Capítulo Treinta Y Seis

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Esta vez, yo me desperté tarde, mientras la mayoría ya estaba en la cocina haciendo la cena para la noche, yo me tomé mi tiempo para bañarme, alistarme, maquillarme y ordenar el cuarto.

Me había puesto el mejor vestido que tenía que lo había encontrado en la tienda de segunda mano y que a primera vista no me convenció, pero ahora que lo tengo puesto me he enamorado.

Es blanco y parece que fueran tiras amarradas en mi cuerpo, es de manga cero, pero gruesas y deja mis brazos al aire. Tiene un escote que baja hasta la tira que se enrolla en mi estómago y de ahí es suelto y corto, el volante tiene un corte en V que deja la parte de mis muslos más pequeña y la entrepierna es más larga. El material es suave y medio transparente y me encanta. Se veía el tatuaje entre mis pechos, los de mis brazos, el de mi pierna y la serpiente en mi espalda, pero me había puesto unas mis zapatillas blancas de piso. Anoche habíamos quedado que nos vestiríamos bien para esta cena, después de todo es Año Nuevo y no sabemos cuando festejaremos de nuevo.

Cerca de las cinco bajé, encontrándome a mi mamá en un vestido largo y naranja, revisando el pavo en el horno, a Sarah en un vestido celeste bebé de tiras, suelto y corto, llevaba su pelo suelto y un maquillaje sutil pero se veía muy bien mientras mecía a Serena al ritmo de la música. Jace, Blake, Reed y Jagger hablaban en el muro del patio con unas cervezas verdes en sus manos. Los cuatro de trajes frescos, pantalones oscuros y camisas de diferentes colores con un par de botones sueltos.

Mi madre notó mi llegada y sin mirarme habló.

—¡Un día entero para que bajes! —rió cerrando la puerta del horno.

—Es que me estaba poniendo bonita —reí.

Ambas giraron a verme y abrieron la boca, Sarah se acercó a tocar la tela y me miró sorprendida.

—Y me costo ocho dólares —sonreí moviendo mis cejas.

—¡No te creo! ¡Me encanta! —sonrió grande.

—Hola bebé —estiré mis brazos para cargarla.

En el pequeño parlante que Sarah había traído sonaba una salsa que hacía que todo mi cuerpo se moviera, así que con la bebé comencé a bailar por toda la cocina.

—¿Dónde están los demás? —pregunté.

—Sandro salió con Clyde a comprar trago —explicó mi amiga—. Eva y Marina están cambiándose en el cuarto y los demás sentados allá —señaló el patio.

Habían quitado la hamaca y había una pequeña pista de baile que la habían iluminado con muchas luces, también habían puesto esas cosas para que los mosquitos no nos piquen.

—¡Chicos, ayúdenme a poner la mesa! —pidió mi mamá.

Los cuatro se pararon dejando sus latas a un lado y entraron para organizar la mesa. Los brazos de Jace me rodearon por la espalda y puso su cabeza sobre mi hombro.

—Hola —sonrió y besó mi cuello.

La bebé lo miro y sonrió, que coqueta.

—Hola —giré levemente para verlo.

—Estas muy, muy, muy guapa —se mordió el labio inferior provocando cosquillas en mi vientre.

Mis mejillas se encendieron y sonreí achinando los ojos.

—Que raro —reí.

—¿Raro que? ¿No puedo decirte lo hermosa que estás? —besó mi nariz antes de alejarse.

—No luego de que pensaras que salíamos y te dijera que no porque no me lo habías pedido —volví a reír.

Él se encogió de hombros sonriendo mientras comenzaba a colocar los platos en la mesa. Entrecerré los ojos hacia él quien solo me guiñó y siguió con su trabajo.

PRÓFUGOS [Parte 1 y Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora