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La gente iba y venía, parecía un verdadero circo o quizás un zoológico. Oikawa ya estaba acostumbrado a todos los trámites en el aeropuerto, pero Sugawara... Sugawara era otra historia.

Estaba perdido y la mayoría del papeleo lo  tubo que hacer el castaño o en caso contrario perderían el vuelo y eso no era una opción. Sus citas estaban de antemano ya listas y no podía darse el lujo de reacomodar la agenda porque eso le quitaría seriedad.

El asistente estaba claramente avergonzado, mientras que el director... bueno, era evidente que estaba fastidiado.

Su vuelo se anunció y ambos tomaron sus maletas, llegaron con la azafata y le entregaron sus boletos. La chica frunció el entrecejo al momento de revisarlos y después llamó a su supervisor con un pequeño micrófono que tenía.

El supervisor llegó y le sonrió a ambos para tratar de calmarlo antes de que les soltara la noticia que tenía otra ellos.

—Señores, primero que nada quiero disculparme por los inconvenientes. Pero parece que hubo un problema con la compra de los boletos y solo uno pertenece a nuestra clase alta— Oikawa alzó una ceja y sus labios se fruncieron en un puchero infantil.

¿Acaso lo estaban jodiendo? Bueno, si tomaba en cuenta que todo había empezado a salir mal desde que se había embriagado por primera vez y no recordaba absolutamente nada y su abuelo lo había obligado a compartir el viaje, sí, lo estaban jodiendo.

Se volteó a mirar a su asistente y ladeo la cabeza. De verdad seria incomodo para él viajar en clase turista. Pero pues cuando la suerte no estaba de tu lado, ni aunque te pongas.

— Le ofrezco una disculpa, joven Koushi. Supongo que el viaje no será placentero para usted...

—Señor Oikawa — de nuevo fue llamado por el supervisor de la aerolínea y fue ahí cuando las pocas piezas que faltaban se acomodaron.

No, no, no. Tenía que ser una puta broma.

—Ya no diga más, mierda— lo paro en seco antes de que siguiera con su humillación y se prometió que metería una queja con la estúpida aerolínea para que en su jodida vida volvieran a cometer ese clase de errores. — Solo díganme cuál es mi maldito asiento—

Se pasó de largo sin siquiera esperar una respuesta y dejó a Sugawara con la palabra en la boca, quien al ver toda la situación y el malhumor de su jefe no pudo evitar sentirse mal. Por supuesto que la idea de pasar mucho tiempo los dos juntos en un avión le causaba nervios, así que cuando le dijeron que uno de ellos viajaría en otra área sintió una especie de alivio. Más nunca esperó que el que fuera cambiado de lugar sería el castaño.

—¿Habrá manera de que él y yo podamos cambiar asientos?— preguntó con amabilidad.

Estaba claro que Oikawa no era una persona que disfrutaba viajar incómodo, de hecho era evidente que jamás lo había hecho y aquel iba a ser un viaje verdaderamente largo e insoportable para él.

—Por supuesto, pero ha sido tan testarudo que simplemente se fue. Le pedimos disculpas de nueva cuenta por el inconveniente y por favor dígale a su jefe que no nos vaya a demandar—

Vaya, al parecer su fama intolerante a los errores era bastante conocida hasta en ramos que no estaba en sus límites.

Le generó bastante gracia, negó con la cabeza y siguió su camino hacia el avión. Lo que vio fue una verdadera sorpresa, ver la zona vip era sin duda algo nuevo, aunque en realidad todo lo había sido y no podía negar que desde que empezó a trabajar para Oikawa su vida se había vuelto una verdadera montaña rusa y las experiencias que estaba ganando eran sin duda estresantes, pero disfrutables.

Por supuesto que se sentía como un pueblerino al viajar por primera vez en avión y salir de Japón para ir a otros países, sin embargo, estaba dispuesto a disfrutar todo eso aun si sacaba un poco de casillas a su jefe.

—Con que así viajan los ricos ¿eh?— soltó una pequeña risa infantil y se sentó en asiento.

Las horas fueron transcurriendo y el sueño le había ganado a nuestro protagonista quien por fin se había quedado dormido a las tres horas del vuelo y no despertó hasta que sintió una manta ser colocada en él.

Abrió los ojos con pereza y observó a la azafata sonreirle con amabilidad ¿donde...?

Trato de mirar por la ventanilla y la chica le impidió abrir la pequeña persiana.

—Ya casi llegamos a Canadá. Estamos cursando el polo y la luz tiende a lastimar los ojos—

Koushi asintio suavemente y quiso volver a cerrar los ojos para retomar su sueño, pero fue en ese momento que varias incógnitas que lo golpearon de repente y un genuino interés por su jefe nació.

Si ya iban a llegar a Canadá eso significaba que... Mierda, ya habían pasado más de nueve horas de vuelo.

Se levantó con cuidado y camino entre las filas de los pasajeros buscando a una cabellera castaña, quien no fue difícil de encontrar pues se encontraba al final del avión hablando con una de las azafatas, específicamente con la que le había dado la manta.

Tooru estaba cruzado de brazos, se le veía un puchero muy marcado y así como su impaciencia era bastante notoria. Lo que le causó gracia pues para ese tiempo del vuelo pensaba que ya sería capaz de armar un escándalo con tal de que lo cambiaran de área, incluso pensó que en algún momento lo iría a ver y le exigiría un cambio de lugar. Pero no fue así...

Su jefe se percato de presencia y desvío la mirada en gesto digno, claro que estaría molesto, había pasado las últimas horas de lo más incómodo y él en ningún momento se había acomedido en ir a verlo. La azafata soltó una pequeña risa y mientras negaba con la cabeza se dirigió hacia el peligris para tomarlo del hombro.

—No vaya por favor, su pareja es una verdadera sorpresa —

—¿Mi qué...? — repitió consternado al mismo tiempo que sentía como sus mejillas ardían.

—Su pareja me contrato antes de subir al vuelo para atenderlo a usted ¿no se lo dijo?— al ver la expresión de Sugawara volvió a reír — Qué lindo— lo guió de nuevo hacia su asiento — Me mencionó que es la primera vez que viaja fuera del país y quería que su experiencia fuera inolvidable, incluso vino a verlo mientras dormía y me acaba de pedir que le prepare nuestro mejor desayuno. Se ve que está muy enamorado de usted—

—Y...yo, no. Él no....— las palabras no salían de su boca y estaba atónito.

¿Su jefe? ¿Enamorado? ¿De él? IMPOSIBLE!!!

No podía ser posible, tenía que hablar de alguien diferente porque su jefe era un completo y rotundo idiota. No podía ser, no... y aún con todas esas negativas y necedad a creer en las palabras de la chica sentía una calidez en su pecho.

No había forma de que eso fuera cierto, pero se sentía tan bien que el estómago se le revolvió, como si fueran mariposas o un zoológico entero.

Se dejó llevar de nuevo a su lugar y la azafata le llevó lo que Tooru había pedido, sus mejillas no dejaban de arder y le dolían los pómulos por tratar de disimular la sonrisa que luchaba por salir.

No, él no podría estar enamorado. Sólo estaba siendo amable, pero... ¿por qué?

Mi jefe es un idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora