Capitulo 31

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Tamborileé con mis dedos la barra, viendo a un chico alto y moreno. Tecleaba algo en la caja registradora.

-Estamos cerrando, vuelve mañana por favor. -Dijo en un tono cansado.

Me senté en una banqueta de la barra, posando mi cara en la palma de mi mano antes de abrir la boca para hablar. Estaba algo nerviosa.

-Me llamo Anna, soy amiga de León. -Comencé, mirando el mármol de la barra.- No sé si estás al tanto, pero me dijo que me podrías ayudar con una cosa que no me sale de mi curso de repostería.

-Sí, algo me comentó. -Dijo, cerrando la caja, se dio la vuelta para mirarme. Yo también era la primera vez que lo veía, y por eso me permití estudiar su cara un poco. No se parecía en nada a su primo. Se podía decir que el gen de la belleza estaba ahí, pero había numerosas diferencias.

León era rubio, y apenas una ligera capa de barba adornaba su cara. Tenía veinte escasos años, pero parecía que la pubertad todavía no había hecho efecto en él. Erick, sin embargo, compartía algunos rasgos con el rubio como la largura de sus pestañas, o los labios rellenos que llamaban la atención a primera vista. Pero por lo demás, el moreno, tenía los ojos claros, y sin duda, la madurez se podía ver a través de sus poros.

-¿Qué necesitarías de ayuda?

Al oírlo, me mordí la mejilla desviando la mirada hacia otro lado.- Oye, que si no te apetece hablar ahora, o prefieres no ayudarme, no pasa nada.

Bien, esto era un poco incómodo, para ambos, aunque más para mí. O por lo menos lo sentía así.

-No es eso, perdona. -Se llevó una mano a la nuca, notablemente molesto con algo.- Es que cada vez viene menos gente, y bueno, estoy teniendo pérdidas. Hoy apenas se ha pasado nadie, hasta le he dado la arde libre a León para que se fuese a estudiar.

Le di una sonrisa comprensiva, viéndolo apoyarse en la barra, justo delante mía, pero por su lado, por dentro. Tomé el lápiz que tenía al lado de las cristaleras donde se mostraban la comida. Supuse que lo tendría ahí para anotar los pedidos, puesto a que tenia un teléfono fijo cerca.

Vi como me miraba con una ceja alzada, prestándome atención. Ya había hecho esto muchas veces con mi madre, y si podía ayudar en algo a Erick a cambio de unas cuantas clases exprés de repostería, lo haría sin dudarlo. Al fin y al cabo, mamá me había dado unos trucos para diseñar una campaña publicitaria para que nuestro restaurante se diese a conocer. Sabia las bases para hacer que algo llamarse la atención.

Comencé apuntando la dirección e la cafetería. Estaba cerca de la Universidad, lo que seria un lugar estratégicos para que los universitarios fuesen en sus descansos libres o media hora antes para tomar un desayuno en condiciones, y rico. Tomé nota del nombre, e hice un pequeño boceto rápido de un logo más vistoso, y anoté ideas como abrir una cuenta en Instagram.

-¿Qué es todo eso? -Dijo curioso, señalando el papel.

-Una nueva forma de que tu negocio se dé a conocer más. -Dejé el lápiz sobre la barra, y lo miré sonriente.- Además de hacer esto, deberías contactar con alguna influenciar en redes sociales. Le puedo pasar a mi novio una foto de los brownies, que le encantan y que los suba a sus historias.

-¿Eres una de esas mocositas que sale con famocitos de Instagram? -Vaciló, cambiando su gesto cansando a uno divertido.

-Me acabas de ofender. -Me llevé una mano al pecho ofendida, o más bien, haciéndome la ofendida.- Tengo veintidós, creo que de mocosa no tengo nada.

-Aparentas más. Veinticinco, te echaba yo. -Rodó los ojos, como si se tratase de una gran diferencia.- Yo tengo unos pocos más.

Él también aparentaba más que yo, sin duda. Se veía hasta mayor que Lando. La barba recortada, y los ojos castaños le hacían parecer que rozaba la treintena.

Bajo la piel // Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora