Capitulo 16

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Lando.

-Vengo a buscar mis cosas. -Dijo entrando a mi casa sin permiso.

-Podes llevarte las de tu amiga también.

Cerré la puerta, y me fui al jardín a continuar golpeando el saco de boxeo. Ni si quiera me había molestado en apagar la música para abrir la puerta.

Sentí como Julia me seguía, pero no me importó. Deje que viviese conmigo, pero seguí a lo mío.

-Están en Mónaco, por si queres saber.

-No me importa en absoluto. -Aspiré la nariz.- Que sean felices viviendo infelices.

-George es tu amigo.

-Era. -La corregí.

Golpeé el saco con más fuerza, antes de sentir unas manos más pequeñas rodearme la espalda, unirse en mi pecho y su mejilla posarse en mi piel. Me paré enseguida, para no hacerla daño.

-Es. -Volvió a decir.- Y eso no puede cambiar por una mujer.

La escena me recordó al mismo día que conocí a Anna, cuando la ayude a relajarse en el parque. Estaba muy sofocada, y me vi obligado a intentar que regulase su respiración. Además, desde atrás vi que tenia un culo envidiable.

Cuando me calmé, se separó, y me di la vuelta sacándome los guantes.

-Mira, no sé lo que sientes por Anna, pero deberías hablarlo con George y solucionarlo. -Me aconsejó, sentándose en el sofá.- Llevan una semana sin hablarse, desde que se fueron de acá. ¿De verdad vale tirar todo a la basura?.

-No deberías meterte donde no te llaman, pelirroja. -Gruñí esbozando una sonrisa sarcástica.

-Soy cabezona, cariño.

Julia era una versión femenina de mi, sin duda. Su forma de retarme, cargarme y contestarme era una característica de las personalidades que teníamos ambos, y lo pude comprobar el tiempo que había estado acá conmigo.

Porque sí, venia para quedarse un par de días, pero con la tonteria, el miércoles se cumplían diez días ya.

-No me llames cariño. -Le avise, quitándome también las vendas.- Ni aunque sea en broma.

-Cuantas reglas tienes, Lando. -Extendió sus brazos al rededor del respaldo.- Deberías relajarte un poco. Siempre andas con los sentidos alerta.

Menos con Anna el día de la cena, en la que todo se fue a la mierda. Ese día me lo pase genial. Sin preocupaciones, y con besos que nunca había dado. Me sentí muy curioso, y confuso. Nunca imagine que alguien me hiciera relajarme tanto con solo acariciarme los pelos de la nuca, ni que al mismo tiempo me pusiera tan descolocado acurrucándose contra mi. No supe que hacer hasta que la rodeé para que entrara más en calor.

-No puede permitir que alguien que no deba se meta en mi vida. Hoy en día no puedes confiar en nadie, ¿Sabes?.

-En mi puedes hacerlo. -Dijo, y yo reí.- Va de verdad. Puede que sea una cabeza dura, pero yo, a Anna, nunca le he fallado.

Caminé lentamente hasta ella, y me acerqué apoyando mis brazos a ambos lados de sus piernas, inclinadose hacia delante quedando a escasos centímetros.

-¿Que te hace pensar que voy a fiarte algo?

Julia no se quedó atrás, estiró el cuello un poco hacia mi acortando más la distancia. Relamí mis labios.

-Porque Lando, si confías, yo confió, y porque será divertido que vos y yo seamos amigos.

En otra ocasión, la hubiese besado. Esta chica era pura provocación, y dios mío, nunca me había besado con una pelirroja, pero al pestañear, la imagen de Anna se me vino a la cabeza.

-Si somos amigos, tenes que saber una cosa. -Susurré.- No me acuesto con ellos.

-Yo tampoco lo suelo hacer. -Alzó una ceja.- ¿Qué me dices? ¿Confías en mi?

-No.

Y me alejé, dejándola con un gesto lleno de confusión en la cara.

-Agua fiestas. -Musitó levantándose.- Eres un malhumorado, y un tonto. Vas a perder a George por un capricho que tienes por su novia.

-Yo no lo llamaría capricho a alguien que me causa curiosidad. -Admití.- Bueno, causó. Pensé que iba a dejarlo, y terminó dejándome plantado a mi después de haber pasado la noche más divertida de mi vida con ella. George y Anna son tal para cuál.

-Oh, ya entiendo. -Puso los brazos en jarra.- No te disculpas con George porque le tienes envidia. -Sonrió.- Te da rabia que ella lo haya elegido a él.

Apreté la mandíbula, porque tenia razón. Llevaba toda la semana pensando en so, y enojándome por el mismo motivo.

-No. -Negué.- Ella puede hacer lo que le de la gana. Aprendí a estar solo, no la necesito.

-Lando... -Susurró.

Dio unos pasos hacia mi antes de llevar la mano hacia mi cara. Pasó su pulgar por mi mejilla, y fue cuando sentí una pequeña humedad deslizarse sobre mi piel.

Me irritó al principio sentir su contacto, pero enseguida me acostumbré y cerré los ojos. Los brazos Julia me rodearon el cuello, estrechándome contra ella. Yo abracé su espalda intentando comprender lo que le pasaba.

-No sé lo que te pasa, Lando, pero no podes ser siempre una piedra, ¿Lo sabes?. -Dijo frotándome el pelo.

-Con ella no lo fui la noche de la cena. -Me sinceré.- Sentí algo nuevo por primera vez en mi vida.

Ella se separó de mÍ, agarró mi mano y fuimos hacia el sofá, donde me sentó y me pidió que apoyase la cabeza en su regazo.

Así lo hice. Me acosté boca arriba, con los ojos cerrados, y dejé que me volviera a tocar el pelo.

-Tuve una ligera sospecha cuando dijiste lo que te gustaba de ella. -Le escuché suspirar.

-Al principio solo quería costarme con ella, la verdad. -Fruncí el ceño. No sabía porque mierda estaba haciendo eso.- Pero esa noche bajé la guardia, y ella se coló en mi besándome como lo hizo. Fue algo tan suave, que me relajé, me dejé llevar y sentí una mierda en el estomago. Lo jodido fue llegar a casa, ir a mi habitación y esperar a que viniese conmigo, pero no lo hizo en toda la noche. -Apreté los puños.- La mierda esa del estomago se convirtieron en unas ganas tremendas de golpear algo.

Julia soltó una pequeña risa, jugueteando con mi oreja.

-Te gusta la novia de tu amigo. Ya no eres un casanovas.

-No, mientes. -Tan rápido como lo dije, me levante del sofá frotándome la cara.- No me gusta. No me ha gustado nadie nunca, y no lo va a hacer. El amor es algo patético.

-Que vos nunca lo hayas sentido, no significa que no exista. -Dijo.- Yo creo en él, pero todavía no ha llegado el hombre correcto. Quizás, la llegada de Anna te ha hecho abrir los ojos. Antes hablabas de curiosidad cuando te besó, ¿Y si esa curiosidad, no es por ver que se siente el no estar solo?.

-¿Ahora sos psicóloga? ¿Quién te ha dado derecho a meterte en mi puta cabeza?.

Una carcajada salió de su boca.

-Somos iguales, repito.- Sonrió de lado.- Yo sentí la misma curiosidad por el amor que vos cuando George me besó en el baño cuando fui a tranquilizarlo.

Bajo la piel // Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora