—. Pues bailaba, tomaba, regresaba a bailar, jugaba jueguitos tontos para embriagarme y volvía a bailar hasta que me cansara y mis amigos me llevaran a casa —sonreí nostálgica.

—¿Te gusta bailar? —preguntó Marina.

—Si, mucho. Pero era mejor cuando iba a las fiestas de los sábados —Sandro me miró—, donde se juntaban los latinos y bailaban todo tipo de música.

—Yo también iba a esos —sonrió Sandro asintiendo.

—Son más divertidas que las fiestas normales —sonreí y él concordó.

—¿Qué es lo que más extrañas de las fiestas? —preguntó Jace sorprendiéndome.

Lo pensé, si tal vez el trago y los juegos pero extrañaba a Sarah y a Blake que me hacían reír cada cinco segundos, pero eso no podía decir.

—El trago... —me encogí de hombros mientras comía mi cereal.

El desayuno se pasó en preguntas sobre fiestas y que juegos jugaba, a lo que les conté todo y estuve sentada en el banco por un par de horas.

—Saldré un rato —le avisó Jace a Sandro, quien asintió.

—Con cuidado, por favor —lo miró a los ojos.

Jace asintió y miró a Jagger.

—¿Quieres venir?

Jagger sin dudarlo se paró y lo siguió. Cuando se fueron se escuchó que un auto se encendió y se alejó lentamente.

¿Jace sabía conducir?

El desayuno pasó tranquilo y cuando terminamos yo me fui a dar una ducha.

Me coloqué unos shorts de algodón cortos y grises, junto con un polo corto, suelto y negro de tiras gruesas. Bajé descalza a la cocina y busqué en los cajones de la alacena, hasta que lo encontré y lo saqué. Una bolsa de avena y miel. Del jarrón de frutas saqué un limón y un cuenco. Puse cinco cucharadas de avena, tres de miel y medio limón y lo mezclé.

—¿Qué haces?

Giré a verla. Marina me miraba atenta por un costado.

—Una mascarilla.

PRÓFUGOS [Parte 1 y Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora