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Cómo en toda historia cliché no se puede iniciar sin que nuestro protagonista no se despierte tarde en uno de los días más importantes de su vida o bueno por lo menos de la semana.

Ese día tenía una entrevista sumamente importante y el despertador no había sonado o mejor dicho sí había cumplido su función a la hora prevista, pero decidió posponerla veinte minutos más.

Grave error.

Esos veinte minutos se habían convertido en cuarenta y ahora iba demasiado tarde. Ni siquiera desayunó y salió como alma que lleva el diablo mientras se acomodaba la corbata a medida que iba bajando las escaleras del edificio donde vivía modestamente. Bajo el brazo llevaba sus papeles y un excelente currículum con buenas recomendaciones por parte de sus profesores de la universidad, esperaba que la entrevista no fuera tan dura, la vacante solicitada era para asistente del presidente general de la empresa y la verdad estaba un poco intimidado pues los rumores decían que el dueño era un viejo cascarrabias demasiado exigente y difícil de complacer, tanto que los asistentes pasados no habían durado más de un mes, he ahí la razón del por qué Sugawara iba decidido a conseguir el empleo.

Sinceramente no esperaba tener que pedir empleo de asistente, él había estudiado Economía y Finanzas, pero también sabía que antes de pedir un puesto gerencial tenía que iniciar desde abajo y que mejor que comenzar en esa empresa de gran prestigio que se dedicaba a la publicidad de diferentes productos. Era el trabajo perfecto o eso creía.

Cruzó las calles a toda velocidad sin fijarse si los semáforos indicaban el paso o no y ahí estuvo el segundo error. El claxon sonó tan fuerte que casi lo ensordecio, sentía el corazón palpitar en sus oídos y juraría que el color se le había ido del rostro, sin embargo lejos de estar asustado estaba muy molesto.

Casi iba a ser atropellado por ese auto Mercedez Benz negro ¿Qué se creía el tipo? ¿Qué solo por manejar un auto caro ya podía hacer lo que se le viniera en gana? Estaba muy equivocado

—¿Manejas con el culo?— vocifero Koushi bastante frustrado por toda la situación, ya de por sí iba tarde y luego se presentaba este inconveniente que sólo lo retrasaba aún más.

—¿Disculpa?— El conductor asomó su cabeza por la ventana —Fuiste tú el que no se fijó antes de cruzar la calle— frunció el entrecejo bastante indignado.

—Es un maldito paso peatonal— señaló lo obvio

—Y también un estúpido carril— dijo el hombre —¿Quieres fijarte por dónde caminas antes de lanzarte? Porque no creo que estés hecho de hule—

—Maldito idiota— exclamó antes de seguir con su camino y seguir en su carrera contra el tiempo.

—Maldito loco— susurro más para sí que para el peligris que ya se había retirado

El conductor del Mercedez subió la ventana de nuevo apretando el volante fuertemente, ese chico sí que le había sacado un susto. No podía tener más escándalos rondando su persona, suficiente tenía con el de haber roto su compromiso. Era natural que no quisiera a la prensa acosandolo y ahora con el motivo de que había atropellado a un chiquillo tonto.

«Maldición, espero no verlo nunca más en mi vida»

Arrancó de nuevo y se dirigió a su destino sin volver a pensar en lo ocurrido, ya no valía la pena dedicarle más pensamientos, iba tarde a reunirse con el gerente de Recursos humanos, no tenía tiempo que perder si quería cumplir con la agenda ese día.

El edificio modernista era sumamente imponente, realmente no sabía si le darían el puesto de trabajo, pero no perdía nada con intentarlo, además ya había corrido lo suficiente para llegar a tiempo y que se arrepintiera en el último momento no era una opción, incluso estuvo apunto de morir por un inconsciente miserable.

«Ese imbécil, espero nunca verlo. Cree que porque es rico puede cruzar con su carro lujoso por dónde quiera y uno debe cargar con la culpa» 

Koushi se dirigió a la recepción donde una coqueta señorita le indicó que la entrevista sería ofrecida personalmente por el presidente y que subiera al último piso para esperar por su turno, aquello hizo dudar un poco al peligris. Subió por elevador mientras iba repasando mentalmente las posibles preguntas que el presidente le haría y como debía contestarlas, tenía que mostrar seguridad y que era una buena opción, sin embargo su valentía se fue al caño cuando las puertas del elevador se abrió y vió a la competencia sumamente pálida, todos miraban la puerta de la oficina principal como si fueran las puertas del mismo infierno y él no entendía nada, quizás exageraban.

No era como si el jefe fuera Satanás en persona o algo así ¿Verdad?

Las puertas se abrieron y salió un aspirante con la cabeza gacha y bastante deprimido, a simple vista se podría decir que le había ido mal.

«Genial, menos competencia... Aunque pobre chico»

—Sugawara Koushi— llamó una chica pelirroja muy bien vestida y el mencionado se acercó dando los últimos toques a su aspecto porque ya saben lo que dicen sobre las primeras impresiones; son las que nunca se olvidan.

El aspirante entró a la oficina viendo todo de reojo pareciendole muy elegante y pulcra, digna de un señor de cuarenta años. Aún no conocía al dueño de la empresa pero a juzgar por su gusto amueblando suponía que se trataba de un hombre maduro y algo mayor, quizás con hijos y una linda esposa.

La chica se puso a un lado del presidente quien le estaba dando la espalda, gesto que Suga consideró como algo muy descortés, pero tomando en cuenta los rumores suponía que era normal.

—Buenos días, señor presidente— dijo muy seguro de si mismo y antes de que pudiera tomar asiento el dueño ya había lanzado una pregunta dejando helado al peligris

—¿Experiencia?—

—Bueno, acabo de egresar de la universidad y...

—¿Así que no tiene experiencia?—

—No, pero...

—No es lo que busco, Yuki haz que pase el siguiente— dijo sin atreverse a mirarlo ni siquiera una vez —Por favor sal y no me hagas perder el tiempo.

—Espere, yo puedo decirle las razones por las que debe contratarme— espetó tratando de ganar más tiempo.

—Oh sí, —exclamo con ironía—  porque es usted muy responsable, tiene ganas de superarse, aprende rápido, su historia académica es impecable y bla bla bla— contestó el presidente girando su silla mientras se acomodaba los anteojos — Son clásicas y esa charlatanería no me sirve— encaró por primera vez al aspirante y se sorprendió al ver quién era. Parecía una broma del destino, él no quería verlo de nuevo, no obstante ahora lo tenía en sus manos y quizás... sería divertido—Pero miren que tenemos aquí—

Sugawara abrió los ojos con sorpresa queriendo que la tierra se lo tragara, la primera impresión ya la había dado y ahora detestaba lo que había dicho más temprano.

—Tú—

—Soy el maldito idiota— sonrió el castaño logrando que todos los rumores murieran en el proceso. No era un viejo cascarrabias, ni un hombre maduro, era joven y bastante arrogante. Esto no podría estarle pasando —Y tu próximo jefe también, Oikawa Tooru— sonrió con cinismo —Yuki, dile a al señor Bokuto que ya encontré a mi asistente y que prepare un contrato de forma inmediata para el joven Sugawara—

Maldita era su suerte

Mi jefe es un idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora