Capitulo 37

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-Joder, Anna. -Gruñí, llevándome las manos a la cara.

Aquella carta la recibí la misma mañana que dejé esta ciudad. Recuerdo que la miré durante unos segundos, pero volví a meterla en el buzón tratando de olvidarme de ella.

-Había una carta, y un dibujo, y también muchas fotos de un bebé sólo, y con gente. -Comenzó a decir, con calma.

Me fui al salón. Ni su puta tranquilidad al hablarme como si fuese un adolescente mocoso calmaron mi repentino cambio de humor. Volvía a ser el gruñón que era antes de conocerla.

Salí al jardín, y golpeé una pelota de fulbol dashinchada que llegó al otro lado del recinto. Sentí la necesidad de volver dentro, y hacerle daño. Queria gritarle, desahogarme con ella y echarle toda la culpa de mi tormento, aunque ella no fuese la culpable de nada.

Ella me facilito el trabajo. Salió detrás mío, con aquella carta en la mano, y unas fotos solapadas a ella. Le temblaban las manos, y tenía las piernas juntas. Supe que estaba muerta de frío, y quise abrazarla, pero la ira me pudo, y me hizo mirarla con rabia.

-Me prometiste que ibas a dejarme cambiarte. -Susurró.- Sé que no debí abrirla, pero tienes que contarme qué es esto. No entiendo nada.

-¡Y TÚ ME PROMETISTE ESPERAR HASTA QUE ESTUVIERA PREPARADO PARA CONTÁRTELO! -Le grité, señalándola con el dedo. La furia me salía hasta por las orejas.- ¡ERES UNA MENTIROSA!.

Sus ojos comenzaron a cristalizarse.

-No puedo confiar en tí, Anna. ¡NO PUEDO! -Continué, gritando.- Cada vez que lo hago, termino perdiendo.

-No digas eso, Lando, por favor.

-¡CLARO QUE LO DIGO! Estaba cambiando, pero cada vez que te metes dónde no te llaman, vuelvo a ser el de antes. -Gruñí. Mis lagrimas también amanazaban por salir.- ¡ERES UNA HIPÓCRITA, SOLO HAS QUERIDO ESTAR CONMIGO POR PENA, POR DESCUBRIR POR QUÉ MIERDA TENÍA ESO EN AQUELLA HABITACIÓN!.

-¡ESO ES MENTIRA, LANDO!.

-¿Mentira? -Reí con sarcasmo.- ¿Una mentira? -Repetí, tratando de creérmelo.- El amor sí que es una mentira. ¡LO NUESTRO SIEMPRE A SIDO UNA MENTIRA! ¡NUNCA HAS PRETENDIDO CAMBIARME!.

Dio un paso hacia delante, hasta llegar a quedarse a escasos centímetros de mi. -Al principio solo fui curiosa, Lando, pero te quiero. Te quiero muchísimo.

Y no, no le creí. La ira me cegaba, y solo terminé de rematar la situación.

-La curiosidad mató al gato, y también acaba de terminar con lo nuestro. -Le dije con la mandíbula apretada.

Ella abrío la boca con sorpresa.

Yo me separé, volví dentro y subí a la habitación. Ahí había visto su valija, con algunas prendas alrededor. Las metí con rapidez dentro de nuevo, y se la bajé. La dejé en la puerta, viendo como de su mano cayeron al suelo todas esas fotos y la carta esparciéndose por el parque.

El momento en el que la vi caminar hacia la entrada, mi pecho se encogió. No me dijo nada más, y sentí que fui la persona más injusta del mundo. Antes de salir por la puerta, me miró, con su labio inferior vibrando. Quise besarla, decirle que la necesitaba, que quería contárselo todo, pero no estaba preparado, no lo estaba.

La dejé ir por esa puerta sabiendo que iba a ser un error enorme, pero lo hice. Ella se fue, yo cerré dando un portazo y grité.

Fui hacia donde se le habían caído los papeles, y vi el dibujo. Se trataba de dos niños pequeños, una rubia, y un pelinegro un poco más alto, dados de la mano y con un monoplaza naranja al lado. También había caballos de fondo. Y encima de las dos personas, estaban escritos los nombres: Tío Lando, y Mamá.

Eso lo había dibujado él, con dos años, y yo, todavía no lo conocía.

Me puse de cuclillas, para agarrar más cosas. Dejé la carta a un lado, y me centré en las fotos de un bebé rubio, con los mofletes gordos y unos ojos más verdes que los míos. En algunas salía solo, y en otras, con mi hermana, o con mis hermanos, o incluso con mis padres.

Nunca supe hasta ese momento lo egoísta que era, y lo solo que estaba por ese motivo. Me estaba perdiendo demasiadas cosas, y ahora, había perdido a la persona que me podría haber ayudado a ser mejor, y recuperar lo que había dejado de ver por tener los ojos cerrados.

Bajo la piel // Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora