Capitulo 6

448 16 0
                                    

Me bajé del auto maldiciendo entre dientes por el viaje que acababa de hacer con Lando. No me había dejado tocar absolutamente nada de su auto, ni si quiera cambiar la música o apoyar mi celular en la carrocería. Por lo visto, verme enfadada estaba empezando a ser gusto de su devoción. Solo esperaba que no se convirtiera en costumbre.

Escuché su puerta cerrarse unos segundos después. Se acomodó las gafas de sol en lo alto de la cabeza, y caminó detrás de mi mientras íbamos a la tienda. Intuía que no iba a servir de mucha ayuda, pero por lo menos, pagaría él. Algo tenía que hacer, además de ser un chófer con el auto con mejor olor que había olido nunca. Ni bien me subí en él, un olor varonil inundó mis fosas nasales revolviéndome el estómago. Adoraba ese olor.

Hice la compra con los auriculares rebosando música en mis oídos. Coldplay era uno de mis grupos favoritos que me solían acompañar cada vez que me mandaban a la tienda a encargar los productos para el restaurante. No pude evitar sentirme mal al recordarlo, pero la capital me esperaba con nuevas aventuras que quería descubrir con el tiempo, y que esperaba que me hiciesen olvidar todo aquello. Quizás era hora de dejar como un hobbie la cocina, y ponerme a estudiar otra cosa. Tenía una carrera de gastronomía hecha, pero siempre quise estudiar bellas artes o algo por el estilo.

Cuando termine de agarrar lo necesario para pasar un tiempo, decidí buscar a Lando. Para mi sorpresa, no estaba. ¿Dónde se había metido?.

Fruncí el ceño confusa, y enfadada. Pensé en llamar a George, pero no quería ser pesada, así que tuve que pasar la compra yo sola por la caja y apañármelas como pude para hacer todo a tiempo y pagar. Al terminar, salí al estacionamiento. Ni siquiera estaba su auto afuera. Me acababa de dejar sola en una ciudad que ni conocía, con un armamento de alimentos que pesaban muchísimo, y para colmo, no tenía auto. ¿Qué mierda le pasaba conmigo?.

Me contuve las ganas de gritar, y llorar, por la frustración. Llamé a un taxi, que por suerte estaba cerca, y que me ayudo a subir todo al auto. Por el camino llamé a Julia, mi casi hermana, por teléfono. No me contesto. Ni a la primera, ni a la segunda, por eso, desistí de mis intentos de desahogarme con alguien. Hoy no estaba siendo mi día, y estaba claro, que no seria ni mi mes. Me salía todo mal.

En casa, pagué el taxi, y abrí la puerta encontrándome con una escena poco agradable de ver. Daba gracias a que el sofá estuviese de espaldas a mí, y por suerte solo viese a Lando levantar la cabeza. Me estaba mirando con la mandíbula tensa, pero con sorpresa, y los ojos más oscuros que le había visto a nadie. Una chica rubia y de labios pintados de rosa, se aferró a su espalda para levantarse y mirarme también. Esto era realmente incómodo, y me pregunto porque decidí tardar unos segundos en reaccionar. Era desagradable, así que agarre dos bolsas de comida, una con cada mano, y fui directo a la cocina sin pestañar.

Lo que acababa de ver, era que Lando me había dejado tirada por venirse a revolcarse con una rubia, que se parecía a un ángel casi, en el sofá. Me parecía perfectamente valiente.

Regresé a la entrada, a seguir agarrando las bolsas. Aquella chica se había vestido a la velocidad de la luz, él en cambio, solo se molestó en ponerse un calzoncillo. La rubia parecía cabreada. Confirmé que lo estaba cuando le golpeó la mejilla con la mano abierta, y se fue esquivando el resto de bolsas que todavía estaban en la entrada.

-Te ayudo. -Murmuró tocándose la zona dolorida, y caminando hacia mi.

No le dije nada. Dejé que llevase las cosas a la cocina, y que me ayudase a colocar todo en su respectivo lugar. La tensión se podía cortan con tijeras

-Siento que hayas tenido que ver eso, Anna. -Se disculpó.- Pensé que habríamos acabado antes de que llegaras.

-No pasa nada.

Escuché su suspiro, y se fue de la cocina. Se acababa de ir al baño, porque enseguida escuché el agua de la ducha correr. Puse música de nuevo, y comencé a preparar la cena a la espera de que George llegase para salvarme de esta situación tan incomoda para mi, pero no lo hizo hasta bien tarde. 

Mientras pasaba tiempo entre que la cena se terminase de hacer, y que mi novio volviese, decidí irme al jardín a jugar con los perros. Envidiaba un poco ser como ellos. Siempre están felices y moviendo la cola, y perdonan todo a sus dueños.

-¿Qué pasa, chicos?. -Pregunté sonriendo como ellos, acariciándoles la cabeza.

Ambos estaban empapados, y las huellas al lado del borde la piscina me dieron a ver que habían estado dándose un baño mientras su dueño no les hacia ni caso.

Como me aburría, me deshice la coleta dejando el pelo caer hacia atrás, me quité la remera y por último, el pantalón que me había puesto para ir a comprar. No dudé ni un segundo en saltar al agua, causando los ladridos de ambos perros, que no tardaron en unirse.

Jugué  un poco con ellos, con la pelota, y también nadé bastante cuando se salieron, pero sola, me terminé cansando, así que me hundí para colocarme el pelo hacia atrás, y salí por las escaleras, mirando hacia la casa. 

Inevitablemente me dirigí hacia el ventanal de su cuarto. Él estaba sentado en la cama con la cabeza entre sus manos, con los codos sobre sus rodillas y frotándose la nuca. Estaba pensando o algo parecido, hasta que levantó la cabeza y me descubrió observándole.

Esta vez no sonrió pícaro, ni nada por el estilo. Me aguantó la mirada, con un gesto raro que no pude descifrar. Pero yo no quería jugar a las miraditas, por eso me tumbé en el borde de la piscina dándole la espalda, para aprovechar el poco sol que quedaba del atardecer. Me desabroché la parte de atrás del sujetador, y me relajé.

No supe cuanto tiempo pasó hasta que sentí como unos labios rozaron mi espalda, hasta llegar a mi nuca, Por un momento me asusté pensando en Lando, porque quizás era él, pero cuando me apartó el pelo de la cara, pude ver a George sonriendo. 

-¿Qué haces tomando el sol a esta hora y en ropa interior?. -Preguntó tapándome con una toalla.- ¿Dónde está Lando?.

-No lo sé. -Me levanté, presionado la toalla contra mi pecho para que no se me viera nada.

-En casa no está. -Dijo encogiéndose de hombros.-¿Cenamos?.

-Está bien, pero déjame primero darme una ducha rápida y ponerme algo. -Pedí.- ¿Seguro que no está?.

-Seguro. -Asintió.



Bajo la piel // Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora