Capitulo 8

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Bajé al salón tras arreglarme un poco. Solamente para estar por casa. George estaba jugando a la play, hablando con alguien por auriculares. Lo vi tan concentrado, que no quise molestarlo. Solo me acerqué, le di un beso en la mejilla asomándome por detrás y le hice sonreír. Su sonrisa me hacia suspirar como una tonta.

-¿Queres ir por ahí a cenar algo?. -Preguntó, pausando el juego.

-Nosotros dos solos, ¿Verdad?.

-Lando no entra en el combo, no. -Soltó una risa.- Sé que no se llevan bien, pero nena, podrías intentar ser amable con él.

Llevaba una semana aquí, y agradecía a los dioses del cielo, que Lando solo apareciera por aquí a la hora de desayunar y dormir. Así que apenas me lo cruzaba.

-Entonces esto es una cita. -Me mordí el labio inferior emocionada.- Hace mucho que no tenemos una.

-Pues esta noche ponte linda, que te voy a llevar un lugar lindo.

Mis hormonas estaban a punto de explotar. Las citas con George siempre eran muy tiernas, bonitas y llenas de besos. Podía ser una cursi, pero me gustaban mucho.

Ahora mismo eran las seis de la tarde. Saldríamos a eso de las nueve, así que tenia tiempo para darme una ducha y vestirme. No me solía demorar mucho, por eso decidí encender mi notebook y buscar ofertas de trabajo cerca de la ciudad. No me agradaría mucho trabajar en pleno centro.

Agradecía que George, cuando le conté el porque de mi aventura nocturna el primer día en la casa con destino a la cocina, le diese la vuelta al colchón. Se echó a reír cuando le dije que me daba cosa dormir en una cama en la que Lando había montado tantas "fiestas", y enseguida se le ocurrió cambiar el colchón de lado. Gracias a eso, ahora estaba tumbada boca abajo en él buscando ofertas.

Mandé un mail a una empresa de catering, y a la espera de que me contestasen, puse un poco de música mientras me bañé. Tardé un poco, y salí envuelta en una toalla. En el armario había un espejo, por lo que me senté en la cama de nuevo a peinarme y secarme el pelo. Cuando terminé, puse la planchita y me recogí la mitad del pelo en lo alto de la cabeza.

-Anna. -Me llamó, entrando por la puerta. Me sentí avergonzada por su mirada de nuevo.- ¿Qué quieres de cenar?.

Vi en su cuello como tragaba saliva. Un Lando diferente estaba enfrente a mi clavando sus ojos en los míos.

-¿No te lo ha dicho George?. -Mis mejillas estaban ardiendo.- Nos vamos a cenar por ahí.

-Oh vaya. -Su mano se posó en su nuca.- Hoy había venido antes para prepara algo para los tres, y cenar entre amigos...

-¿Amigos? ¿Qué te hace pensar que vos y yo somos amigos?.

Sus cejas se juntaron frustradas, y se dio la vuelta para salir del cuarto de nuevo. Enseguida recordé las palabras de George diciendo que intentase llevarme bien con él, y me sentí mal al instante.

-Espera, Lando. -Salió de mi boca.- ¿Me ayudas a plancharme la parte de atrás del pelo?. -Desvié la mirada.- Es que no llego a ver.

Él no dijo nada. Entró de nuevo a la habitación, y se quedó de pie frente al espejo. Con la cabeza, hizo un gesto de que me pusiera enfrente, y así lo hice, dándole la planchita. No estaba segura de lo que hacia, porque quizás me quemaba el pelo y se me terminaba cayendo, o quien sabe.

Le observaba desde el espejo. Mi cuerpo delante del suyo parecía mucho mas pequeño. Eso era debido a que él estaba fuerte, y llevaba una remera sin mangas que dejaba ver sus firmes hombros, que daba a ver la diferencia entre nosotros. Nos diferenciaba también el tatuaje que yo llevaba en el brazo.

Fue entonces cuando dejó la planchita en la mesa. Me apartó el pelo hacia un lado del cuello, y llevó una de sus manos allí comenzando a acariciarme con delicadeza la zona con sus yemas. Era un toque tan fino, que me hizo entreabrir los labios. George no lo hacía así. No estaba acostumbrada a un toque así, por eso no supe como reaccionar.

Sus yemas comenzaron un viaje lento recorriendo mi hombro, por encima de una frase que tenía escrita en ruso, y después continuo con mi brazo hasta llegar a mi mano. Hacia cosquillas fáciles de soportar.

Solté un suspiro.

-Eres silenciosa, eh. -Susurró cerca de mi oído.- Llevas aquí toda la semana, y todavía no te he escuchado ninguna noche divertirte con George. Eres una experta en no hacer ruido.

Sus labios se posaron sobre el lóbulo de mi oreja, y bajaron hasta mi cuello entre mordidas débiles. Jadeé debilmente sin poder evitarlo.

-No soy una experta. -Susurré de vuelta. Mi cabeza se arqueó hacia atrás, posándose en su hombro, aunque todavía podía ver lo que hacia a través del espejo. Podía ver como su mano estaba jugando con el borde de la toalla en mi vientre.- George y yo nunca lo hemos hecho.

Y ahí fue cuando se separó de mí. Llevaba tiempo sin sentir unos labios de esa manera sobre mí. Me inmovilizó por completo. Ahora él también lo parecía.

-Me tomas el pelo. ¿No?. -Sonrió incrédulo. Sonrojada, agache la cabeza y negué.- ¿Qué pasa? ¿Eres menor? No me explico que teniendo una chica como tu delante, se haya resistido.

-No soy menor. -Rodé los ojos.- Simplemente no me ha apetecido dar el paso.

-¿Virgen?.

-¡No!. -Exclamé.- Deja de buscar explicaciones.

-¿La tiene pequeña?.

Ahora ya no me ardían las mejillas solo. Estaba enojada por su insistencia, por eso lo empujé hacia la puerta y lo hice irse. Cerré la puerta con traba y me senté en la cama, con la cara entre mis manos y con los codos sobre las rodillas. ¿Qué acababa de pasar?.

Lando acababa de besarme el cuello, y ha estado a punto de abrir la toalla, y yo, ni siquiera pude articular algo para que parara. Quizás era porque George no era tan delicado, o porque cada vez que lo intentaba, me ponía tensa y era imposible.

Solo se me pasaba una cosa por la cabeza: contárselo a George. Si no se lo contaba, y se enteraba en un futuro, pensaría que le había estado engañando o algo pero, y si se lo contaba, probablemente se enojaría conmigo o me dejaría. No quería eso, por eso me frustre.

Diez minutos después, la puerta se abrió dejando ver a un George sin remera.- ¿Por qué no te pones ese vestido rosa? Ese que es ajustado y de un color clarito.

Sin mirarme, abrió el armario sacando una camisa blanca y un jeans negro. Aproveché para limpiarme la cara con la toalla.

Antes de entrar al baño, dejó su ropa sobre la cama dejándome sola de nuevo para vestirme. Ni si quiera me había alisado el pelo como le deje a Lando, y la verdad, es que ya no me apetecía llevarlo así, por eso me lo até en un moño desordenado con mechones sueltos a los costados. El vestido era de tirantes, y de un rosa metalizado que quedaba muy bien. A George le encantaba. 

Lo combiné con unos tacones del mismo color, junto a un bolso dorado y un collar. Cuando estuve lista, bajé las escaleras a esperar a mi novio, aunque me encontré con Lando sentado en el sofá comiendo un poco de torta de arándanos, vi como su mirada, ahora si, me recorría al completo.

-La tiene que tener pequeña. -Dijo al fin, volviendo su mirada a la tele.- Si yo tuviera a una mujer como tú, con ese vestido, te aseguro que me hubiese encerrado en la habitación contigo más de dos horas seguidas.

A falta de maquillaje, mis mejillas se sonrojaron solas. Aquí abajo iba a ponerme un poco de color en los labios, pero creo que no me hará falta.

-Quiero llevarme bien contigo, Lando. -Pedí.- Deja de hacer eso. Reserva tus comentarios para tu tipo de chica.

-¿Y quien dice que tú no lo eres?.

-Yo. Yo lo digo. -Me quejé.- Las chicas con novio no deberían ser tu tipo.

-¿Desde cuando eso es un problema?. -Sonrió.




Bajo la piel // Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora