Capitulo 7

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Lando.

Llegué a casa bastante tarde. Eran las tres de la mañana, y sentía rugir como un león mi estomago. Tenía mucha mucha hambre, pero por suerte, tenía a una cocinera en mi casa que probablemente había dejado algún que otro resto de la cena en la heladera. La casa olía a todas las maravillas del mundo juntas.

Me relamí los labios humedeciéndolos al paso de mi lengua por ellos mientras que me quitaba la remera e iba a la cocina. Esperaba algo rico en la heladera, así lo encontré. Agarre la bandeja, la puse en la encimera y comencé a saborearlo todo con gusto. Me recordó a cuando mi padre cocinaba cosas de pequeño. Tenía un sabor parecido, que me dejó con los pelos de punta obligándome a apartar a un lado el plato. No quería pensar más en ese hombre, por eso tiré la comida a la basura, bebí agua de la botella y subí a mi cuarto con los dientes apretados, e iluminando las escaleras con el flash del celular. Ya allí, me encontré una escena que me dejó perplejo y anonadado.

Los perros pocas veces venían arriba, porque apenas les dejaba, y allí estaban. Pero no solo estaban ellos, si no, una acalorada Anna descansaba vestida con una camisa larga que dejaba ver un poco de su culo, abrazando a uno de mis perros, Ayrton. Estaba acurrucada, con la cabeza sobre su lomo, y respirando tranquilamente mientras que el otro perro, Senna, se encontraba en sus pies manteniéndolos a temperatura. ¿Qué narices hacia en mi habitación?. Ahora esta ya no olía como antes, y tampoco olía a lo mismo que e la cocina. Un rio olor a vainilla me hizo pestañar un par de veces entrando en mi ser. ¡Ninguna chica iba a dormir en mi cama, y ella no iba a ser la excepción!.

Caminé por la habitación hasta llegar al sillón de al lado de la cristalera. Las persianas estaban subidas hasta arriba, y por eso me senté cansado con el ceño fruncido. Observé la cama tal y como lo había hecho ella esta misma mañana

Suspiré.

No sabía como despertarla.

Parecía tan tranquila respirando suavemente, con sus largas pestañas descansando en sus pómulos, y con sus labios entre abiertos dejando salir el aire por ellos de forma periódica. ¿Quién era yo para hacer que se levantara? Ah si, el dueño de la cama.

El plan perfecto se me vino a la cabeza después de estar cinco minutos procesando hipótesis malévolas. Fui hasta mi baño, llené un vaso con agua helada, y regresé a la habitación. Fueron segundos lo que tardó en abrir los ojos y gritar asustada, aunque apenas se la pudo oír porque le tapé la boca con la mano. 

- A dormir a tu habitación. -Susurré quitando la mano poco a poco.

-¡Qué se supone que haces!. -Gritó en silencio, tapándose con una sabana las piernas.- ¡Me acabas de empapar!.

Me acerqué un poco a ella, y dije- Empate, casi.

Anna fruñó, se tiró hacia atrás y se tapó con la almohada la cara.

-No quiero dormir en un lugar en el que has estado con chicas. -Espetó sin más.- Este es el único lugar en el que no has hecho nada. Aquí no me da asco dormir.

Oh, con que era eso. Ayrton y Senna se revolvieron. Al verme se pusieron felices, y vinieron hacia mí a toda velocidad. Les acaricié uno segundos hasta que les mandé a la planta inferior a dormir. No podían estar aquí tampoco.

-Anna, no te lo voy a repetir. -Le quité la almohada, de manera en la que quedó mirándome fijamente.- Ya vete.

-Eres un pesado. -Dijo levantándose de la cama. La camisa, gracias a Dios, le cubrió hasta la mitad del muslo.- Un pesado enorme. Un pesado gigante. Un pes...

-Qué si, que ya entendí. -La callé, desabrochándome el pantalón.

Rodando los ojos, se fue del cuarto. No aparté la mirada de ella hasta que salió por la puerta. Fruncí el ceño cuando no la vi entrar a su habitación que compartía con George. ¿Sera verdad que no quería dormir en esa habitación?.

Bufé, siguiéndola. Las luces de la cocina se encendieron, y desde detrás de la esquina, me quedé viendo lo que hacia. Para mi sorpresa, agarró una taza de café, se sirvió una buena taza y abrió su notebook. Mientras se encendía, agarró un sobrecito de azúcar, lo vertió en la taza y fue hacia la basura. Una mueca de enfado y tristeza se formó en su cara durante un momento. Mierda, mierda y más mierda. Acababa de ver la comida que había tirado esta cena, y de seguro que ella al verlo se sentía mal. A las chicas les suele pasar eso, ¿No?. Se ponen  mal cuando algo no les sale como esperan.

Me froté la cara frustrado, para volver a mirarla. Anna simplemente tiró el papel del sobre, cerró el armario y sentó de nuevo en la isla.

Podía actuar como un buen chico, e ir a verla. Podía disculparme, pero no me apetecía, por eso subí de nuevo las escaleras, entré en mi habitación y me quité los pantalones. Al tumbarme en la cama, me giré boca abajo mirando hacia la mesita. Dando un salto me levanté al ver una cosa negra en el borde de la cama. Lo agarré, y alcé una ceja al ver que era un corpiño. No era muy grande, era normal, y era de ella. Solo había entrado ella aquí. Era imposible que fuese de otra persona porque ni George ni yo utilizamos una prenda así.

Mirando la tela, caí en un asunto. ¿Andaba sin sujetador por mi casa? Habia oído que se sienten más libres sin él, pero debería decirle a George que le avise de que deje de hacerlo. Tengo ojos en la cara, Anna está buena, pero es la novia de mi amigo. Por ese mismo motivo me fui antes cuando la vi quitarse la ropa en la piscina. Por respeto a George.

En definitiva, hice una bola con el corpiño, lo llevé al baño y lo metí entre la ropa sucia. Mañana pondría en lavarropas. Después, volví a la cama. Me solía costarme dormir cuando no había carrera, pero esa noche, el olor a vainilla me hizo caer en un sueño muy profundo.

Anna.

El frío mármol me tenía congelada la mejilla. Me había quedado dormida después de hacer estado cocinando por la moche unas galletas para desayunar hoy.- Despierta, bicho. -Fue lo primero que oí. Volvía a ser él hinchando, como siempre.- ¿De verdad has dormido aquí?.

Levanté la cabeza, fulminándolo. Como si no fuese su culpa.

-¿Por qué me llamas bicho?.

-Porque me molestas. -Dijo.

-Pues mira, si molesto me voy.

Le dediqué una sonrisa falsa, y me levanté de la isla. Él, rodeó la isla y se colocó enfrente de brazos cruzados como un patovica de boliche. Yo hice lo mismo retándole, aunque él parecía divertirse, y yo, parecía una estatua de lo seria que estaba.

-Te has levantado con un humor de perros, eh. -Extendió una mano hacia mi cara. Su labio inferior se vio capturado por sus dientes durante un momento antes de pasar el pulgar por la zona congelada de mi mejilla- Está roja.

Atrapé su mano con la mía antes de que me continuase tocándome, y se la aparté dejándola a un lado de mi cabeza.

-Te la corto, Norris. -Le avisé.- Y no creo que sea la mano.

Dejó de sonreír burlón cuando su mirada encontró una parte que no eran ni mis ojos, ni mi nariz, ni mis labios. Un poco más abajo.

Me sonrojé al recordar como me quité el sujetador en su habitación, y al marcharme, se quedó allí. ¿Lo habrá encontrado? ¿Qué mierda estaría pensando?.

Avergonzada, elevé mi mano hasta su mejilla para darle una buena y merecida cachetada, que por lo visto, le sacó del transe.










Bajo la piel // Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora