XXII

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Era extraño ver a Zhongli caminar en círculos alrededor de su escritorio, ya que el ex arconte nunca se mostró tan inquieto, esto sin contar al recaudador fatui que lo acompañaba de cerca, murmurando que se calmara y un par de cosas que no alcanzó a entender.
—Señor, no puedo hablar del tema.—el recaudador repitió por enésima vez.—Fueron las órdenes del señor Tartaglia.

Hu Tao se aclaró la garganta para llamar la atención del recaudador. El fatui giró sobre sus talones, mirando hacia la directora que con una de sus manos señaló la puerta, indicando que se retirara.
—No puedo irme hasta recibir nuevas órdenes, señorita...

—¿Acaso pregunté? Por favor, mi asesor necesita espacio libre de distracciones para trabajar.—Hu Tao respondió sin más, chasqueando los dedos para apresurar al fatui.

—Al menos dígale al señor Tartaglia el por qué me retiré antes de que diera la orden, no quiero que se moleste.—El recaudador se inclinó en una reverencia frente a la castaña.

—Por supuesto, él y yo somos buenos amigos, lo entenderá.—Hu Tao respondió y pasó su brazo sobre los hombros del recaudador, acompañándolo hacia la salida, una vez estuvieron fuera de la funeraria, la muchacha se detuvo.—Dime, ¿qué pasa con Tartaglia? ¿Discutió con Zhongli?

Bajo la máscara, el recaudador abrió los ojos como platos, ¿había sido engañado? ¿La directora intentaba ayudar al consultor con aquella información? El fatui se quedó estático hasta negar con la cabeza, indicando que no revelaría nada. Cosa que enfureció ligeramente a la directora, quizás ella no fuera tan cercana a Childe como lo es Zhongli, pero aún así le tenía algo de cariño a ese chico, es decir, la hacía ganar dinero al final del día. Pero fuera de toda broma, Hu Tao no estaba tranquila.

Zhongli no es una persona que muestra sus emociones abiertamente, pero cuando emana aquella sensación de tristeza, es contagioso para los que están cerca, por lo que Hu Tao no titubeó al ir camino hacia el banco del norte, se negaba rotundamente a pasar toda la tarde sintiéndose decaída.

Childe iba caminando cabizbajo con un hombrecillo que llevaba un sombrero de, seguramente, el triple del tamaño de su cabeza, ¿es que no le pesaba? Regresando su atención al pelirrojo, se notaba tenso y el hombre bajo que lo escoltada parecía de mal humor ¿Qué estaba ocurriendo? Quería ir hacia su amigo y darle palmadas en la espalda para consolarlo, pero había otra parte en ella que decía que por nada del mundo debía acercarse al snezhnayan si estaba esa persona.

Childe estaba seguro de que estaba jodido, habían enviado a ese patas cortas a vigilarlo como si se tratara de un niño, no lo era y la Tsaritsa lo sabe, ¿entonces por qué envía a Scaramouche? Dudaba mucho que se tratase de una petición, si fuera así entonces habría enviado el mensaje a través de Ekaterina o algún subordinado en Liyue, pero ahí estaba Kunikuzushi. No era una buena señal.

—No necesito una niñera, creí que estabas muy ocupado yendo con la Signora a Inazuma por la gnosis.—se quejó Ajax sin nada más por decir.

Simplemente no lo quería ahí, no podía tenerlo ahí, eso significaría cero tiempo con Zhongli y cien por ciento tiempo con su odiosa niñera o lo que sea que se supone que Scaramouche iba a hacer por él. No necesitaba a alguien cuidándolo, o más bien, corrigiéndolo, suficiente tenía con Zhongli arreglando sus modales. Aunque prefería tener al ex arconte encima, retándolo por sostener incorrectamente unos palillos. Pero había una diferencia entre ser corregido por Zhongli y ser corregido por Scaramouche, y es que Childe sí quería al adepto ahí, de una u otra forma, lo quería con él, pero la sola presencia del enano le producía una violencia indescriptible ¿acaso era una prueba de paciencia?

—Hay rumores sobre ti, Tartaglia.—Habló Scaramouche.—Y no son buenos, así que, o cuidas tus actos mientras estoy aquí o me dices qué es lo que pasa contigo.

Cristalizado [Zhongchi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora