Los años pasaron y la pequeña princesa tenía 5 años.
Ella era igual a su madre. Todos los días ella salía del castillo para ir a jugar al bosque.
La mayoría de las personas la veían jugar sola, ellos se preguntaban ¿acaso nadie juega con ella? Pero la verdad era que ella no tenía amigos porque solamente se hacían amigos de ella por beneficencia. Era pequeña pero no tonta, por lo cual siempre se la pasaba sola, pero no le molestaba nada en absoluto.
(...)
Una noche, ella se encontraba en su habitación lista para irse a dormir. Pero de la nada empezó a escuchar una melodía, no era una melodía común. Era lenta, tranquila y se notaba que provenía de una flauta. Se quedó por un momento admirando la melodía, hasta que la curiosidad la carcomía lentamente.
Tomó un pequeño abrigo, se lo puso y salió de la habitación. En los silenciosos pasillos solamente se escuchaban los pasos de la pequeña, esta se dirigía a la habitación de su madre.
Tocó la puesta y seguido de eso entró, esta se encontraba resolviendo algunos inconvenientes que tenía su reinado. Pero dejo de prestarle atención a los pergaminos cuando notó la presencia de su hija.
— ¿Pasa algo? —preguntó la reina al ver la carita de confusión de la pequeña.
— Mami... ¿escuchas eso? —dijo la princesa.
Ello prestó más atención a lo que escuchaba pero solamente escuchó el canto de algunos grillos y el sonido de las hojas de los árboles chocando entre sí.
—¿Escuchar que? —estaba un poco confundida.
— ¡Eso! Esa música... se parece a... —empezó a buscar algo con la mirada—. Eso... —dijo señalando la pequeña caja de música que se encontraba en la librera.
La reina solo le dedicó una pequeña risa—. Veo que estás un poco cansada, ¿Porque mejor no vas a dormir? Tal vez solamente fue tu imaginación... —.
— Pero mami, yo... —empezó a hablar la pequeña, pero fue interrumpida por su madre.
— Pero nada, ve a dormir. Recuerda que mañana iremos a ver a tus abuelos —dijo en tono cariñoso.
— Está bien... —y dicho eso salió de la habitación.
Siempre era lo mismo. La mayoría de veces era la misma conversación, no era siempre, pero aún así siempre terminaba callando las pequeñas noticias que quería contar.
(...)
Entró a la habitación y dejó caer un suspiro, se dirigió a su cama y se recostó en esta. Cerró los ojos tratando de dormir pero la luz de la luna se lo impedía, dirigió su mirada hacia las estrellas, las contemplaba con la mirada. Y de repente otra vez apareció esa melodía.
Se notaba que poco a poco la melodía se escuchaba más cerca, cerró sus ojos mientras la escuchaba, pero la curiosidad le ganó.
Se levantó de la cama y se dirigió hacia la ventana y la abrió, buscó con la mirada algo que pudiera ayudarla a elevar su estatura pero no encontró nada. Su única opción eran unos libros viejos, se subió a estos y salió de la habitación a través de la ventana. Ya fuera del castillo emprendió su camino.
Se notaba que la armonía provenía del bosque. Cada vez que daba un paso se podía escuchar el crujir de algunas hojas o ramitas de los árboles. Empezó a darse por vencido y por un momento se dijo "mamá tenía razón" pero a lo lejos pudo ver una luz que probablemente provenía de una fogata.
Sus pasos se hicieron un poco más apresurados. Se quedó detrás de unos árboles al ver que no era la única que se encontraba en el bosque a esas horas.
Habían muchachos bailando alrededor de la fogata, bailaban con tanta facilidad y libertad, se notaba que no eran todos unos expertos en su danza, pero disfrutan cada movimiento que emitían sus cuerpos. Todos vestían de trajes rotos y un poco sucios y llevaban unos antifaces que cubrían la mitad de sus rostros.
Pero había una persona que se encontraba sentado en un tronco, en sus manos llevaba una flauta. Llevaba un traje de colores llamativos, no se alcanzaba a ver su rostro pues llevaba una capucha puesta.
La pequeña sintió confianza cuando empezó a caminar entre algunos muchachos que se encontraban concentrados en sus danzas, ninguno de ellos notó la presencia de la niña. Ella se quedó a un lado de la fogata, veía como cada uno de ellos reía y bailaba al escuchar la armoniosa melodía, hasta que otra vez vio a la persona que se encontraba sentado tocando la flauta.
Pero ahora esa misteriosa persona era un muchacho más, se había quitado la capucha revelando su rostro.
Su rostro era impecable, las hojas de los árboles tendrían envidia si tuvieran la oportunidad de ver sus ojos, pues estos eran de un hermoso color verde. Eso era lo que más destacaba de su rostro.
El joven muchacho dirigió la flauta hacia sus labios para empezar a tocar otra armoniosa melodía pero se detuvo al instante al ver a la pequeña niña que se encontraba a la par de la fogata.
El no lo creía, sabía que solamente los niños que se sentían solos o no queridos, podrían escuchar la melodía de la flauta, ¿Pero una niña? Nunca antes había visto a una niña que pudiera escuchar la flauta. Se quedó congelado por unos instantes al ver que la niña lo miraba, pero continuó tocando la flauta.
Ella solamente observó como el joven muchacho la ignoró y siguió tocando la flauta. La pequeña empezó a caminar en dirección al chico, este solamente notaba que cada vez la niña se le acercaba más y más hasta que se detuvo en frente de él.
Este solamente levantó la cabeza para verla mejor, se dedicó a observar cada facción del rostro de ella y la comisura de sus labios se elevó un poco creando una sonrisa de lado.
— ¿Que te trae por aquí pequeña? —habló el muchacho.
— Escuché la música —fue lo único que dijo.
La sonrisa del chico se hizo un poco más grande al escucharla, eso significaba que era una más de ellos.
— Entonces... la escuchas —dijo con una sonrisa plasmada en su rostro.
Ella solo asintió con la cabeza. Se había formado un silencio entre ellos dos, el único sonido que se escuchaba eran los pasos que daban los demás muchachos cada vez que bailaban.
— Y dime... ¿Te gustaría ir a un lugar donde hay magia, diversión y no hay reglas? —él apostaría cualquier cosa a que la niña recibía poca atención, tenía pocos amigos y a veces se sentía sola.
Por otro lado, a ella le brillaron los ojos al escuchar esas palabras, ella sabía que a su madre no le agradaba la idea de que usara la magia a una edad temprana. No había diversión en donde ella estaba, porque como era una princesa, se suponía que ella debía de ser tranquila y no ser como los demás niños. Y al ser una princesa, obviamente habrían reglas, y eso ya la tenia cansada.
Se supone que un niño debe de disfrutar su infancia al máximo, pero con ella no era igual, pues al ser hija de la reina, no era muy agradable ver a la pequeña princesa que fuera revoltosa. A la corta edad de 5 años, la educaban para que en un futuro fuera una buena muchacha y no una niña sin modales.
Ella solamente asintió rápidamente con la cabeza felizmente.
—Pues... bienvenida a Neverland —dijo el muchacho alzando sus brazos para que observara el lugar en donde se encontraban.
Ya no se encontraban en el bosque, ahora se encontraban en una jungla, ella rápidamente observó a su alrededor y vio como ella junto con los demás muchachos se encontraban en un "campamento" junto con otros niños que ya se encontraban en ese lugar.
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Dejarlo todo por amor (Peter Pan y Tú)
FanfictionTodos critican esa unión entre ellos, no quieren que ella este con un cruel villano. Un simple hechizo de amor le hace creer que él la ama, sus ojos están vendados con tal de que no vea sus malas intenciones. Pero un despampanante sentimiento surge...