VIII

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De algún modo habían acabado así, recostados en el sofá, abrazados, acurrucándose en la calidez del otro, besos gentiles, inocentes cayendo sobre sus labios, Childe estaba seguro de que se había vuelto adicto a esa sensación.

Desde el accidente con el abismo no se permitió relajarse, no se permitió sentirse seguro, pero ahora, estaba entre los brazos de un adepto, uno que un tiempo atrás fue el gran rey de Liyue, el dios de los contratos y ahora es un asesor respetado y admirado, la sola idea de tener al gran arconte geo mirándolo con dulzura se sentía emocionante por lo prohibido que sonaba, el arconte geo dando sus más dulces acciones al presagio de fatui que estuvo cerca de acabar con su nación, ¿qué pensarían los ciudadanos de Liyue si vieran a su rey con un diplomático de Snezhnaya? La idea era realmente emocionante.

Zhongli, en silencio, miraba las expresiones contentas del pelirrojo, se preguntaba qué estaría pasando por su cabeza para sonreír así, Childe realmente despertaba una curiosidad en él, aquello le atraía, no saber en lo que piensa, no saber lo que hará, estar con el heraldo era tener sorpresas todo el tiempo, eso le gustaba, acababa con la monotonía que sus días tenían antes de conocerlo, el adepto sonrió.

Manos gentiles jugaban con las hebras rojizas, tiró suavemente de su cabello para echar de su cabeza hacia atrás y tener una mejor vista de su rostro, ¿esas son pecas?
Oh celestia, él es tan bonito.
—¿Zhongli?—llamó Childe sin entender la repentina acción del adepto—no duele, pero ¿a qué viene?

—No había notado tus pecas.—respondió cariñoso, acariciando su mejilla en donde se veían tenues pecas.

—Tú...—El pelirrojo no tardó en abalanzarse sobre el adepto, a horcajadas sobre él, agarró del cuello de su camisa y tiró—¿te parecen feas?

La pregunta sonaba más a una exigencia, Zhongli miró fijamente al pelirrojo, levantó su mano hacia la cara de Childe, acariciando levemente su mandíbula con el índice, el heraldo, en respuesta, tomó las muñecas del adepto, quien suavemente tiró de él, dejando besos gentiles en donde las pecas se asomaban con timidez.
—Ellos decían que mi cara estaba manchada,—Murmuró inflando las mejillas—mi yo tonto de ese entonces quería que me quisieran, así que tomaba el maquillaje de mi mamá y las comencé a cubrir.
Zhongli depositó un último beso en su nariz antes de comenzar a acariciarle la espalda, enviando escalofríos al pobre chico que sentía que moriría si Zhongli seguía tratándolo con tanta delicadeza, la tensión, que no se había dado cuenta que tenía, abandonó su cuerpo.

—Eres tan bonito,—Habló Zhongli casi en un gruñido, Childe suspiró aliviado tras las palabras.—con o sin pecas.

Estar con Zhongli se volvería una adicción para Childe, no cabía duda de eso, los besos, las caricias, los abrazos, las palabras, la forma en la que el adepto le decía que era bonito, que era perfecto para un ser imperfecto, que merecía ser cuidado así y Childe aceptaba más que feliz ser atendido por un hombre tan genial como lo es Zhongli.
Dos golpes en la puerta disiparon la neblina amorosa que cubría a los hombres, sus miradas pasaron rápidamente a la puerta.
—¿Vienen contigo?—preguntó el adepto.

—¿Esperas a alguien?—preguntó devuelta el heraldo.

Childe frunció el entrecejo y se levantó del regazo de Zhongli para dirigirse a la puerta y echar un vistazo por la mirilla, se tensó de inmediato, dejó de mironear, dándole la espalda a la mirilla y recostándose en la puerta.
Cerró los ojos maldiciendo en voz baja, inaudible.
—¿Chi-?—Childe calló al adepto con su mano.

—Carajo, mira la hora...—se quejó.

No me cambies el tema, pensó Zhongli, quien iba a abrir la puerta, pero el golpe que le dio el pelirrojo en el antebrazo lo detuvo, soltó un quejido y miró a Childe con un gruñido brotando en su garganta, el heraldo acarició el área golpeada a modo de disculpa y le hizo señas a Zhongli de que esperara, el adepto, aún sin entender, asintió, el heraldo corrió hasta esconderse detrás del sofá, se asomó y levantó un pulgar hacia el castaño indicándole que ya podía abrir.
Dos golpes más en la puerta y Zhongli finalmente abrió.

—¡Ah! Hola señor, disculpe señor, no queremos molestar, pero...

Zhongli hizo un ademán de mano para que se callara un momento—¿Podrías, por favor, no recalcar "señor"? ¿Tan viejo parezco? Además ¿Qué hacen aquí? No tengo deudas.

Childe, en su escondite tras el sofá, cubrió su boca con las manos para callar la carcajada que quería salir, Zhongli cerró los ojos y cruzó los brazos pronunciando un "continúa".
—No venimos a cobrarle, solo, eh... ¿Conoce al señor Tartaglia...?—el subordinado de fatui hablaba nervioso.

—No, ¿qué le pasa a ese Tartaglia?—respondió Zhongli y Childe desde su escondite agradecía al ex arconte en silencio.

Los fatui se miraron entre sí con claro temor y luego volvieron a mirar al adepto, aclarando la garganta con nerviosismo—Él es alto, como de su altura y tiene un cabello rojizo esponjoso.

—También es super fuerte y da miedo.—agregó el otro subordinado y su compañero asintió de acuerdo.

¿Miedo? ¿Childe? A Zhongli solo le provocaba un creciente sentimiento de querer besarlo hasta dejarlo sin aliento y con los labios hinchados, no da miedo.
—Lo siento, pero no he visto a nadie con esos rasgos.

—Estamos jodidos.—Dijo uno—los rumores se van a esparcir y si llegan a oídos del señor Scaramouche, le dirá a la Signora y la Signora le dirá a la Tsaritsa y nosotros estaremos en problemas por haberlo perdido de vista y no nos dejarám seguir sirviendole al señor Tartaglia, nos enviarán con Il Dottore, ¡él da mucho miedo y es un psicópata!

Ambos subordinados asentían frenéticamente—Además, el señor Tartaglia es el heraldo más amable, es cruel a veces, pero es un buen jefe, por favor ayúdenos a...

—Ya dejen de llorar, no los van a despedir ni llevar con Dottore.—Childe, detrás de ellos, habló.

Los ojos de Zhongli se ensancharon, ¿Cómo es que estaba afuera? ¿Y detrás de ellos? Giró su cuello mirando hacia atrás, oh claro, la ventana, pensó cuando sus ojos se detuvieron en la ventana abierta.
Mientras Zhongli se hundía en sus pensamientos, los subordinados abrazaban a Childe soltando lágrimas y moqueando.
—¡Señor, ¿por qué se fue?!—chilló uno sacando al adepto de su cabeza.

Zhongli rió entre dientes al ver a Childe rodar los ojos cruzando los brazos con sus subordinados moqueando y llorando en su uniforme.
—Si cuando lave mi uniforme hay mocos, los voy a enviar con Il.—Regañó y los subordinados se separaron al instante.

Zhongli tuvo que cubrir la sonrisa en sus labios con la mano y retener la carcajada que se estaba acumulando en su garganta.

Cristalizado [Zhongchi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora