[36] Complacer al rey

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Hace mucho frío. 

¿Por que me dormí aquí? me pregunté cuando abrí los ojos y notaba como el cielo ya estaba oscuro y las estrellas parpadeaban. 

Me apoyé en mis codos y veía como estaba en el lugar que más quería. Me levanté y esta vez sacudí mi ropa de la poca tierra que tenía. Me estiré un poco y ahora lo único que quería era cambiar mis prendas manchadas de tierra y sangre y una cama para continuar durmiendo.

Narrador omnisciente

Lo que una vez la chica vio durante el día, fue borrado de su mente. 

Nunca pasó nada en su cabeza, no vio a nadie en el agua, no habló con nadie, y no se desmayó del miedo. Solo recordaba haberse quedado acostada viendo las nubes y había quedado dormida.

El frío le molestaba en ese rato y envolvía sus manos en sus brazos para cubrirse. sentía como si el camino al campamento fuese eterno, sus pies le dolían y el frío no terminaba. 

Para cuando había llegado, observó como es que todo era un silencio, y no veía a nadie. Lo meditó dos veces, hace poco había aprendido de memoria el camino, y ahora resultaba que no había nada.

—Qué pasa, recuerdo muy bien que era por aquí... —murmuró aún confundida.

—¿No lo recuerdas? —preguntaron detrás de ella.

_____ había gritado del susto—. ¡Te dije que dejaras de hacer eso! —le dijo al chico que siempre le molestaba de la misma forma.

El muchacho rió al verla—. No te quejes, he bajado mi nivel de bromas hacia ti —respondió mientras le daba un abrazo—, recuerda que cada cierto tiempo cambio la ubicación del campamento. 

—Eso es tonto, digo, ¿por qué lo harías cada corto lapso de tiempo? No es como que te persiguieran o algo parecido.

—Tienes razón, no me persiguen —o al menos no ahora, pensó— pero, tampoco estamos en condiciones para arriesgarnos.

—Lo que digas —dijo la joven, estremeciéndose del frío—, lo único que me interesa ahora es cambiar esto —dijo viendo su ropa sucia—... pero al parecer tengo que ir a dar otra larga caminata hasta llegar —sintió una pesadez al pensar en ir a dar otro largo camino, aunque recordó algo y había encontrado una solución—. Duda, ¿haz cambiado de posición aún tu cabaña?

El joven le pareció rara la pregunta pero respondió—. No, aún no... ¿Por qué lo preguntas?

—Ah, por algo —no entró en detalle y caminó hacia el mencionado lugar, dejando al muchacho donde estaba. 

Entró a la cabaña y caminó hacia uno de los muebles con cajones, jaló de uno hasta de último y encontró ropa suya. Guardaba una que otra blusa o pantalón en caso de algún accidente o por otras razones. 

Sonrió aliviada, y tomó unas prendas; una blusa y un pantalón. Regresó hacia la puerta y la cerró sin siquiera importarle si su compañero seguía afuera. Comenzó a cambiar de ropa hasta que había quedado bien, amarró las agujetas de sus zapatos y la puerta se abrió, revelando al joven que la vio amarrando sus zapatos. 

Ella aún agachada levantó la vista y le sonrió—. Por cierto, últimamente he estado fallando con el arco. Según Tony, dice que debo de mejorar las posturas y la forma de agarrarlo; tal vez puedas ayudarme —sugirió levantándose y quedando frente a él—. También pensaba en que me dieras ese libro —señaló— para saber mejor como curar las heridas —dijo recordando el incidente de ese día—. También pensaba en que no deberías de dejarle a un niño de 9 años a cargo de una ballesta, puede lastimar a alguien —y otra vez recordó como días atrás un niño había dicho que Pan lo había dejado a cargo de esa arma. 

Dejarlo todo por amor (Peter Pan y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora