Capítulo Once

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Ambos asentimos algo intimidados por la silueta en frente nuestro. Era alta, tal vez no tanto como Reed, pero lo era para mi.

—¡Bienvenidos, los estábamos esperando! ¡Pasen! —se acercó a nosotros y pudimos ver su rostro.

Tenía un aspecto latino, el pelo oscuro y corto, lacio pero con algunas ondas encima, tenía una cicatriz en la mejilla como si tuviera un corte profundo. Usaba una camisa blanca remangada como si no helara afuera y unos tirantes negros que pegaban la camisa a su cuerpo y se unían a unos pantalones formales negros, pero usaba unas chancletas como si se hubiera sacado los zapatos cuando llego a casa.

—Soy Sandro Molina —se paró frente a nosotros—. Por favor, pasen que presiento que comenzará a nevar —miró el cielo.

Asentí y caminé detrás de él, entramos a la casa y se escuchaban algunas risas de ambos géneros. Mi corazón comenzó a palpitar como loco y pasamos por el recibidor, a la derecha había una cocina amplia con una isla grande en el centro. En el centro había una puerta que guiaba al patio, un par de puertas a los costados y una escalera a ambos lados, que obviamente guiaban al segundo piso. Al girar a la izquierda me sorprendí ya que no me había dado cuenta por estar viendo todo.

Me cubrí el pecho con la camisa y me quedé estática.

A la izquierda había una sala, un par de sillones, un sofá grande y una mesa en el centro.

Cinco pares de ojos se posaron en nosotros, diferentes colores, sorprendentes colores.

—Chicos, ellos son Sienna y Reed —avisó Sandro.

—Marina... —escuché a Reed casi en un susurro.

Una chica delgada, de ojos grandes y celestes se paró de una y caminó hacia nosotros con una gran sonrisa, se plantó frente a Reed y solo se quedó ahí, mirándolo sin moverse.

—Que gusto que al fin hayas llegado —extendió su dedo índice.

—Que gusto que estés aquí y no afuera —Reed extendió su dedo y lo junto con el de ella.

Me quedé sorprendida por lo que vi. Cuando ambos dedos se juntaron, se escuchó como que algo se quemaba. Marina hizo una mueca de dolor pero no quitó su dedo. El humo comenzó a salir y se despegaron.

Reed me miró con una ancha sonrisa, que pocas veces había visto y me encantó.

—Marina, ella es Sienna —me presentó a la pequeña de melena color platino—. Ella me rescató de la carretera —sentí su mano en mi cintura.

Marina me miró sonriente y envolvió sus brazos en mi, sentí como si hielo seco me tocara y los vellos de mi cuerpo se pararon. Ambas reímos pero no se separó, ella era algo más pequeña que yo, me llegaba a la barbilla y Reed tenía que ver hacia abajo para mirarla. Los brazos de Marina eran fríos y podría decir húmedos pero cuando se separó estaba completamente seca.

—Gracias por no dejarlo tirado como perro abandonado —comentó haciéndome reír.

—¡Reed!

Voltee a ver quien lo llamaba y un chico con aspecto latino también se paró y se acercó a nosotros.

—¡Jagger! —Reed se acercó y le dio un fuerte abrazo y de la nada desaparecieron.

Mis ojos se agrandaron sorprendida.

¿Qué mierda acaba de pasar?

Marina a mi costado se rió de mí y me agarró la mano para jalarme hacia la sala.

—Es Jagger, puede volverse invisible —me explico.

—Me lo debí imaginar... —caminaba mientras veía en donde se supone que deberían estar ambos.

PRÓFUGOS [Parte 1 y Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora