Capítulo Diez

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Sentía una presión en mi trasero.

Anoche después de que Reed puso en su lugar al chico de la recepción y luego de que me demostró lo bueno que es en el acto del sexo oral, comimos pizza y vimos X-Men. Si, reaccionó igual que con Los 4 Fantásticos. A la una de la mañana le dije que descansaría para conducir mañana y él apagó la televisión y se acurrucó en mi espalda.

Y no se movió hasta que amaneció.

—Reed —lo llame despacio.

Estaba bien sujeto a mi cintura, su cabeza apoyada en mi cuello y sus piernas entrelazadas con las mías.

—Reed —nada.

Maldita sea.

Me estiré a ver el teléfono.

Diez de la mañana.

—¡Reed! —grité.

—¿Qué pasó? ¿Estás bien? —sus ojos estaban rojos y miraba a todos lados.

—Son las diez de la mañana, se supone que ya deberíamos de estar llegando a Arizona —exageré sentándome en la cama.

—Perdón, me quedé dormido —se rascó la nuca antes de bostezar.

—Me iré a dar un baño —me paré de la cama.

—¿Puedo ir contigo? —preguntó suave.

Una cosa es tener sexo, otra es bañarse juntos.

—Me retrasarás y tenemos que salir lo antes posible —me crucé de brazos.

—Está bieeeen —alargó como un niño pequeño.

Hizo un puchero y pasó sus manos por su desnudo y marcado abdomen hasta llegar a su entrepierna, donde saltó un notable erección.

Tragué saliva mirándola.

Se que esa fue su intención ya que la comisura derecha de sus labios se elevó en una media sonrisa que terminó en una mordida de labios.

Pero sin mirarlo a la cara me di la vuelta y entré al baño antes de que sea tarde.

Lo escuché maldecir cuando cerré la puerta y luego el televisor se encendió.

Me di una ducha de menos de cinco minutos y salí envuelta en una bata blanca muy suave.

Los ojos de Reed cayeron en mi ni bien abrí la puerta y yo lo ignoré caminando hacia las mochilas. En California hace calor, siempre hace calor. Así que al regresar al baño terminé poniéndome unos lindos y cortos shorts de mezclilla que me llegaba por encima del ombligo y un top blanco sin mangas, ni tiras. Era como una tela elástica que abrazaba mis pechos. Y zapatillas blancas. Muy simple.

Escuché que Reed volvió a maldecir cuando salí del baño ya cambiada y con el pelo algo húmedo cayéndome por la espalda.

—Iré a tomar desayuno al comedor, si te apresuras te espero —lo miré de reojo mientras guardaba mi ropa sucia en un lado de la mochila.

Se paró rápido, agarró su mochila y entró al baño. Se demoró cerca de diez minutos y cuando salió vestía unos shorts de tela delgada grises, un polo verde oliva y tenis blancos.

Bajamos rápido a comer algo al comedor y en menos de una hora ya estábamos de vuelta en el auto. Pero ni bien salimos de Marin, nos topamos con un tráfico a mitad del puente de San Francisco.

—Maldita sea —me quejé deteniéndose detrás de un auto.

Reed miraba todo atento y sorprendido, yo tampoco había venido aquí antes pero lo había visto en muchas películas así que no me sorprendí tanto.

PRÓFUGOS [Parte 1 y Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora