-No hemos hecho mucho ruido, ¿No?. -Pregunté tapándome con la sabana.- Dios mío, Lando duerme en frente.
Sus labios dejaron un beso en mi hombro, antes de recortase sobre él y enterrar la cara en mi cuello.
-Claro que hemos hecho ruido, nena. -Rio adormilado.- De eso se trata.
Me reí yo también. Había pasado tiempo que no lo hacia, y esa noche George y yo por fin dimos el paso. Era poco común que llevásemos tanto tiempo, y todavía no hubiese pasado esto entre nosotros, pero se podía poner la excusa de que casi no nos veíamos, y que cuando lo hacíamos, solo surgió un par de veces que rechacé por no sentirme a gusto.
-¿Te encuentras bien?. -Preguntó apretujándose un poco más contra mí.- ¿Qué piensas, nena?.
-Si sí, me encuentro bien.
Mi mano casi de forma instantánea fue a su palo para hacerle mimos. Así es como consiguió dormirse dejándome pensar en lo que había ocurrido esta tarde en esta misma habitación. Los besos de Landó erizándome la piel, su mano en mi toalla, sus ojos tan verdes intimidándome a través del espejo. Fui tan vulnerable con un toque delicado, que hizo que no dejase de darle vueltas a la cabeza durante dos horas por lo menos. Esa noche George se comportó bien, pero digamos que al principio me costó un porque las mariposas no revoloteaban. A ver, sí que se movían, pero era de haber pasado una noche bonita. No las sentía del todo más abajo, porque cada vez que intentaba concentrarme, veía a Lando al cerrar los ojos. Con suerte, cuando volvió a darme un beso en la boca antes de que pasase todo, pude ver quien debería impórtame en ese momento era George, y no el otro.
Por la mañana me di una ducha rápida. George no estaba en la habitación, capaz se había ido a hacer ejercicio, por lo que pude vestirme tranquila y peinarme con dos trenzas. Tenia energía, por lo que tome mi notebook y bajé a la cocina a tomar un té. Allí, me encontré a un Lando sentado en la isla, adormilado.
-Buenos días. -Saludé poniéndome a su lado. Abrí el ordenador, y entré en correos.- ¿Has visto a George?.
-No está en casa. Creo que se ha ido a correr. -Comentó.- ¿Qué tal lo has pasado en la cena?.
-La carne estaba buenísima. -Dije sin prestarle mucha atención.
Tenia una respuesta.
-¿La carne?. -Rio.
Cuando lo miré, tenia una ceja levantada. Me puse roja de inmediato, porque acababa de captar su indirecta.
-No eres tan silenciosa como pensaba. -Continuó.
-Lando, cállate ¿Quieres?. -Dije molesta.
Abrí el correo, para después leerlo. Solamente decía que me presentase ese mismo viernes en la dirección que me habían adjuntado, y me deseaban suerte. Al parecer no debía de ser la única persona que quería esa plaza vacante.
-Me voy. -Se levanto de su sitio.- ¿Quieres venir?.
-¿A donde?.
-A desayunar a un bar cerca de acá. Llevo yendo desde que apareciste por aquí y me tiraste toda mi comida a la basura.
Su forma de decírmelo fue con rintintin, y con vacile. Era verdad que llegue arrasando con todo, y lo hice con gusto porque me había molestado esa mañana, pero me pasé vaciando su heladera y los armarios. En parte, lo hice por su bien. Había muchas cosas poco saludables ahí.
-Si me invitas a un café, lo acepto. -Sonreí.
Estaba tratando de llevarme bien con él, tal y como me dijo George, por eso estaba tratándolo amablemente. Al fin y al cabo, solo seria un café.
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Bajo la piel // Lando Norris
Lãng mạn"Y así te empecé a querer, como quien no quiere aprender a querer y termina queriendo sin querer."