XXXVII

531 72 17
                                    

Childe caminó en silencio acompañado de Dottore, su cabeza daba vueltas, si bien Childe sabía perfectamente que estaba amenazado de muerte, solo ahora realmente sentía que su vida iba a acabar. Mientras caminaba no podía dejar de mirar hacia atrás como si esperara que Zhongli lo estuviera persiguiendo para no dejarlo ir, pero obviamente eso no pasó. Cada vez que miraba hacia atrás solo veía las veredas vacías y mojadas debido a la lluvia que pasó.

—Deja esa cara larga, al menos te matará la Tsaritsa —Dottore bufó —. Si no lo hacía ella lo iba a hacer yo, aunque Morax seguramente me buscaría hasta cortarme la cabeza o algo así. Debe ser aterrador que un dios te quiera matar.

—¿Te quieres callar un momento? —Childe gruñó, claramente harto de Dottore y sus tonterías.

—Qué aburrido eres —Dottore dijo mientras subían al barco y se ponían lo más cómodo posible en uno de los camarotes —¿Quieres té o café?

—Quiero cocerte la boca ahora mismo. —Childe dijo ya agobiado

—Qué bueno porque realmente no tengo ni té ni café —Dottore abrió un cajón y sacó un hilo y una aguja —Aunque sí que tengo estos —Se los ofreció a Childe y se sentó frente a él —. Adelante.

Childe sintió náuseas, empezaba a sospechar que este Dottore era un clon y no el Dottore real porque no hay manera de que considere realmente cocer su boca.

—Creo que prefiero dormir. —Childe le dió la espalda.

—Como quieras. —Respondió, desinteresado.

-

Childe estaba de vuelta en el palacio Zapolyarny, con las manos esposadas tras su espalda y los demás heraldos siguiéndolo hasta ‹el gran salón› el piso helado bajo sus pies, le habían decomisado la chaqueta y lo habían dejado descalzo, evitando que pudiese ocultar algún arma en sus botas o en los bolsillos internos de su chaqueta. Childe siguió caminando en el pasillo que parecía interminable. El eco respondía al sonido de los zapatos de los demás heraldos. pero algo no le sabía bien al pelirrojo, Scaramouche no se encontraba por ninguna parte, siendo que ese enano lo odia tanto, él sería el primero en querer ver su ejecución.

—Scaramouche desapareció esta madrugada —Pulcinella le susurró a Childe de manera que solo él pudo escucharlo —¿Conseguiste algo?

—No mucho... Pero envié una carta, ¿Llegó? —Childe le susurró devuelta.

—Aún no, ¿qué encontraste? —Pulcinella preguntó.

—Signora está muerta, Scaramouche quiere convertirse en un dios, nunca quiso ayudar a los fatui —Childe explicó.

Pulcinella no contestó, la muerte de su compañera pareció impresionarlo, de todos modos ya no podían hablar más, habían llegado. En medio del salón estaba la Tsaritsa, mirándolo fijamente. Sintió un tirón en su cinturón, le habían quitado la visión. En este punto, estaba completamente vulnerable. Los demás heraldos caminaron hasta las gradas y se sentaron para observar lo que ocurría.

—Tartaglia, mi hijo más joven —La Tsaritsa lo llamó antes de señalar su propia nuca —¿Cómo te encuentras?

Preguntó y en ese momento sintió el sigilo cryo en su nuca extenderse dolorosamente por toda su columna, obligándolo a caer de rodillas. Childe hizo una mueca debido a que la caída repentina lo había lastimado ligeramente. ¿Acaso iba a morir así? ¿Lentamente, humillado?

—Si tu temperatura baja a 27 grados estarás muerto antes de que puedas hacer nada, hasta que eso pase...

—¿Dónde está Scaramouche? —Childe la interrumpió y la Tsaritsa lo miró aparentemente molesta por la interrupción pero curiosa por la pregunta. —¿Por qué no está aquí como todos? Incluso yo, que vine a morir estoy aquí ¿No es extraño que no esté aquí?

Cristalizado [Zhongchi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora