Capítulo Dieciocho

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Eran cerca de las siete de la mañana, me había despertado temprano para alistarme para el entrenamiento, Jace había dormido de nuevo en el sofá. Por lo qué pasó ayer que me enteré de que tenía veintitrés años.

No es malo, sino que me excitaba mucho. Maldita sea, vagina traidora.

Imaginarlo a él teniendo el poder sobre mí, haciendo lo que quiera conmigo, ordenándome y teniendo más experiencia al ser mayor hacía que la maldita traidora se empapara como piscina.

Tuve que ver que mis tatuajes estén cicatrizando bien y al ver que se veían casi como mi piel antes de la tinta, me cambié a los pantalones cargo que nos habían dado hace tiempo y me puse un enterizo negro de mangas largas que se cerraba por abajo, como una ropa de baño porque hacía frío y me hice una cola alta, sujetando mi cabello oscuro. Salí encontrándome a Jace bostezando en el sofá, se estiró e hizo que mi traidora amiga se emocionará en busca de su amigo.

—¿Ya estás lista? —frunció el ceño.

—Salimos a las ocho —reí caminando a la puerta.

—Recién van a ser las siete y media —se paró y tragué en seco.

Los malditos shorts de tela gris me quitaban la oportunidad de imaginarlo, se le marcaba todo el maldito paquete, se veía tan duro bajo su pijama, era como un monstruo.

¿Eso entró en mí y salí viva?

¿En el Área 51 también le daban algo para eso?

¿Eso también es un arma?

Mi cuerpo de escarapelo con solo pensarlo y le sonreí sin responderle antes de salir por la puerta.

Y hoy voy a entrenar con él, maldita sea.

Tenía el arma, la navaja mariposa que me regaló Sandro y el cuchillo de caza de Jace en las manos.

Baje a paso rápido a la cocina encontrándome a todos comiendo y tomando algo antes de salir. Les sonreí y fui por un café cargado para darme energías y distraer a mi amiga.

—Sienna —me di la vuelta—, ven te ayudo.

Me acerqué a Sandro que sacó algo de su bolsillo, como un cinturón y me lo ajustó en la cintura, se agacho a la altura de mi pelvis y me jalo con fuerza.

Miré hacia otro lado porque Sandro no era para nada feo y hoy mi cuerpo no estaba de mi lado, veía como lo ajustaba a mi cintura, su cabello castaño oscuro con rulos arriba, su piel canela con la cortada en su mejilla, sus ojos miel y la poca barba que se había dejado lo hacían ver tan masculino ignorando sus grandes brazos con tatuajes.

—Es una funda, te ayudará a llevar los cuchillos y la pistola la metes acá.

Agarró el arma y jaló un poco mi pantalón jadee en mi mente al sentir que me dio la vuelta quedando de espaldas a él y con fuerza metió la boquilla del arma en mis pantalones.

¿Qué me ocurre?

Tragué en seco y asentí antes de girar.

—Gracias —le sonreí mientras se levantaba.

Me tomé el café casi de una y eso distrajo a mi amiga.

—¿Ya nos vamos?

Giré hacia la voz de Jace y maldita sea, ¿cómo hace para verse tan jodidamente caliente?

Traía los mismos cargos de color oliva como todos, un polo negro tan pegado que se definían todos sus músculos y apretaban sus brazos, sus tatuajes se notaban y bajaba las escaleras mientras se ponía unos guantes negros a la fuerza marcando las venas en sus brazos. Cuando pasó por frente de la mesa vi que tenía una pistola en la parte trasera del pantalón como yo y guau, ¿cómo eso me puede excitar? Agradecí al cielo al acordarme que me había puesto la pulsera de metal de Clyde en el tobillo y no podía leer mi mente.

PRÓFUGOS [Parte 1 y Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora