Una chica joven, rubia, y de mi altura, nos abrió la puerta con una sonrisa de lo más sincera. Era Madison, transmitiendo muchísima felicidad con tal solo verla. Se la veía igual que en la foto de perfil del contacto.
De primeras, me dio una enternecedora, hasta que vio a Lando, y volvió a mirarme alzando una ceja. Solo pude soltar una sonrisa cómplice, entendiendo lo que estaba pensando. Era de lo más normal. Ella estaba acostumbrada a su Leon, a su novio. A este se le veo muy aniñado todavía, quizás podía tener 20, como mi hermano. Comprando con Lando, que era más alto que él, no tenía nada que hacer.
-¿Qué está pasando acá? -Dijo Lando de repente, un tanto confundido.
Solo tuve que mirarlo un poco de reojo para ver que me estaba pidiendo alguna explicación. Bien, yo se la daría.- Cariño, que estás muy bueno. -No me compliqué.
No me molestó en absoluto el echo de que le mirase. Es más, me agradaba que el resto pensase que mi novio era atractivo, porque era obvio que tenían ojos en la cara. Lo mejor de todo eso, es que Lando era solo mío.
Madison nos dejó entrar, encaminándose hacia el salón. Para empezar, la sala era luminosa, abierta, y muy bien decorada.
-¿Por qué no dejan las maletas unos minutos ahí, en la entrada, y se sientan conmigo? -Dijo amable.- Me voy a ir en un rato, porque mi chico sale de trabajar y nos vamos a tomar algo. Así, además, les puedo dejar solos para que opinen más a gusto de la casa.
Decidimos hacerle caso. Dejamos las cosas en la entrada, y nos sentamos en el otro sofá. Lando tomó mi mano, entrelazándola con la suya, para dejarla sobre su regazo. Por mi parte, con la que tenía libre, coloqué en la mesa los dulces que le había comprado a ella, y algunos que había pedido para compartir entre todos.
La rubia soltó un gritito cuando vio lo que su novio me había aconsejado, y enseguida me lo agradeció. Además, tuvo el detalle de ir un momento a la cocina a servirnos un par de cafés para acompañar a las galletas y dulces. Ella ya tenía el suyo a medio terminar en la mesa, por lo que lo tomamos los tres juntos mientras nos conocíamos un poco mejor, y estábamos a la espera de que Leon llamase al timbre.
Pasaron como quince minutos hasta que se fue, y la acompañé a la puerta mientras Lando se comía un pedazo de brownie de chocolate. Allí, me despedí con un abrazo, deseándole que pasase una buena tarde.
-Anna, mi vida, mi cielo, mi niña, mi corazón. -En cuanto le oí, me crucé de brazos sonriendo de lado, esperando a que dijese algo. Al darme la vuelta, le vi chupándose un dedo.- Tenes que hacerme un montón de brownies de estos.
En el fondo era un niño pequeño. Era un goloso al que siempre le apetecía un buen dulce casero. Lo comprobé cuando durante estas dos semanas, me convenció para hacer "entre los dos" diferentes postres. Sin duda, adoraba probar cosas nuevas en la cocina y tener a mi lado a alguien dispuesto a comérselo.
Vi en su mejilla una pequeña mancha oscura. Sin duda era cacao. Por ese motivo, me acerqué a él, agarré su cara, y con el pulgar, retiré el chocolate, para a continuación, chuparlo. El rió, me agarró de la cintura haciendo que pegase un salto para rodear su cintura con mis piernas, y pegarme a la pared con su boca muy cerca de la mía. Quería besarlo, pero solo me acerqué lo suficiente para provocarlo un poco.
-¿Tomas chocolate muy seguido? -Susurré haciéndome un poco la interesante.
-No te creas. -Se acercó un poco más.- No puedo permitirme ese lujo siendo piloto.
-Cualquiera lo diría. -Vacilé.- El chocolate les suele despertar a los chicos el deseo sexual, y a vos, perece que lo tenes siempre.
Él rodó los ojos, para apretarme más contra él.- Teniéndote delante, solita sos la que lo despierta.
-¿Ah si? -Sonreí con superioridad.
-Joder, ¡Sí! -Gruñó, antes de soltar una carcajada. Realmente lo estaba sacando de sus casillas.- Estaba esperando a que se fuera la rubia para apretujarte.
-La rubia es mi compañera, nene, un poco de respeto.-Lo reté, divertida.- ¿Qué tan si me bajas, y vemos la casa? -Me mordí el labio.- Me muero por verla.
Si fuese en otra ocasión, apostarían que incluso se hubiese enojado un poco por mi petición, pero al verme tan emocionada, me dio un pico antes de bajarme.
En el suelo, me saqué los zapatos, y fui dando pequeños saltos hacia el pequeño pasillo que había. Era un cuadrado, con tres puertas, y la abertura al salón. Con Madison compartiríamos el baño, que estaba entre las habitaciones, y la mía supuestamente era la de la izquierda. El salón y la cocina ya las había visto por encima, por lo que pasé directamente a mi cuarto.
-La cama es un poco chica.
-Tu pene sí que es pequeño.
En cuanto lo solté, me llevé las manos a la boca. Respondí sin pensarlo, y me arrepentí al instante, porque enseguida me agarró con una bolsa de papas y me tiró en la cama, colocándose encima. Su mano agarró las mías en lo alto de mi cabeza, y con la otra, se apoyó en la cama para mirarme.
-Te pasaste, Anna, te pasaste.
-Perdón, de verdad. -Me disculpé, intentando no reírme, pero él, me apretó más las muñecas haciéndome fruncir los labios para no soltar una carcajada.- Cariño, para.
Su cara formó una sonrisa divertida.- No vayas de lista.
-Y tú eres abusón. -Repliqué, intentando moverme.
-¿Qué somos ahora, adolescentes? ¿No insultamos con bobadas?
-No, pero me siento como una. -Me mordí el labio.- Es como estar en el cuarto de cuando era más pequeña, metiendo a mi novio. ¿Qué viene ahora?
Fueron besos. Vinieron risas, y besos. Vimos la casa haciendo un poco el tonto, sacándonos fotos, y opinando de la decoración tan linda y minimalista que había elegido Madison. Me gustó, porque aunque no hubiese mucho color, había cuadros, pinturas y fotografías, que hacían todo más hogareño. Yo no dudé en colocar el pequeño marco con la foto de Lando y yo que nos sacamos en el bar, el primer día que me enseño Londres, en la mesita de luz, para verla todas las mañanas. Me hacía tener buen humor.
Cuando tuvimos todo requete visto, Lando propuso que fuésemos a hacer la compra para la casa, para ir colaborando. Ya en le auto, antes de arrancar, Lando recibió una llamada. Me sorprendió que la pusiera en manos libres, pero lo hizo comenzando a conducir hacia el supermercado.
-¿Qué pasa, Phil? -Preguntó concentrado.- ¿Todo bien para mañana?
-McLaren te quiere retener. Stoffel se va, y puedes quedarte el puesto si lo trabajas.
Miré a Lando, que abrió la boca con sorpresa.
-¿Qué opina Red Bull?
-Contratarían al piloto alternativo a tí.
Era su agente, por lo que puse la oreja.
-Vamos Lando. ¿Qué opinas?
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Bajo la piel // Lando Norris
Romance"Y así te empecé a querer, como quien no quiere aprender a querer y termina queriendo sin querer."