XXVII

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A Childe la hubiera gustado quedarse charlando con Pulcinella un rato más, pero le quería hablar de cosas triviales, por un momento quería dejar de pensar en lo que pasaría con él, normalmente Zhongli se encargaría de hacerle compañía y él, naturalmente, quedaría más tranquilo. Sin embargo, ahora no tenía a su novio cerca y aunque lo tuviera, sabía que ante la presencia de la Tsaritsa no sería capaz de mirarlo a los ojos siquiera.

Habían tantas cosas que quería mejorar, quería aprender a dejarse llevar más, deseaba olvidar todo pacto que haya hecho con su majestad, simplemente quería estar con Zhongli, no le importaría quedarse toda una noche despierto escuchando al castaño hablar sobre las piedras preciosas con más valor a su parecer.

Cuando volviera, le daría un abrazo y le diría que lo quiere mucho. Que lo ama.

Sintió una mano sobre su hombro, era Pulcinella y esa, su señal de que estaban a punto de cruzar la puerta hacia su destino.

—Necesito que me des tu visión. —Pulcinella pidió y Childe solo pudo obedecer. —Espero recuerdes cómo tratar a un arconte, la Tsaritsa no es tu novia, ni tu amiga, es tu reina; así que no digas nada imprudente allá, no quiero tener que intervenir. —¿Intervenir? ¿Pulcinella iba a estar ahí?

Sin permitirle a Childe articular palabra alguna, Pulcinella simplemente abrió la puerta y entró al salón. Y ahí, en ese preciso momento, Ajax entendió que nadie iba a despertarlo.

Mantén la calma, si sales rápido podrás verlo antes.

Ese pensamiento fue motivación suficiente. El pelirrojo respiró hondo antes de dar un paso hacia delante. Podía jurar que en cuanto su pie tocó el suelo del salón, la atmósfera cambió drasticamente. Pese a eso, Childe se negaba a retroceder.

Cuando dio el segundo paso, se arrepintió de su estúpido intento de coraje. Una vez dentro, la atmósfera se puso peor, pesada e insoportable, era como si estuvieran tirando de él con todas las fuerzas hacia abajo. Un dolor insoportable en sus brazos obligó a sus rodillas a flaquear, cayendo arrodillado. El pequeño grito que se escurrió de sus labios hizo que los murmullos en la sala, que había ignorado hasta ese momento, se desvanecieron. Sentía sus ojos llenarse de lágrimas por el dolor en sus rodillas, hizo un esfuerzo por mirar a su alrededor, lo primero que notó fue la presencia de los otros nueve heraldos fatui y la ausencia de La Signora.

—La puntualidad habla mucho de una persona, Tartaglia. —La voz de la Tsaritsa provocó temblores en su cuerpo. Su primer instinto fue bajar la mirada, manteniendo la cabeza gacha, simplemente esperando a que la reina continuase. —¿Tanto tiempo en Liyue ha hecho que olvides el camino aquí?

Childe supuso que lo decía con doble sentido: haber olvidado el camino hacia el palacio Zapolyarny, literalmente hablando y haber perdido su lealtad hacia ella. Ajax quería hablar y decirle que de ninguna forma olvidaría el camino hacia su hogar, pero ¿aún podía llamar a Snezhnaya su hogar? Cuando todos ahí lo consideraban un traidor. Además, ni siquiera sabía si tenía permiso de hablar.

—Sabes la razón por la que estás aquí, ¿me equivoco? —La Tsaritsa continuó. Sinceramente esperaba una patada, un puñetazo o que directamente le cortaran la cabeza, aceptando su destino, simplemente se enderezó, pero lo único que lo alcanzó fue la voz de la Tsaritsa nuevamente. —¿Qué son esos moretones?

—Lo de siempre, se metió en una pelea. —Scaramouche interrumpió.

La Tsaritsa le dio una fugaz mirada al heraldo que había hablado sin autorización y luego simplemente volvió a dirigirse a Childe.

—Es sorprendente como eres capaz de superar todos los límites, Tartaglia. Como el heraldo más joven ni siquiera te he impuesto normas, permitiéndote hacer lo que se te antoje. —La Tsaritsa hizo una pausa, observando detenidamente a Childe. —Y aún así, logras romper lo único que te he pedido.

Childe se sintió pequeño, de algún modo, sentía un déjà vu; recordando sus catorce, cuando su madre recién lo había encontrado luego del accidente con el abismo, recordó la cantidad de problemas que causó, el día en que su madre se salió de sus casillas y le dijo algo muy parecido a lo que ahora la Tsaritsa le estaba reclamando.

—¿Recuerdas lo que juraste o no? —Preguntó, insistente, como si hubiera dicho la pregunta más de una vez.

—Lealtad. —Respondió el pelirrojo, levantando ligeramente la cabeza.

—Correcto, juraste que jamás, por nada del mundo, me darías la espalda por servirle a otro arconte, ¿Qué fue lo que hiciste? —El tono de la Tsaritsa iba en aumento, podía oír a los heraldos murmurar entre ellos, posiblemente ensuciando su nombre.

—Su majestad, con todo respeto, si le preocupa tanto que mi relación con Zhongli afecte en algo mi pacto con usted, podría simplemente intervenir nuevamente entre nosotros. —Childe respondió sin pensar bien en lo que hacía, hizo énfasis en el nombre de su novio, en un intento de recordarle a la Tsaritsa que Zhongli ya no se trataba de un arconte, que ella misma era testigo de ese contrato que marcó tantas cosas.

—Veo que Pulcinella te informó bien antes de traerte. —La Tsaritsa le hablaba, con un aire de superioridad típico en ella, pero a Childe le daba escalofríos saber que estaba usando eso en su contra. —Pero debo recordarte hacia quién te estás dirigiendo, así que controla ese tono venenoso en tu voz, en tu situación no te deja nada bien.

—Pero fue injusto. —Esto a penas alcanzaba a ser un susurro. —Pudieron haberme dicho quién era él en lugar de mentirme diciéndome que la gnosis estaba en la exuvia.

—¿Y hubieras trabajado sin flaqueos?—La Tsaritsa cuestionó y Childe, sin pensarlo dos veces, asintió. —¿Le hubieras atravesado el pecho?

El silencio de Childe fue suficiente para responder a la pregunta. El pelirrojo estaba paralizado, ¿atravesarle el pecho? ¿Lo habría hecho?

—Sabes que no me llevo bien con los traidores, nadie se lleva bien con ellos. —La Tsaritsa continuó. —Pero la única "prueba" de que eres un traidor es que te ven junto a Morax la mayor parte del tiempo. Esto es lo que va a pasar.

La Tsaritsa flexiona sus codos hasta que sus manos se encontraron frente a ella, con las palmas hacia arriba. Sus dedos comenzaron a palidecer hasta verse enfermizos y unas cadenas cryo se formaron alrededor de estos.

—Te irás a Liyue y tú mismo te darás cuenta de lo que eres o no capaz de hacer. —A medida que hablaba, las cadenas enredadas en sus dedos comenzaron a brillar y la temperatura en el salón bajó bruscamente. —Scaramouche será el encargado de reportarte. —Childe sintió los fríos dedos de la Tsaritsa tocar su nuca, quedándose ahí, presionando, formando una especie de rombo cryo, como un cristal. —Por cada cosa que no seas capaz de hacer, esto se irá extendiendo, y continuará hasta que tu cuerpo sufra una hipotermia que acabará matándote, para cuando ese final esté cerca, serás traído aquí. Ahí sabré si realmente estamos señalando a el traidor.

Había algo en el juego de palabras que la Tsaritsa usó que lo aturdió, pero el cristal en su nuca lo tenía más allá que en la consciencia como para pensarlo adecuadamente. Childe no tardó mucho en caer inconsciente y cuando despertó ya se encontraba en el puerto de Liyue, se sentía desorientado, sentía el olor del mar, pero no sentía la calidez de la nación.

Ese cristal actuaba más rápido de lo que esperaba.


Cristalizado [Zhongchi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora