Capitulo 42

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-Hola. -Rompí el silencio confuso.

Sus ojos se llenaron de lágrimas enseguida, y cuando me pensaba que me iba a cerrar la puerta en la cara, dio un paso hacia delante para abrazarme. Yo había soñado con esto, y siempre me despertaba asustado como si tuviese una pesadilla horrible. Me esperaba cualquier reacción menos esta.

Sintiendo que la había echado de menos, le correspondí el abrazo enterrando mi nariz en su pelo. Me vinieron un montón de recuerdos de cuando éramos pequeños junto a mis demás hermanos: las tardes juntos, su primer novio, cuando la acompañé a su clase el primer día de secundaria. Solo le sacaba un par de años, y  por eso siempre habíamos sido como uña y carne junto a Oliver y a Cies.

Su pelo olía a coco todavía, haciendo que me estrasen ganas de querer llorar. No solo por reencontrarme con ella, sino, por volver a sentir que le importaba a alguien. Callum era un buen amigo, pero necesitaba desahogarme con alguien de lo último ocurrido.

El pequeño Lando, cuando nos separamos, me miró con inocencia y curiosidad. En cuanto Flo le dije que yo era el famoso tío Lando, este se me lanzó a los brazos y comenzó a inundarme a peguntas sin si quiera haber entrado todavía. Este niño había salido a su madre en cuanto a insistente.

-Edwards, mira quien vino. -Dijo Flo, llamando la atención de su novio. No había cambiado nada. Solo estaba más fuerte y maduro.

-Ya era hora que te dignaras a venir. -Me dijo, poniéndose serio de repente.- Después de tres años y muchos meses has sido valiente para venir.

Conté internamente hasta diez, para no largarme de ahí. No estaba teniendo un buen día.

-Amor, está todo bien. -Sonrió la rizos, moiándome feliz. Mierda. Si hubiese sabido que la iba a poner tan contenta, hubiese venido hace meses.- Es Lando, mi hermano.

-Sí. Ese hermano por el que te pasaste noches llorando después de escribirle la última carta y que ni se ha preocupado por el ahijado que lleva su nombre por él. ¡Es el hermano del siglo!

Mi primera acción fue dejar en el suelo a Junior, quien salió corriendo hacia el pasillo. Miré a Flor, quién fulminó con la mirada a su novio, y este tras soltar un suspiro de enojo, siguió a su pequeño. Si alguna palabra definía a la perfección a mi hermana, era bondad. Era demasiado buena para todo, aunque cuando se enojaba no había ser en el planeta que le quitase la razón.

Vino hacia mí, y volvió a abrazarme. Me extraño, porque ella me conocía. Sabía de mis ataques de furia, o de mis repentinos cambios de humor, y también conocía mi asco al cariño. Pero eso no le importó. Me abrazó de nuevo sin temer a mi rechazo, y mierda, yo comprendí que la necesitaba como nunca lo hice. Por eso, solo me dejé llevar. Coloqué la mano en su coronilla, pegando su cabeza a mi pecho, y le correspondí el abrazo dejando mis lágrimas salir de la impotencia.

Sería una noche larga, y muy dura.

-Lando, ¿Estas llorando? -Dijo separándose de mí.- Nunca te había visto llorar.

Y era verdad. No solía demostrar mis sentimientos a nadie, y mucho menos los de tristeza, pero la imagen de Anna con Erick me rompía por completo. Eso tenía una razón. Yo la había empujado a sus brazos.

-Ella me estaba cambiando, lo estaba haciendo. -Susurré, mirándola a los ojos.- Flo, la he cagado muchísimo, como no te lo imaginas.

Le conté mi historia con Anna, muy resumida, mientras comía un poco de carne que habían hecho de más para la cena, y que sobró para el día siguiente. Por lo visto, los padres de Edwards habían pasado el día con ellos, al igual que mi madre, y estos primeros habían decidido ir a pasar la noche a su casa para no molestar a Flo, ni al segundo bebé que venia en camino. Eso significaba que mi madre seguía en esa casa, aunque ya dormida, y también significaba que iba a ser tío por segunda vez.

Cuando me lo contó, para alegrarme un poco, y cambiar de tema, me sentí culpable por no haber estado en el nacimiento de Lando Junior, pero también le prometí que estaría a su lado cuando naciera el segundo. Hasta incluso me dijo nombres que quería ponerle, y estuvimos hablando hasta altas horas de la noche sobre el tema. Fue de lo mas divertido para mantener mi cabeza ocupada. Eso sí, nunca hablamos del daño que le había hecho separándome de ella y de mis hermanos. Flo no lo mencionó, y yo lo agradecí.

-¿Me quieres contar como es? -Comentó, con una sonrisa, recogiendo la mesa.- Estoy segura de que si te disculpas, puedes arreglar todo.

Hice el amago de levantarme para ayudarla, pero ella me hizo sentarme de nuevo poniendo como excusa barata que era su invitado. Rodé los ojos por ello, y terminé haciéndole caso. Si eso hacía que se sintiera mejor, me estaría quieto.- Esa vez, lo dudo. -Parecía que habíamos retomado la conversación de antes. -Fui un imbécil.

-Es que tiendes a alejarte de las personas que más te quieren por tonterías, Lando. -Dijo como si nada. Eso era lo que había hecho también con ella.- Sé que desde pequeño tienes una especie de trauma con el afecto, pero no puedes dejar de sentirlo por alguien y de repente dejar por los suelos a la persona por lo que lo tu sientes. Eso es de malas personas, y yo sé que tú, en el fondo no lo eres.

-No sabía que enamorarse era tan jodido, Flo. -Me quejé.- Es un asco. Me supera. No sé como actuar.

-Enamorarse de verdad es precioso. -Soltó una risita.- Tú has encontrado a tu primer amor a los veintidós, no me digas que eso no es tan extraño como bonito. Esa chica tiene que tener algo para saber haber llevado a alguien tan cabezón como eres.

-Esa chica se llama Anna, y lo tiene todo, absolutamente todo. -Le dije molesto por no saberse su nombre. No sabía como a George no le gustaba nada, porque a mí me encantaba por su peculiaridad.- Incluso me tiene a mí.

Haciéndose la pensativa, se apoyo sobre la mesada y sonrió teniendo una idea. Siempre me había resultado tierna su reacción.

-Esta noche quédate a dormir. -Me pidió casi en una súplica.- Intentaré convencer a Edwards para que mañana por la mañana te lleves al pequeño Júnior. Así podrás ir a verla, y enseñarle que has cambiado.

-¿Estás insinuando que use a tu hijo?.

-Es tu ahijado. -Me recriminó de forma divertida, señalándome con el dedo.- Ya que supongo que no habrás traído ni un regalo de navidad para él, lo menos que puedes hacer es llevártelo a comer unos churros o algo parecido.

Y esa fue la idea perfecta. Me sentí como una mierda por no tener un regalo para él, y es que pensándolo bien, había venido acá como última opción. Por suerte, terminó resultando ser la mejor. Flo había tenido una idea increíble. ¿Cuál era el lugar perfecto para desayunar algo dulce y rico que tanto a mí, como al pequeño nos iba a encantar? Exacto, en la dichosa cafetería del estúpido de Erick. Seguro que esa mañana se pasaría Anna.

Esa noche, me preparó la cama de mi sobrino. Era un poco pequeña, pero sería mejor que dormir en el sofá, y así, por lo menos compartiría un momento especial con él por primera vez. Podría comprender el porque de ver tan felices a mis compañeros cada vez que iban sus hijos a verlos.

-Me gusta la camiseta para dormir que llevas. -Le dije sacando un tema de conversación. Él había decidido ponerse encima mío y jugando con mi cara mientras hablaba. ¿Siempre tenia esta energía?- ¿Te gusta Red Bull?

-Me gusta porque corres ahí. -Dijo distraído.- Le pedí a mamá que me la pusiera.

Este niño realmente me idolatraba. Probablemente sabría más historias mías de cuando yo era pequeño, y yo lo único que había podido ver eran un par de fotos suyas siendo un renacuajo. Una vez más la dura realidad me golpeó en la frente.

Desde esta perspectiva, comprobé lo que no podía pasar desapercibido. Junior tenía el pelo tan rubio como Flo cuando era pequeña, y los ojos tan claros como los míos. Su cara era una combinación perfecta entre la de sus padres, y con esa sonrisita de pícaro que me llevaba, estaba seguro de que cuando cumpliera los dieciséis, seria todo un rompecorazones. O no. Quizás yo habría llegado a tiempo para enseñarle que eso al final no es lo correcto, y que debería valorar los sentimientos de alguien que se fijase en él. No sería el más indicado para darle consejos sobre el tema, pero confiaba en que a la mañana siguiente Anna me perdonase.

A los pocos minutos, comencé a cerrar los ojos. Lando hizo lo mismo, porque lo sentí acurrucarse en mi brazo, y pasar una pierna por encima de mi abdomen. ¿Qué si durmió? Como un tronco. ¿Qué si yo dormí? Nada. Este niño era un terremoto que no dejaba de dar vueltas. Me recordaba a alguien.

Bajo la piel // Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora