6: La podadora de césped

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Antes de leer: Acabo de publicar una historia que se llama René Y Yo, la pueden encontrar en mi perfil (obviamente xd). Les agradecería mucho si pasan a leerla para darle una oportunidad, no están obligad@s pero me sentiría muy feliz.❤


Capítulo 6: La podadora de césped.

¿Alguna vez has tenido sueños lúcidos?

No de esos que son agradables.

Sino de los fastidiosos.

Son lo peor porque estás dormido pero al mismo tiempo no, entonces te la pasas dando vueltas en la cama mientras "sueñas"; que en realidad no es nada en concreto sino fragmentos de varios sueños a la vez que al final se te olvidan, y cuando te despiertas sientes que no has dormido un coño.

Bueno, justo me acaba de pasar.

Me levanté y me siento como un zombie.

Me duele todo el cuerpo, como si hubiera hecho ejercicio.

Miré hacia mi izquierda, donde Hannah dormía plácidamente, un hilillo de saliva chorreaba de su boca, iugh.

Encendí mi celular y decidí usar mis redes sociales, ya que no las usaba desde hace tiempo, ustedes ya saben.

La primera aplicación que abrí fue la de instagram, vi que tenía varios seguidores a pesar de que la cuenta parecía la de un fantasma, luego pasé a Facebook y también era lo mismo, sólo que en vez de seguidores eran solicitudes.

El WhatsApp estaba con muchos mensajes antiguos.

Decidí poner un estado para que los contactos que tenía agregados supieran que estaba de vuelta, y usé la frase en inglés.

Decidí poner un estado para que los contactos que tenía agregados supieran que estaba de vuelta, y usé la frase en inglés

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Después de eso lo puse en mi pecho y me quedé mirando al techo pensando cosas sin sentido, como normalmente lo hacía.

Pero mis pensamientos se vieron interrumpidos por un sonido fastidioso.

El sonido de una podadora de césped para ser más exacta.

Y se escuchaba claramente porque tal parece que la persona que usaba la máquina estaba cerca de la pared de mi habitación, aunque claro, mi habitación quedaba arriba, pero aún así se escuchaba mucho.

Hasta podía sentir las piedritas que saltaban y chocaban con la pared.

Decidí asomarme por la ventana para saber quién manipulaba dicha máquina, aunque ya me hacía una imagen del aspecto de la persona; un señor de unos cuarenta y tantos, con la típica ropa de trabajo que está rota y fea con manchas de grasa y pintura. Pero cuando me asomé por la ventana no era un señor.

Era un muchacho.

Un muchacho muy guapo realmente.

Su cabello era negro y alborotado, pero no de mala manera, sino de la buena, tanto que resultaba atractivo. Tenía unos lentes de sol estilo aviador y una pañoleta roja en la frente. Usaba una camiseta blanca y unos jeans desgastados.

Tan cerca pero tan lejosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora