[23] Un encantamiento

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—Solo tenías que hacer una cosa y no pudiste hacerlo —reprochó mirándole.    

—No es mi culpa ser un encanto de persona y no una basura como lo que tengo enfrente mía —respondió.

—Llámame como quieras. Solo te digo que no le hables. Ignórala, aléjate, o lo que quieras pero no te le acerques —le dijo, sabía cuales podrían ser sus intenciones.

—¿Acaso piensas mal de mí? ¡Ja! El león juzga por su condición —le respondió dandole una mirada de pies a cabeza— sabes muy bien que tú harías eso, así que eso es lo que piensas, crees que todos los demás somos como tú.

—No, claro que no, te conozco. Al principio pensé diferente sobre ti pero valla sorpresa la que me llevé al saber como eras en realidad. Así que no te le acerques...

—El que nada debe nada teme —respondió firme— por más que me ordenes, por más que me amenaces no haré lo que tú digas —dijo— yo haré que ella siga viendo quién eres realmente. No dejare que caiga en tu patético juego.

—Hay cosa... —le vio incrédulo— ¿Enserio crees que ella te creerá? Primero me encargaré de que vea quién eres.

—Haz lo que quieras, no me importa —le restó importancia— arráncame el corazón si quieres pero ella verá quién eres en realidad.

—No hay necesidad de hacer eso, tengo muy buenas estrategias —contestó arrogante—. Tengo todo muy bien planeado.

—Claro... solo te digo que tengas cuidado... porque muy pronto caerás...

(...)

Estando en su cabaña, caminaba de un lado a otro. Pensando y pensando en lo que haría. Era de madrugada, una excelente hora para pensar sin ningún ruido o distracción.

El sueño no lo atacaba, ahora más que nada estaba pensando en que hacer.

Sabía lo que pasaría más adelante si todo saliera como él lo planeaba. Pero también sabía que pasaría si todo no saliera acorde a su plan.

Su ceño estaba levemente fruncido, pensando en que hacer. Tenía que haber alguna forma para hacer que ella no cambiara los planes, o de lo contrario todo se iría a la basura.

Su vista estaba dirigida hacia el suelo. Sus pensamientos iban y venían de acuerdo a algunas diferentes estrategias que podría considerar usar.

En lo que caminaba no se dio cuenta y se quedó en frente de aquel espejo.

Detuvo sus pasos mientras observaba su reflejo en el espejo. Veía como su cabello estaba alborotado debido a esos pequeños tiempos en donde se llevaba las manos a su cabeza por la frustración. Veía su pálida piel, sus ojos, las ojeras que tenía debido a la falta de sueño.

Pero dejó de ver su reflejo cuando en frente suya, en el mismo espejo, comenzó a ver un resplandeciente y brillante corazón. Y seguido de eso vio un reloj de arena, la arena había dejado de caer por el pequeño espacio de en medio. Se había detenido.

Contemplo aquella imagen, admirándola lo más que podía. Pero cerró sus ojos y sacudió un poco su cabeza. No iba a dejar que el espejo le diera una mala jugada.

Continuó caminado en círculos por la cabaña. Analizando en lo que haría, pero esta vez ninguna idea llegaba a su mente.

Sin saber que hacer, decidió irse a dormir. Muy probablemente no ideaba nada por la falta de sueño, pasó en frente de una librera y retrocedió unos cuantos pasos hasta volver a quedar en frente de la librera.

Muchos libros viejos y de pasta algo gruesa estaban llenos de polvo debido a la falta de uso.

Se dedicó a ver los títulos de los libros, sabía que algo podría ayudarlo y acertó.

Un libro de hechizos. ¿Por qué no utilizarlo? Era lo más fácil para hacer, llenarle la cabeza con engaños sin que se diera cuenta, hacerle creer que en realidad no era una mala persona. Era su especialidad ¿no? Confundir y engañar a personas.

Aún pensando, tomó aquel viejo libro y comenzó a leerlo, buscando algo que le ayudara. No tuvieron que pasar 3 minutos para encontrar lo que necesitaba...

Iba a ser un reto fácil de cumplir, podría ignorarla por toda una eternidad y ella aún seguiría esperándolo con los brazos abiertos. Si él quisiera, tenía la oportunidad para tratarla su antojo y ella aún seguiría viéndolo con ojos risueños. Ella, si quisiera, llegaría a sacrificarse con tal de salvarlo, haría lo que fuera por él.

Tomándolo como algo divertido, pensaba dárselo en la misma forma tradicional de su madre, en una roja, dulce, y apetecible manzana.

Sabía a donde iba cada día, sabía que la mayor parte del tiempo se la pasaba alejada de los demás, pero también sabía que habían otras personas que se le acercaban y querían acercársele, pero vamos, ¿quien se daría cuenta? Nadie, nadie se tomaba la molestia en pensar sobre cada detalle de la isla, nadie penaría mal de una simple manzana.

(...)

Pocas horas faltaban para que los rayos de sol iluminaran todo el lugar, el ambiente aún estaba oscuro, nadie estaba despierto aún, solo él.

A unos cuantos metros de el pequeño lago, había aparecido un árbol, no se notaba mucho la diferencia debido a toda las demás plantas. Pero este era especial, una de todas las manzanas que habían; era especial. Las demás eran cotidianas y simples, pero solo una era peculiar.

Cuando el simple árbol ya estaba listo fijó su vista en aquella rojiza y atrayente manzana, no pudo evitar pensar en Adán, Eva y el fruto prohibido.

Sabía que habría más de alguien que sin saber, le advertiría que no comiera la fruta. Pero también sabía que la tentación haría que de todas formas le diera un mordisco al fruto.

Con solo una mordida habría cometido un gran error. Con solo esa mordida había dado por iniciada una cadena de nerviosismo, de atracción, sumisión, y se podría decir que de amor.

Probablemente la locura terminaría arruinándola, tal vez toda ella sería muy diferente en un futuro.

Pero si había que hacer todo esto para que en un futuro todo saliera acorde al plan, pues no le molestaba hacer un pequeño sacrificio.

También pensó que, con solo una mordida tendría a la persona más fiel y leal a su lado. Dispuesta a cumplir cualquier orden que le diera, sería como una pequeña muñeca que podría usarla para jugar.

Pero dejando a un lado todos esos pensamientos, solo era cuestión de tiempo para que ella se acercara y así cometiera un error.

Tiempo.

El tiempo era suficiente para esperarla.

Y él estaría ahí para ver las reacciones que tendría, apostaba a que se reiría un poco al verla. Ya podía imaginarse lo primero que haría ella cuando ya estuviera segada por aquel encantamiento.

Dejarlo todo por amor (Peter Pan y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora