[16] Acepta lo que eres

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—Ven, acércate.

Caminé hacia ellos y ahora los 3 estábamos en la orilla del pequeño lago.

—Muy bien, cuando diga 3 todos saltamos. ___, aguanta la respiración lo más que puedas.

Le iba a responder pero al instante él grito 3 y ambos tomaron mis manos, saltaron al agua. Sentí el la frialdad del agua por todas partes de mi cuerpo. Parpadeé un poco y vi como ambos chicos comenzaron a nadar hacia el fondo.

Copié su acción y en un abrir y cerrar de ojos habíamos subido a la superficie. Pasé mis manos por mi cara y parpadeaba viendo todo.

Estábamos en otro algo. Solo que esta vez el lugar se veía más extenso, ambos niños me contaron que esa era una forma para salir de aquel lugar en donde estábamos.

Ya era de día, ellos se fueron para que no sospecharan nada mientras que yo me dediqué a caminar sola.

Mi ropa estaba mojada, se podría decir que tenía un poco de frío. Se supone que si ya es de día ya estoy a salvo.

Llegué al campamento y unos cuantos niños me felicitaron por haber ganado el juego. La verdad es que no me sentía bien, no me gustaba estar aquí y ese pensamiento aumentaría si me seguirán usando.

Al cabo de un rato, ya no me gustaba sentir mi ropa húmeda. Me levanté y caminé; se supone que si esto es una isla debe de tener una playa.

No sabía a donde caminaba. Hasta que el sonido del mar empecé a escuchar, ya estaba cerca.

Unos cuantos pasos más y sentí arena. Ya estaba ahí, el sol iluminaba todo. Caminé y me senté en la arena, iba a quedarme ahí hasta que me secara o sino jamás me secaría.

El viento golpeaba mi cuerpo de vez en cuando pero el calor del sol lo compensaba.

Oí unos pasos detrás mío, asumí que sería algún niño pero esa voz hizo que lo reconociera.

—¿Te divertiste? —sabía que se burlaba de mí.

Lo ignoré, no quería hablar con él. Solo me dediqué a ver las olas del mar.

—¿Sabes algo? Tu silencio está empezando a fastidiar.

Seguí callada. Si no me dejaba salir tenía que aguantarme, él me sigue usando como carnada yo seguiré fastidiándolo con el silencio.

Oí en algún lugar que la mejor manera para hacer que una persona pierda su paciencia es con el silencio. Él me fastidia a su manera, yo lo fastidio a mi manera.

—Es mejor que hables a menos que quieras que te obligue a hablar.

Oblígame pensé.

Pero solo giré un poco mi cabeza para verlo y hacerle una mueca de fastidio. Me reí internamente al ver como borraba esa estúpida sonrisa de su rostro.

—¿Qué quieres? —hablé finalmente.

Noté que caminó hasta quedar en frente mío—. Bien, ya que quieres que valla al grano... ¿cómo llegaste? —preguntó.

¿Enserio? ¿Aún lo pregunta? Ni siquiera yo sé cómo llegué hasta aquí.

Me encogí de hombros—. Ya lo dije, no-lo-sé —respondí fríamente.

—Algo tuviste que haber hecho, no puedes aparecer aquí de la nada.

—Oh vamos, supéralo. ¿Por qué tanta preocupación? Te diviertes usándome y apuesto cualquier cosa a que más adelante disfrutarás verme suplicándote que pares —dije secamente. Era cierto, si sigo en este lugar no me sorprendería verme involúcrala en juegos salvajes.

Dejarlo todo por amor (Peter Pan y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora