Capitulo 28

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Anna.

No me lo podía creer. De nuevo me tocaba vivir una relación a distancia, pura y dura.

Claro que no me gustaba tener a mi novio a cientos de kilomentros de nuevo, y claro que no me parecía justo tener que volver a vivir una experiencia así, pero Lando, se merecía una nueva oportunidad.

Cuando bajé con mis valijas, tras vestirme con algo simple, lo vi sentado en el sofé.

-¿Nos vamos? -Le pregunté desde la puerta, sin mirarlo directamente a los ojos.

Hacía apenas media hora le había dicho que me gustaba, y que era feliz. Ilusa de mí, que pensaba que me diría lo mismo. Por lo viso, me costaría mucho más conseguir que no fuese tan de piedra, y ahora me costaría más.

-Nos vamos.

Lando se levantó enseguida, vino hacia mí, agarro las llaves, y fuimos fuera al coche. Me iba a acompañar al departamento, para verlo conmigo, porque solo lo había visto por las fotos que me mandó Madison por mensaje.

-Quiero que vengas conmigo a firmar el contrato. -Dijo, colocando una mano de mi rodilla antes de empezar a manejar. Me fijé en su cara, y tenía la frente arrugada, pero se le notaba algo feliz.- Quiero a alguien importante a mi lado.

-Iré. -Asentí, con neutralidad.- ¿Es algo formal? ¿Debo ponerme linda?

Riendo, me dio un apretón.- Sos linda de todas formas. Sé que te vestis bien, ponte lo que quieras y con lo que estés cómoda. -Me aduló.- No va a ser como en la presentación, que hay que ir elegantes para la rueda de prensa y para las fotos.

-¿También quieres que vaya? -Pregunté, algo confusa.

-Quiero que veas al mismo tiempo que yo la casa, que estés conmigo la primera vez que pise un circuito, y que mi primer paseo por la fabrica como piloto del equipo sea contigo. -Sonrió.- Me vas a dar suerte.

Instintivamente puse la mano sobre la suya, para colocarla entre las mías, y juguetear con sus dedos mientras estábamos estacionados en un semáforo. Me acababa de decir algo preciosos, algo que le había salido sin pensarlo, y eso significaba que durante estas dos semanas, habíamos avanzado lo suficiente como para soltar sin preparar que sentía en el momento, al igual que me pasó a mi cuando me preguntó el porqué de mi sonrisa, y le dije que con él era muy feliz.

No dije nada más, hasta que estacionó en el parking de enfrente del edificio. Ni si quiera me había dado cuenta de lo que quedaba de viaje, porque me la pasé embobada mirando sus dedos, y recorriendo con mis pulgares sus yemas, su palma y su dorso, tratando de memorizar el tacto que iba a echar en falta los primeros días.

Cuando sacó su mano con rapidez, como si le quemase, lo miré frunciendo el ceño. Pero cuando noté que había sido para trasladarla de mi regazo, a mi casa, con preocupación en su gesto facial, noté mi labio temblar. Su pulgar recorrió mi mejilla extendiendo un pequeño rastro de lágrima que no sabía que había derramado.

-Anna, cariño, ¿Qué te pasa? -Su tono realmente fue de confusión, y algo de miedo. Sin saber cómo lo hizo, se desabrochó el cinturón con agilidad y gracias a su otra mano, para girarse y tomarme la otra mejilla también.

Sin poder evitarlo, cerré los ojos, porque me estaba obligando a mirarle a la cara. Me mordí el labio para que se mantuviese quieto, y comencé a respirar un poco entrecortada.

-Lando... -Abrí los párpados poco a poco, fijando mis pupilas en sus gélidos iris verdes, que temblaban intentando comprenderme.- No sos conciente de lo buena persona que eres. -Comencé a decir.- Solo necesitabas un poco de amor de verdad para abrir tu corazón de nuevo, y decirme eso tan bonito que me has dicho sin prepararlo antes.

Antes de seguir, sus manos se aflojaron, cayendo sobre sus costados. Yo aproveché para desabrocharme también, y girarme para saltar el freno de mano, sentándome de lado en sus piernas, pasando un brazo alrededor de su cuello. Su preocupación se había convertido en cuestión de segundos en una sonrisita de las que me gustan a mí.- Me alegro muchísimo por tí, por esta oportunidad que tienes de brillar como te lo mereces. -Acaricié su nuca.

-Soy más o menos tu novia, y te voy a apoyar siempre. Solo quiero que sepas, que va a ser complicado para mí, estar tan lejos de tí. -Me sinceré.- Te prometo que voy a intentar ir a visitarte cada vez que pueda, te lo prometo. -Junté nuestras frentes.- No pienso permitir que ahora que nos iba tan bien, todo se vaya a la basura por no cuidar lo que tenemos.

Él mismo se encargó de acortar la distancia tan abrumadora de nuestros labios, juntándolos en un besos de los lentos, de los que son para recordar y guardar cómo parte importante de la historia que quedaba por escribir. Nuestra historia. Nuestros actos y palabras que al principio no encajaban entre ambos.

Sus manos tomaron mi cara de nuevo profundizando más el beso, y queriendo dar acceso a que su lengua entrase en mi boca explorándola, como tantas veces había hecho este medio mes que compartimos conociéndonos un poco más. Yo, encantada acepté, y me dejé calmar por él, después de que mi corazón se acelerase al llorar.

-Iré a esa presentación. -Le confirmé, por si no había quedado claro, separándome por un segundo.

Él rió, y volvió a besarme, con más ganas que antes. De repente la prioridad de sus manos, dejó de ser mi cara, para centrarse en mi espalda baja, abrazándome sin apretar.

ColdPlay sonada en la radio, todavía encendida. Era una canción preciosa, en el momento preciso, que no dudé en recitarla mirándolo a los ojos.

-Lights will guide you home,
 And ignite tour bones.
 And I will try to fix you.

-Te arreglare, Lando.

-Será complicado. -Murmuró, volviendo a estar un poco serio.

-Ya lo se. -Apreté los labios.- Pero lo conseguiré, aunque me haga daño en el intento.

Lando asintió palmeando mi culo varias veces para que me levantase, y así lo hice. Salimos del auto, para agarrar las maletas. Él llevo el neceser, y una bolsa de deporte, mientras yo llevaba mi maleta normal junto a mi teléfono en la otra mano.

Decidimos que sería un buen detalle presentarnos en casa de Madison con un par de dulces, de una cafetería que había justo debajo del edificio. Como él llevaba más cosas, se metió en el edificio para evitar el calor, a esperar, mientras yo iba a comprar. En cuanto entré, un chico joven que limpiaba la barra me saludó con la mano, como si me conociera. Era casi rubio y estaba con una gorra, blanca con rallas rojas, pero para atrás. Su sonrisa alegraba a cualquiera, por eso le devolví el gesto, yendo hacia él. No tendría más edad que yo.

-¿Anna? -Preguntó, dejándome un poco confundida. Me dio la mano.- Soy Leon. Soy el novio Madison, un placer.

Cuadrándolos todo en mi cabeza, tomé el saludo agitando las manos en un cordial gesto.- La misma. Venía a comprarle unos dulces. -Le dije.- ¿Que es lo que más le gusta?

No pareció pensárselo ni un segundo.- Sin dudas, le llevas unas galletas que tiene chips, y un muffin con chocolate blanco dentro, y mi chica es la mujer más feliz del mundo.-Rio.- ¿Vienes a ver la casa?.

Mientras me preguntaba más cosas, iba llenando una caja con lo que había dicho, aunque estaba poniendo más de lo que le había pedido.

Leon trabajaba en la cafetería para pagar su residencia en la universidad, junto a su primo mayor, que era el dueño del local. En ese momento no se encontraba ahí, aunque si era tan agradable como el, me hubiese gustado conversar un poco con él también.

Me dijo que conoció a Madison hace dos años, cuando empezó q trabajar. Ella vivía en el mismo lugar, e iba a la cafetería todas las mañanas a desayunar pidiendo lo mismo. Me hizo gracia cuando me dijo que al principio le daba vergüenza acercarse a ella, y atenderla, y que su primo tenía que hacerlo siempre, hasta que un día faltó y tuvo que enfrentarse él a la chica que le parecía linda.

Así surgió su amor.

Por un momento deseé que lo mío con Lando fuese tan fácil, dulce, y de película, pero lo nuestro iba contra todas las estadísticas. Lo nuestro era especial.

Bajo la piel // Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora