[15] Thomas y Wilson

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De nuevo estaba libre. Quería correr pero tenía miedo de que otra vez me hicieran lo mismo o algo más peor.

Me quedé en el mismo lugar, me acomodé para quedar sentada debajo del árbol. No se cuanto tiempo pasó pero yo calculaba qué tal vez ya era medio día.

Habían niños jugando, otros haciendo tareas o solamente descansando. No me había movido de mi lugar.

Cerré los ojos por un momento, de repente sentí que alguien se sentaba a la par mía.

Abrí los ojos y giré mi cabeza para ver quien era. Me di cuenta de que era el mismo niño que me había amenazado con una espada en mi cuello la vez pasada. Y también era él, el que me había hecho una herida en mi mejilla.

—Hola —saludó.

No le respondí, no me daba confianza.

—¿No hablas? —preguntó.

Yo solo seguía en silencio.

—Oye, am... las últimas veces no fui bueno contigo... —habló en voz baja.

Hice como que lo ignoraba pero en realidad escuchaba con atención.

—Lo siento —no sabía si creerle o no. Pero había un toque en sus palabras que me decía que hablaba con sinceridad.

Dio un suspiro e hizo un movimiento por levantarse pero rápido hablé.

—Está bien, te perdono —hablé.

Solo me escucho y lo pensó por unos segundos para volver a sentarse a la par mía.

—No me gustó hacerte daño y asustarte —se confesó.

Ese niño parecía que hablaba con la verdad, me era imposible convertirlo en alguien que no me agradara.

—Descuida... ya pasó —le respondí serena.

Este me vio y se levantó, me tendió su mano izquierda y habló—. Ven conmigo, puedo ayudarte con tu herida.

¿Hablaba en serio? Yo no me moví, solo lo seguí viendo.

—¿Vas a venir o no? —cuestionó.

Me levante y caminé detrás de él. Caminaba por un camino donde habían demasiadas flores, eran muy hermosas. Me choqué con él accidentalmente cuando él dejó de caminar.

Vi en frente de él una hermosa flor, tenía un tallo grande y sus hojas eran increíblemente sorprendentes. Me di cuenta de que su color era como el verde jade.

Noté que el niño sacó una daga y caminó hasta quedar cerca de las hojas de la flor; agarró una hoja y con la ayuda de la daga la cortó.

Al instante en que la hoja fue separada del pequeño y fino tallo; toda la planta, incluyendo la flor, se tornaron a un verde marchito.

Y luego se tornó a un verde muy oscuro acompañado con un color café apagado, la planta había muerto.

—¿Por que lo hiciste? —pregunté aún viendo la planta sin vida.

—Tranquila. Mira en 3... 2... 1...

La flor empezó a tornarse a un color cálido haciendo que el color llegara al tallo. Era sorprendente ver como las hojas empezaban a cobrar vida de nuevo. Aquella hermosa y delicada flor se desprendió del tallo, pero al instante un hermoso capullo apareció ocupando el lugar de la flor caída.

La planta estaba como nueva, solo que el único cambio que tenía era el capullo que remplazaba el lugar de la fina flor.

Luego de ver aquel espectáculo, el niño tomó ambos extremos de la hoja tirando de el, ahora estaba dividida en dos.

Dejarlo todo por amor (Peter Pan y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora