(Leer el Capítulo 1)
-Dale, Lando, habla. -Insistió George.
Este, sin embargo, se relamió el labio inferior, se inclinó hacia delante mirándome a los ojos fijamente y habló.
-Me gustan mucho sus ojos, la verdad. -Sonrió.- Y sus facciones también son lindas. Ah, y admiro con creces sus agallas. -Se dirigió a él.- Me gustan las suficientes cosas como para soportarla. Ya sabes.
-Ósea, que te atrae.
-Como cualquier mujer que me entre por los ojos, George. -Asistió.- Tu novia me parece linda, y ya.
George apretó más todavía la mandíbula, se levantó de la mesa, y se fue al baño. Yo no lo seguí, porque me quedé un poco confusa en el momento, pero en cambio, Julia se levantó rápidamente siguiéndolo lo más rápido que podía caminar con esos tacones.
Lando bebió.
-Eres increíble. -Murmuré, pesadamente.
-He sido sincero.
-Demasiado sincero. -Añadí.
Una ligera risa se pudo oír de sus labios.
-Sincero fue él esta mañana restregándome lo que hiciste en la habitación. -Se inclinó hacia atrás, cambiando su gesto a uno completamente serio.- Sospecha algo.
¿Esa mañana? Sí, recuero que viese a Julia, y que le pidiese a George entrar a la habitación un momento, pero si a lo que se refiere es a que mantuvimos un encuentro sexual , se equivoca. Hablamos, nos besamos unos minutos y me fui a duchar porque no quería que pasara nada más.
Cada vez que ponía sus labios sobre los míos me acordaba de aquel chico que conocí en una fiesta cuando tenía diecisiete. Era unos años mayor que yo, y me pareció divertido bailar con él. Estaba con Julia, pero la había perdido de vista hace tiempo, y solo tenia al chico de acompañante. Todo iba bien, hasta que se pensó que quería más, pero no fue así.
Desde aquella vez, el sexo había sido algo complicado para mi, y más cuando a mi lado estaba durmiendo con alguien que me recordaba a él en cuanto a apariencia.
-Te acabas de poner pálida. -Comenzó a decir.
-Esta mañana lo más cerca que estuve de tener algo íntimo con alguien, fue contigo, Lando. -Tragué saliva.- ¿Qué te ha contado George?
-No me jodas, Anna. -Gruñó.- Él me dijo que te habías levantado con ganas y que...
-Pues no. -Negué con rapidez.
Definitivamente, sabía algo. Seguro que se lo dijo para sacar a Lando una mala reacción, y por eso intentó darle celos.
Dios mío, ¿Tan obvio era que nos habíamos besado? Seguro que sí. Yo en ningún momento me arrepentí de nada de lo que pasó con Lando, porque realmente me despertó cosas que George nunca pudo. El ojiverde siempre había sido sutil con sus toques, con sus labios y con sus palabras. Sabía como llamar mi atención haciéndome rabiar, y donde acariciar para causarme un jadeo.
Era totalmente normal. Tenía una experiencia tremenda como el cuerpo femenino.
-¿Seguís pensando que entre ustedes hay amor? -Preguntó ladeando la cabeza.- Cariño, quizás, pero te aseguro que desde fuera, solo parecen dos amigos.
Y era verdad. ¿Entre nosotros había amor? Claro, claro que lo había. Al principio, cuando me besaba, sentía mariposas en el estomago. Me sentía estupenda a su lado, y realmente sentía que estaba enamorada, pero después de sentir la boca de Lando sobre mi piel, todo eso desapareció en un segundo.
Con Lando podía sentirme explotar en cualquier momento.
-Anna, tu silencio solo me lo confirma, ¿Sabes, no? -Suspiró.- Déjalo.
Solté una risa amarga.
-No puedo hacer eso. -Agaché la mirada.- Solo le tengo a él. Solo a él.
-No sabes lo que es estar sola de verdad. Mírame a mí. No se lo deseo a nadie.
Le hice caso, y lo miré. Seguía serio, pero con la mirada oscura y el ceño fruncido. Estaba vacío.
-Lando, quiero irme de acá. -Pedí, con un hilo de voz.- No quiero salir de fiesta, ni beber, ni bailar.
-Bien.
Cuando me quise dar cuenta, su mano estaba entrelazada con la mía, y estábamos caminando hacia un taxi parado en la esquina de la calle. Los dos nos subimos atrás, y Lando le dijo una dirección al hombre que conducía, antes de darme una mirada rápida. No me paré a pensar en George, ni en Julia, solo sabia que tenia frio y unas ganas tremendas de llorar.
Me extrañó que durante los siguientes quince minutos no recibiera ninguna llamada de alguno de los dos que habíamos dejado atrás, pero no le di importancia.
El taxi se paró frente de los típicos negocios del centro londinense. Lando se bajó, abrió mi puerta y cubrió mis hombros con su campera sin que yo se lo pidiera. Después, tomó mi mano y entró a un negocio con rapidez. Era un bazar.
Un rico olor a golosinas me invadió recordándome que no había casi probando un bocado en la cena, y también, llevándome a mi infancia. Adoraba ir a golosinerías cernanas a la playa.
Instintivamente, saqué la billetera de mi bolso para comprar algo para picotear. Agarré una bolsa pequeña de gomitas variadas y lo puse sobre el mostrador. Cuando fui a pagar, alguien colocó una gorra negra en el mostrador, y un billete. Yo solo pude girarme para protestar, y enfrentarme a quienquiera que se me hubiese colado, pero al ver a Lando, fruncí el ceño.
Todo cobró sentido cuando se la puso antes de salir afuera.
-¿Qué hacemos acá?. -Pregunté.
-El otro día, cuando hicimos turismo, dijiste que querías hacerlo por la noche. -Dijo con simpleza, tomándome la mano de nuevo.- Londres es precioso, y vos esta noche también estas preciosa. -Se colocó delante mío.- Es la ocasión perfecta para enseñarte la ciudad, y también para que te des cuenta que dejarle no es una mala opción.
Desvié la mirada hacia abajo, al oír ese tema de nuevo, pero él, levó su otra mano a mi mejilla, levantando mi cara de nuevo.
-Ven.
Tiró de mí, haciendo que nos adentráramos por una puerta, y subiésemos a un ascensor. Dentro, nos miré en el espejo. Miré nuestras manos, antes de sentir como posaba la otra en mi cintura, justo por detrás y después clavaba sus pupilas tan claras en las mías tan marrones. Solo tuve que girar un poco la cara, para poder entreabrir los labios y recibir los suyos sobre los míos uniéndose en algo dulce que jamás había llegado a sentir con él.
Estaba algo enojada y entristecida con George por el hecho de que hubiese mentido, y no podía negar que ahora, estando el ojiverde y yo solos, me sentía muchísimo mejor que esa cena tan obligada.
Cuando se abrieron las puertas del ascensor, vi que estábamos en una vieja terraza de un edifico principal de Londres. No sabia como estábamos ahí, pero en cuanto observe las luces cubrir Londres, abrí los ojos sorprendida. Camine despacio hasta el borde, y el se colocó detrás de mi colocando los brazos a ambos lados de los míos.
-Hay una extraña teoría, -Susurró cerca de mi oído.- que dice, que la luna está ahí arriba, para que nosotros no estemos solos acá abajo.
-Lando...
-No te hace bien, Anna. -Besó mi cuello.- Y vos tampoco haces bien queriendo estar con alguien que no te hace feliz plenamente.
Me enojaba reconocerlo, pero tenia razón, y me jodia porque George siempre me trató genial. Me quería, y yo a él, pero el vago recuerdo de aquella noche en la fiesta me hizo dar el paso con él demasiado arde, abriendo algunas grietas entre nosotros. Me jodía porque él no tenia la culpa.
-¿Y vos si me haces bien? -Pregunté en un suspiro.
-Vale la pena arriesgarse, ¿No crees?.
Pero no sabia, que arriesgarme, iba a ser meterme de lleno en algo desconocido, que más arde me haría sufrir de tal manera que llegaría a ser mi perdición.
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Bajo la piel // Lando Norris
Romance"Y así te empecé a querer, como quien no quiere aprender a querer y termina queriendo sin querer."