Capitulo 21

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-Pecas, ¿Sigues durmiendo? -Gritó golpeando la puerta.

Desperté con rapidez a Lando, agitándole el cuerpo. Este jadeó confuso antes de que le tapase la boca rápidamente para que George no lo escuchara desde el otro lado de la habitación. No tardó en morderme la piel haciendo que quitara la mano quejándome.

-Tonto. -Bufé, tocándome la mano.- Entra al baño, rápido. George está en la puerta.

-¿Y?.

-¿Como "Y"?. -Gruñí.- Entra al baño. Tengo que abrir.

-Ah, no quieres que se entere.

-Ayer rompimos, y no le he guardado ni luto. -Rodé los ojos.- Es injusto para él, Lando. Mejor que no te vea acá.

Aceptó levantándose de la cama, y entrando al baño cerrando la puerta a su paso. Yo por mi parte, fui hacia la entrada del cuarto y la abrí peinándome un poco.

-Buenos días. -Dije en un bostezo, sin mirarle a la cara.

-Buenos días. -Se rascó la nuca.- ¿Qué tal?.

Me llevé las manos a la cara incómoda, soltando un bufido.

-No lo hagas complicado, por favor. -Me quejé.- No tienes que hacerlo todo tan forzado, ni levantarme porque te sientas obligado. Hemos roto, ahora somos amigos George.

-Perdona...

-No hace falta que te disculpes. Solté una pequeña risita.- ¿Querías algo?

-¿Llevas la remera de Lando? -Preguntó de repente, revisándome.

Me crucé de brazos manteniendo la compostura, y pensando una buena excusa con la que pareciera que no me acababa de poner más nerviosa que nunca.

-Ayer subió un momento para ponerse un pijama, y dejó la ropa por ahí... la agarré sin querer para dormir. -Elevé un poco mis hombros.- Ahora está dándose una ducha, o algo, no lo sé. Vino hace como una hora, y todavía no salió del baño.

Por su cara, pareció pasar mi mentira. Julia salió de la habitación a los segundos, esquivando a George y dándome un abrazo y un beso de buenos días.

-¿Por qué no bajan, y van preparando el desayuno? -Pregunté, apoyándome en el marco de la puerta.- Yo hago lo mismo enseguida, pero primero me visto y aviso a Lando de que ya estamos todos despiertos.

Me dieron el visto buenos, antes de desaparecer por el pasillo y de que cerrase la puerta. Cuando lo hice suspiré aliviada. No sabía mentir, y no sabia si eso era una gran desventaja para mí.

Lando pegó un silbido llamando mi atención, por eso me di la vuelta para mirarlo. Caminé hacia él, hasta quedar enfrente mirándolo desde abajo. Tenía el pelo mojado, y la remera que había usado como pijama ya no la tenia puesta, así que me permití desviar la vista hacia abajo, viendo su abdomen.

-Me gustan. -Dije pasando mis dedos por su abdomen.

No sabía porqué, pero tenía la necesidad de estar en igualdad de condiciones con él, por eso me llevé las manos al dobladillo de la remera, y me la saqué dejando al descubierto mi piel y mis tatuajes. Siempre me pareció que los tatuajes son como cicatrices que tú eliges tener, para enseñárselos a la gente que crees correcta.

Al principio, me dio un poco de vergüenza, pero al fin y al cabo, ambos estábamos la misma parte de piel, y no tenía porque avergonzarme de ello.

Él estaba de lo más sorprendido, y lo demostró abriendo los ojos como platos. Por un momento sentí mi cabeza alarmarse, imaginando que Lando podía estar pensando que era una loca que le enseñaba sus pechos a todo el mundo, pero cuando agarró mi mano, cerró la puerta con cerrojo y me llevó al baño, me demostró que él también quería ser curioso con mis tatuajes.

De nuevo, estaba el contraste de alturas frente al espejo. Yo miraba sus movimientos a través del reflejo tal y como hacia la otra vez. Primero, miró el que tenía detrás de la oreja, dejando allí un beso muy suave. Segundo, la frase escrita en mi clavícula, pasando simplemente sus labios mirándome de reojo. Tercero, el león que adornaba mi espalda. Y por último, pero no menos importante, la bella cara de Gorgona Medusa en mi costado, en honor a la mitología griega, tal y como mi nombre hace referencia. En este dejó una lenta caricia que me puso los pelos de punta.

-¿Tenes más escondidos? -Preguntó susurrando.

-Eso lo descubrirás a su debido tiempo, ¿No? -Me di la vuelta, mirándolo. Instintivamente me tapé el pecho con un brazo.

En un movimiento, él estiró su mano hacia el lavabo, y para mi sorpresa me puso la remera que usó para dormir tapándome de nuevo, antes de dar un paso hacia atrás.

-¿Por qué me la pones? -Dije un poco preocupada.

-Porque acá abajo, hay algo que se me está despertando más de lo normal por las mañanas. -Desvió la mirada hacia un lado.- Y te prometo que por mí, no salíamos esta mañana de la habitación, pero soy algo listo para saber que si no lo hacías con George, era por algo, así que como no quiero cagarla, no te voy a presionar.

-No tienes nada que ver con George, Lando. -Tomé su cara para que me miraba.- Tienes razón con él, algo pasaba, pero era yo, que no me sentía a gusto a la hora de hacerlo, pero Lando... -Me mordí el labio reprimiendo una carcajada.- Tú lo has dicho. Entre tu y yo todavía no hay mucho amor, pero se nota que tenemos una tensión sexual que se nota a kilómetros.

En cambio, él si que se rió por mi ocurrencia, pero solo había dicho la verdad. Desde que llegué, cada vez que compartíamos un momento solos, me provocaba.

-¿Tú crees? -Alzó una ceja, colocando los brazos en jarra sobre su cintura.

Rodé los ojos, antes de tirar de él hacia mi y darle un beso húmedo detrás de la oreja. Él enterró las manos en el borde del lavabo donde estaba apoyada, y gruñó. Esta vez fui yo la que reí sintiéndome ganadora.

-¿Alguna vez lo besaste así a él? -Preguntó cuando me separé. Todavía me mantenía cerca.

-Pocas veces. -Admití, acariciando su nuca.- Muy pocas. George y yo siempre hemos sido como amigos, que se robaban besos, más bien.

-¿Me fío de vos? -Rozó mi nariz con la suya. Asentí.- Entonces vámonos abajo. Debemos ir a desayunar ya, y después tenemos que buscar la forma de echarlos a la calle para que te dejan tranquila practicar para mañana.

-¿Me vas a dejar la casa sola? -Le di un ligero beso en la comisura.

-Yo me quedo a probar las cosas. -Rió como un niño pequeño.- ¿Quién va a rebañar el chocolate de la olla, o lo del bizcocho?

-El mismo que va a limpiar todo después. -Lo molesté.

-No me hago cargo de remeras mojadas accidentalmente. -Puso los ojos en blanco.

Bajo la piel // Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora