14: Un cuento de hadas

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Capítulo 14: Un cuento de hadas

Llegamos a un restaurant muy bonito con unas vibras agradables, desprendía un aura vintage que me encantaba.

Entramos al sitio y nos dirigimos a una pared de vidrio que daba vista hacia la parte trasera del restaurant. Árboles, flores y algunos animalitos pequeños como ardillas y conejos que corrían por todo el lugar. Las mariposas revoloteaban y los pajaritos movían sus alas de un lado a otro, lástima que no podía escuchar su canto, la música de adentro cortaba todo sonido que yacía detrás del cristal.

Ezra me dijo que aguardara unos momentos ya que tenía que pedir una mesa para ambos.

¿Pueden creer que voy a cenar en un restaurant tan lindo como este con mi crush?

Yo no lo creo todavía... ¡Que alguien me pellizque!

Mientras él hablaba con la persona que le fuera a asignar la mesa yo decidí observar a los animalitos. Vi como unas ardillas bebés corrían de un lado a otro, me causó tanta ternura. De por sí soy amante de los animales, cuando estaba pequeña quería estudiar medicina veterinaria pero después me arrepentí porque no soportaría perder a un animalito.

-¡Boo!- Exclamó Ezra haciendo que me sobresaltara tomándome por los hombros.

-¡Casi haces que choque con el cristal!- Me quejé.

-Perdón, no te enojes.- Soltó una risa.

-¿Y bien? ¿En qué mesa nos sentaremos?- Pregunté curiosa.

-Ya lo verás, sígueme.- Dijo emocionado.

Juro que si me pagaran por la emoción que siento cada vez que se ve tan feliz sería millonaria.

Me tomó de la mano y acto seguido me hizo seguirlo. Dios mío, esto no puede estar pasando....

Pero, ¿por qué me emociono? Si somos solamente «amigos»?

Con sinceridad me siento feliz de que seamos amigos, me duele, pero es mejor que nada. Obviamente quisiera que me viera como yo lo veo a él, pero sé que es imposible. Al menos es tan lindo y considerado que me permitió ser su amiga y me invitó a este lugar tan lindo.

Nos detuvimos frente a una puerta roja con detalles dorados y el pelinegro me miró con esos ojos color chocolate que hacían que me derritiera como azúcar en la boca.

-Cierra los ojos.- Ordenó gentilmente.

-¿Por qué? Ni loca los voy a cerrar.- Me negué incrédula.

-Mei, sólo haz lo que te pido por favor.- Insistió.

¿Cómo decirle que no?

Cerré los ojos y él aún sostenía mi mano con firmeza, como si tuviera miedo a soltarla, eso generaba tantas emociones juntas en mí que si seguía así pronto colapsaría.

-No vayas a hacer trampa.- Dijo con voz suave.

-Tranquilo, no abriré los ojos.- Le aseguré.

Lo seguí poniendo mi mano libre hacia todas las direcciones por miedo a chocar con algo. Íbamos caminando despacio y aún así mis piernas tambaleaban.

Sentí que caminé una eternidad aunque de seguro habían sido unos 2 minutos aproximadamente. Pero ya saben el efecto que causa caminar con los ojos cerrados, es muy incómodo, realmente admiro a las personas que no pueden ver, yo me volvería loca si perdiera la vista.

Finalmente nos detuvimos y esa voz como musica para mis oídos habló suave y gentil:

-Ya puedes abrir los ojos.

Tan cerca pero tan lejosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora