IV

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¿Cómo no se había dado cuenta?

Zhongli y Childe se conocieron en la funeraria, por asuntos de trabajo, el heraldo tuvo que ir, necesitaban sellar un pacto con la funeraria Wangsheng, un trato de silencio con respecto a las movidas de los fatui; ambas partes salían beneficiadas, los fatui trabajaban con normalidad y la funeraria recibía dinero por cubrirlos. La primera vez que el rey arcaico había visto a Childe le pareció alguien molesto, escandaloso e inquieto, alguien que no tomaba las cosas en serio, burlón y engreído.
—Mi nombre en código es Childe, pero también puedes llamarme Tartaglia.—Se presentó sonriendo de oreja a oreja—Soy el onceavo de los once ¿usted quién es?

El snezhnayan apoyó sus codos en el mostrador con los antebrazos hacia arriba y dejó reposar su mentón sobre sus manos.
—Zhongli.—Respondió buscando papeles.

El pelirrojo sonrió casi soltando una risita y movió su mano para tapar su boca, el hombre se veía perdido con esos papeles, tal vez es nuevo en este trabajo.
El heraldo dejó caer sus antebrazos y apoyó su mejilla sobre uno de estos, mirando con atención los movimientos del castaño, ¿debería ayudarlo? Childe mordió el interior de sus mejillas y succionó para luego soltarlo, chistando. Estiró uno de sus brazos y enganchó su dedo índice perezosamente en los bordes de las mangas del consultor, todo esto sin levantar su cabeza.
—¿Quiere ayuda, señor?—cuestionó el pelirrojo.

Zhongli no respondió al instante, se quedó mirando al chico que tomaba su manga y tenía tranquilamente su cabeza recostada en el mostrador, al castaño le llamó la atención aquello, el chico parecía tan despreocupado para ser un humano, Zhongli nunca entendió cómo los humanos podían llegar a ser despreocupados, sus vidas van y vienen sin un peso especial, son frágiles, enferman, mueren, por eso, el pelirrojo lo sorprendía, siendo parte de los fatui, uno de los once y actuar despreocupado cuando su trabajo podía literalmente arrancarle la vida.
—¿Señor Zhongli?—repitió el pelirrojo picando con su índice el antebrazo del susodicho.

—Lo siento, sí, agradecería algo de ayuda.—finalmente respondió Zhongli.

El chico se enderezó y pasó al lado del mostrador en el que se encontraba Zhongli, le pidió que le diera los papeles y los revisó, explicó que debía mantener los papeles bien organizados y en un orden específico dividido por categorías a ser posible, así podría ubicar los documentos con facilidad y sin mucho ajetreo. Zhongli escuchaba con atención con la mano en su mentón, lo juzgué mal, puede tomarse las cosas muy en serio si es necesario, pensó el castaño viendo cómo el chico reordenaba los papeles.
—Así le será mucho más fácil, señor.—dijo Childe dándole los papeles a Zhongli.

Una vez el trato estuvo firmado, Childe iba a la funeraria los días en los que encontraba huecos en su horario de trabajo para pasarse a saludar a Zhongli, algunas veces solo lo saludaba, otras veces lo saludaba y les daba trabajo que hacer, pronto pasaron de ser socios a ser algo más como amigos.

Pasar por la funeraria Wangsheng se había vuelto una costumbre para Childe, ahora era parte de su rutina, pasó de ir a la funeraria algunos días a escapar en horas de trabajo para saludar a Zhongli, el hombre a veces lo regañaba porque "estaba perdiendo el tiempo" qué amargado es a veces, pensaba durante su camino diario hacia la funeraria.
—¡Xiansheng!—llamó alargando la "e".

Todos en la funeraria levantaron la mirada de sus tareas hacia el pelirrojo, chistaron y luego sólo regresaron a su trabajo murmurando algo como "ah, solo es ese snezhnayan que viene a ver al consultor." El heraldo los ignoró y se limitó a localizar a Zhongli.
El hombre se asomaba por el mostrador sorbiendo el contenido de una taza entre sus manos.
—¡Xiansheng!—volvió a llamar corriendo hacia el consultor con los brazos extendidos.
El consultor dio un pequeño brinco en su lugar por el repentino grito que rompía con el silencio del lugar, afortunadamente no regó su té.

Cristalizado [Zhongchi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora