Capítulo Cuarenta Y Dos

272 9 0
                                    



El esperado sábado había llegado más rápido de lo que nos imaginábamos, todos estábamos nerviosos y se podía sentir en el aire.

Alessia había aparecido en la puerta junto con Sandro y otras personas, al medio día, quienes traían varias maletas negras de tapa dura y como cuatro colgadores de metal con ruedas llenas de trajes de diferentes colores.

Nos había mandado a uno por uno a tomar una ducha en el único baño que había disponible y con un par de chicas comenzaban a arreglarnos.

Mientras se ocupaban de los demás Jace y yo estábamos echados en los sofás de la sala, esperando a que nos llamaran. Mi mano acariciaba su mejilla distraídamente mientras mirábamos la televisión, algo que no entendíamos pero perdidos en las imágenes. En los dedos sentía un poco de vello que Jace se había dejado crecer por no tener tiempo de afeitarse, pero le quedaba bien, lo hacía ver más maduro y atractivo, como si eso fuera posible, pero sorprendentemente lo es y se ve más guapo con la poca barba que trae.

Oulala —me senté mejor en el sofá.

Jagger se acercó hacia nosotros y giró sobre sus talones agarrando el borde de su traje negro, apretado y muy elegante.

—¡Sexy! —le dije asintiendo.

—Me siento sexy —confirmó haciéndome reír—. Esta noche arrasaré la pista de baile, tanto así que él nos aceptará por mi y no por ustedes —solté una risa mientras él se limpiaba el polvo imaginario de los hombros.

—Sienna —escuché que me llamaron.

Giré mi cabeza para ver a Sandro cruzado de brazos, llevaba un traje negro, igual pegado, junto con un corbatín del mismo color, su camisa blanca hacía restar aún más el negro y podía ver un poco el tatuaje que salía con las justas un par de centímetros por el lado izquierdo de su cuello y un par sobre sus muñecas. Estaba impecable. Su cabello bien peinado y los zapatos bien lustrados.

—¿Eres mozo? —bromee haciéndolo virar los ojos, Jagger y Jace se fueron a un costado.

—Te toca —me hizo una señal con la cabeza para que lo siguiera.

Ya me había bañado y mi pelo está casi del todo seco, así que solo tendrían que secármelo un poco más y peinarme.

—Eres un mozo sexy, no te preocupes —susurré, él me fulminó con los ojos.

Entré luego de él a un pequeño cuarto en donde estaban las chicas siendo arregladas.

A Eva la estaban terminado de maquillar, exagerado pero bonito, tenía un vestido amarillo que hacía resaltar su piel canela y la sombra en sus ojos era un dorado claro y brillante que le habían aplicado de una forma tan perfecta, haciendo juego con sus sandalias de tacón doradas. Su vestido largo, de tiras gruesas que se cruzaban en la espalda la abrazaban acoplándose a su cuerpo de una forma casi perfecta. Y sonreía emocionada mientras le aplicaban un labial café con leves tonos rojos que casi ni se notaba, mientras otra chica le planchaba el cabello que ahora le llegaba sobre la mitad de su espalda.

Se veía muy bonita.

Marina tenía un vestido parecido, solo que en un celeste bebé, brillante y suelto en la caída, como si fueran una bailarina de ballet junto con sus sandalias bajas blancas. Se veía tan linda y sofisticada, le habían recogido el corto cabello claro con unas horquillas de mariposas plateadas. Tenía con las justas una máscara para pestañas de color blanco que me sorprendió y llevaba rubor por sus mejillas. Me sonrió a través del espejo y me señaló un colgador de ropa, giré a ver.

—Ese es el tuyo, es hermoso.

Una de las cuatro chicas que nos arreglaban agarró un vestido envuelto en un cobertor negro, lo abrió dejándome ver un poco de el que me dejó boquiabierta. El color rojo saltó frente a mis ojos, un rojo brillante que si lo apuntaban con una linterna brillaría, la tela de veía suave y delgada, se agarraba de un par de tiras y en el frente se le veía un escote bajo.

PRÓFUGOS [Parte 1 y Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora