XXXI

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Childe nunca fue una persona de oficina. Él adora la adrenalina y estar dentro de cuatro paredes con nada más que papeles frente a él no le brindaba ese placer. Scaramouche sabe eso, así que Childe comprende perfectamente el por qué el baladista lo dejó haciendo papeleo el día anterior; una completa tortura para el pelirrojo. Algo que Kunikuzushi podría simplemente repetir hasta el cansancio.

—Puerto de Liyue —Childe leyó en voz alta —. Deuda de... treinta y nueve mil. — Oh, tener una deuda de esa cantidad de dinero es deprimente.

—¿Por qué sigues aquí? Vete a trabajar —Scaramouche dijo y Childe lo miró como si tuviera algo e la cara—. Hemos enviado a varios recaudadores. Jura que el préstamo se gastó en una buena inversión, que le demos más tiempo para que dé frutos.

Ah, sí, el banco del norte llevaba meses siguiendo a un hombre por ese préstamo que había usado para, según sus palabras, un gran proyecto que le llenaría los bolsillos de cantidades inimaginables de mora.

A Childe le sorprendió que Scaramouche lo enviara a trabajar fuera de la oficina cuando fácilmente pudo seguir alimentandose de su sufrimiento por estar encerrado. Pero sería estúpido preguntarle por qué, sería como decirle a un profesor que te quite puntos del examen porque te ha calificado bien algo que habías respondido mal.

Tartaglia no dio más rodeos y simplemente salió del banco rumbo al puerto acompañado de unos cuantos subordinados, normalmente solo iría en compañía de dos recaudadores como máximo, pero ahora que era un traidor debían tenerlo bien vigilado.

En el puerto, el sigilo en su barriga comenzó a brillar y vibrar como si quisiera llamar su atención. Childe se llevó las manos al abdomen y miró alrededor; no parecía estar en peligro así que comenzó a hacer círculos imaginarios en su barriga, estaba nervioso y su sigilo seguramente se había activado por eso.

—¿Se encuentra bien? —Childe miró sobre su hombro a uno de los subordinados que Scaramouche había enviado.

—Limítate a buscar. —El pelirrojo no pensaba hablar más de lo necesario con alguien a quien ni siquiera le veía la cara.

—¿Qué hace? —El otro recaudador preguntó cuando Childe se acercó a un puesto de pan.

"Tengo hambre." El pelirrojo pensaba mientras sus ojos recorrían lo que la pequeña tienda tenía para ofrecer. "No tengo hambre," Childe se corrigió "estoy nervioso."

—Una bolsa de rosquillas —Childe llevó su mano a sus bolsillos para sacar algo de mora y pagar mientras el vendedor le sonreía y se apresuraba a meter unas siete rosquillas en una bolsa. —¿Conoce a Qiang Zhâo?— Childe buscó en su otro bolsillo la ficha personal del hombre y se la mostró al vendedor.

—¿Es un vendedor nuevo? No recuerdo a nadie con ese nombre. —Childe suspiró. ¿Qué es esto? ¿Tiene protectores?

Childe se tragaría esa historia de no ser por el hecho de que los fatui tienen información de ese vendedor desde hace meses. El pelirrojo gruñó cuando se vio tentado a invocar sus dagas hidráulicas y arremeter contra el vendedor.

—Escuche, si me dice dónde está le pagaré lo que sea. —Childe apoyó sus manos en el exhibidor y se inclinó hacia adelante.

El sigilo en su barriga comenzó a vibrar de nuevo, ¿Qué le pasaba hoy al sigilo? ¿Estaba averiado o él estaba muy nervioso y lo estaba volviendo loco?

—Lo quiero todo. —O tal vez él se está volviendo loco.

Childe sintió escalofríos cuando giró y se topó con la mirada filosa de unos orbes dorados no muy lejos de él. Su cuerpo reaccionó antes que sus pensamientos; antes de que pudiera formular alguna idea coherente se encontraba casi corriendo hacia su amante.

Cristalizado [Zhongchi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora