Capítulo Treinta Y Ocho

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Jueves por la noche.

Literalmente nadie quería hacer nada, el martes todos nos acostamos en la madrugada y Sandro canceló el entrenamiento del día siguiente, así que el miércoles descansamos. Hoy por la mañana al viejo señor sábelo todo le entró una tremenda flojera que terminó cancelando el entrenamiento, de nuevo. Así que todos nos quedamos a dormir o a comer algo que quedaba en la refrigeradora.

Me encontraba en la cama, con el ventilador encendido a toda fuerza y con Jace al costado. Jugábamos con nuestros dedos, los enrollábamos mientras mirábamos el techo sin decir nada, me sentía tranquila, relajada y sin ningún tipo de apuro.

Giré para ver a Jace, tenía un par de dedos enrollados con los míos, los ojos cerrados y se apoyaba en la mano restante.

Podría estar así todo el día.

—La bebé es hermosa —comenté volviendo a mirar al techo y cerré los ojos.

Sentí que volteó a verme.

—Concuerdo totalmente contigo.

Abrí los ojos y giré a verlo.

—Le agradaste mucho a mi mamá —solté su mano.

Él sonrió nervioso. —Ella me agradó a mi —se paró haciéndome reír.

Volví a ver el techo mientras que escuchaba a Jace remover unas cosas en su maleta.

—¿Qué hay de tu papá? —preguntó.

Resoplé. —Es complicado —cerré los ojos—. Mis papás están divorciados, yo voy a ver a mi papá una vez al año, milagro serían dos —reí melancólica—. Es un buen hombre, apoya a mi mamá con todos mis gastos y todo lo que necesite, pero si yo no lo llamó o le escribo, él no lo hace —hice una pausa—. Es un padre ausente, pero cuando lo veo es como si el tiempo no hubiera pasado, es agradable, gracioso y amigable —me encogí de hombros—. Te agradaría —giré a verlo. Él se apoyaba contra la cómoda, mirándome.

—Espero conocerlo algún día —ladeó la cabeza examinándome.

—Eso espero —boté todo el aire de mi cuerpo antes de volver a mirar el techo y cerrar los ojos.

Escuché un cierre y como coloco algo sobre la cómoda.

—Pequeña —me llamó luego de un rato.

—Dime —contesté aún con los ojos cerrados.

—Sienna.

—Dime —le sonreí volteando a verlo por el tono serio que usaba.

—¿Mañana quieres salir conmigo?

Mi corazón latió con fuerza al verlo sonreír, estaba de lado, ahora apoyado contra la pared, de brazos cruzados y ladeaba la cabeza esperando una respuesta.

Sentí mis mejillas calentarse y mi sonrisa incrementó en tamaño, él me la devolvió demostrándome que hablaba en serio.

—Me encantaría —me apoyé en los codos.

Jace volvió a sonreír y se acercó a darme un rápido beso que me dejó sin aliento.

—Mañana a mitad del día —se alejó de mi—. Tú—me señaló sonriendo—. En la puerta —me reí de su actitud—. Vendré a recogerte.

Fruncí el ceño al verlo agarrar una mochila.

—¿A donde vas? —ladeé la cabeza.

—Sorpresa —me guiñó un ojo acercándose a la puerta—. ¡Mañana a las doce! ¡No te olvides! —y cerró la puerta.

PRÓFUGOS [Parte 1 y Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora