[28] Una pesadilla

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—Bueno pues... —inició a hablar ___— ya me voy —caminó hasta la puerta lo más rápido que pudo y antes de salir se despidió.

La lluvia había disminuido a una muy ligera llovizna. Ella se dirigió a su tienda y entró para irse a descansar. Tras haber tenido un largo día era razonable que recibiera una siesta. Antes de que sus ojos se cerraran ella dio una simple y cálida sonrisa al recordar los ojos verdes de aquel muchacho que le hacía sentir mariposas revolotear en su estómago.

Según ella estaba enamorada. ¿Pero que significaba ese "amor"?

Lo que ella creería sería un amor sincero, integro y mil y un cosas buenas que estén relacionadas. A decir verdad, era nada más que la pura ignorancia la que le hacia ver otras cosas.

No hay que culparla, ella estaba bajo los efectos de un encantamiento.

Pero la mentira le hacía creer otras cosas. El egoísmo le hacía solo concentrarme en él. La maldad la obligaba a fingir sin siquiera darse cuenta de ello.

Pero no todo era de colores alegres.

No solo daba el resultado de un enamoramiento profundo.

Sino que también provocaba ciertos cambios en la actitud de la chica.

Su personalidad y actitud eran diferentes.

En un principio es amable, lista, leal, y muchas cosas buenas que le hacían ser una buena persona.

Y alternativamente podría llegar al final como alguien egoísta, burlesca, traidora, y cualquier otra cosa que le diera la imagen de una persona la cual no debía de confiar.

Pero como en todo cuento de hadas, el amor le haría cambiar.

¿Llegar a acabar con el hechizo? Por supuesto que no.

Pero le haría reaccionar y a darse cuenta del resultado de sus acciones y el cambio que ofrecería si quisiera ser diferente.

¿Acaso tendría que ser la misma chica risueña y divertida que era hace unos días atrás?

Puede que si, pero también puede que no.

El resultado podría ser alternativo o combinado.

(...)

Desde aquella vez, la cosa se había vuelto un poco más personal en su relación.

La timidez se había difuminado hasta desaparecer. La confianza aumentó y consigo mismo aumentó también las bromas pesadas y las malas intenciones.

Pero también creció la amistad que tenía con aquellas dos sirenas que había conocido y también con la chica dulce y simpática llamada Wendy.

Las amistades con los niños pequeños era algo bonito, ellos reflejaban inocencia.

Pero los chicos de su edad eran divertidos, aunque también cabe recalcar que en más de alguna ocasión se comportaban como unos idiotas.

Su entretenimiento se basaba en la lectura la mayor parte del tiempo. El tener que leer le hacía olvidarse del tiempo y le hacía pasar horas seguidas hasta que se daba cuenta de que ya había anochecido.

El dibujo y la escritura también lo eran; pero más que nada era la escritura.

E incluso iba y explotaba la isla. Nunca terminaba de sorprenderse al ver maravillosas cosas allí.

(...)

El simple hecho de tener que aparentar ser diferente era algo verdaderamente cansado. Pero, el tener que fingir sin darse cuenta de ello... resultaba ser algo poco agotador.

Dejarlo todo por amor (Peter Pan y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora