Capitulo 35

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Anna.

Había pasado casi un mes desde que me fui de Mónaco. Oficialmente ya tenía mis veintitrés, y Lando quiso celebrarlo a lo grande, aunque después de que mi hermano me llamase, no tuviera ánimo para nada. Mis padres no me dirigían la palabra, y eso me hizo caer en un pozo que Lando trató de identificar, pero que no saqué a la luz para no empeorar el día de su presentación con mis problemas familiares.

Ese sábado, pasamos la tarde con sus compañeros, y después, me llevó a su departamento para que me cambiara de ropa. Por la noche me llevó a cenar a un de los restaurantes del paseo marítimo, paseamos por la costa de la mano y nos metimos al mar, aunque estuviese congelado. No fue de mucha importancia, porque rematamos el fin de semana haciéndonos el amor, jugando a la play y aprovechando todo el tiempo que tuvimos juntos, antes de que yo tuviera que regresar al día siguiente a Londres, para acudir a al curso.

Fue complicado al principio. Lando no paraba de llamarme dos o tres al día, y bueno, cuando me llamaba por la tarde, aprovechaba para atender y charlar un poco sobre como le había ido el entrenamiento, sobre su debut, y sobre mis clases. El problema fue que entre el curso, y lo de mis padres, me sentí muy agobiada. No tenía a Lando conmigo, y Julia sorprendentemente se había mudado con George, dejando la casa de Lando libre, por lo que tampoco podía contar con ella. Mi mejor amiga estaba embobada con él, y él, parecía estar encantado de presumirla.

La segunda semana, fue mejor. Lando me llamaba menos, pero ahora lo hacía por videollamada, por la noche, cuando yo llegaba a casa después de haber estado practicando con Erick técnicas de repostería. Adoraba ese momento, porque se le ponía esa voz tan ronca que tanto me gustaba. Además, yo solía verlo desde la computadora mientras cenaba en pijama, o simplemente mientras me tomaba un vaso de té con miel antes de irme a dormir. Solía poner la computadora en la cocina, o en la mesa del salón, y hablaba con él hasta que se quedaba dormido. Alguna vez se me colaron por atrás Madison o León, que pasaban a mi lado y aprovechaban para saludarlo.

La tercer semana, fue horrible. El lunes, empezó con Lando subió una foto del entrenamiento en la que se estaba limpiando la cara con su remera. Su abdomen se veía en pleno auge después de haber estado ejercitándose, y sentí que lo echaba de menos. Ya no solo a él, sino, a sus caricias y besos. Desde que nos conocíamos, siempre habíamos estado con el juego de tentarnos el uno al otro, y ahora extrañaba en falta sus manos, y sus tonterías.

Ese día le escribí un mensaje diciéndole si ya había terminado el entrenamiento, y me dijo que sí. Yo, como una adolescente hormonal, cuando me contestó, sentí nervios por dentro. Una videollamada emergió en la pantalla, dejando su cara al descubierto. Por mi parte, me tapé la mía un poco avergonzada. No quería que viese los colores que adornaban mis mejillas.

Pasamos un rato hablando, hasta que pronuncié dos palabras que hicieron que me muriese de la vergüenza. Al decirle "¿Sexo Virtual?", lo primero que hizo fue soltar una carcajada tremenda, y tomarme en broma. Yo, como lo decía de verdad, y era la primera vez que me iba a atrever a hacer algo así, me puse a la defensiva. Me enoje, y no le volví a hablar. Para colmo, él se estuvo burlando por mensajes, y dejé de hablarle hasta hoy. Llevaba sin contestarle seis días, y no paraba de llamarme.

Ahora por ejemplo, mi teléfono estaba sonando en el bolsillo de atrás de mi jeans. Lo dejé sonar, mientras cargaba mi mochila en el tren. Al sentarme, me puse los auriculares, una canción tranquila, y abrí mi libro por la página que había dejado a medio leer en el camino a la estación. Mi pasaje a Brighton comenzaba ya, y sería un viaje un poco largo. Lando volvió a insistir llamándome una vez más. Entre ayer y hoy, no pasaba ni una hora entre llamada y llamada. Tenía cerca de cien llamadas perdidas, y cuando no se lo atendí, y me llamó una tercera vez en menos de veinte minutos, la gente del vagón me miró tan extraña que tuve con atender con rabia.

Bajo la piel // Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora