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—¿Así que estás son las modelos para el comercial de cosméticos?— preguntó Oikawa mientras miraba el portafolio que llevaba en manos y caminaba hacia el estudio donde se llevarían a cabo la sesión de fotos.

Todo parecía seguir su curso natural. El castaño había tomado la presidencia de nuevo y nadie se opuso, al contrario, estaban tan agradecidos que más de uno acataba las indicaciones sin rechistar y con una sonrisa en los labios que le causaba escalofríos por lo extraño que era.

¿Dónde estaban las malas caras de todos? Deben de estar locos como para haberlo extrañado, aunque... si tomaba en cuenta el carácter de su abuelo sabía perfectamente que el anciano era aún más difícil de complacer.

Igual solo era cuestión de tiempo para que lo volviesen a considerar un dictador de mierda que obliga a sus trabajadores llegar al extremo para entregar productos de calidad. Así que no debía preocuparse por ese ambiente extraño que lo rodeaba.

Siguio viendo el perfil de las modelos y frunció el entrecejo, le devolvió el portafolio a Sugawara que venía siguiéndolo y se llevó una mano a la cara con cierta frustración.

—Bueno, ya está aprobado y se están tomando las fotografías, no entiendo por qué demonios me están pidiendo autorización — rodó los ojos con hastío

—Las modelos las aprobó el señor Bokuto — contestó Sugawara arreglando los papeles.

Otra cosa que había cambiado al volver es que ya no trataba a su asistente como si fuera su payasito personal. Sabía que la carga de trabajo era tanta que él solo no sería capaz de poder manejarla, así que muy en contra de su propia política personal empezó a darle verdadero trabajo al peligris, cosa que agradeció el mismo pues por fin sentía que era el asistente de un presidente importante.

—¿Quién le dijo a ese idiota que tenía buen ojo para estas cosas?— murmuró entre dientes

—Disculpe señor, estas acciones se tomaron durante su au...

—Sí, sí, sí. Mi ausencia— interrumpió —Es sólo que...

¿Por qué tuvo que elegir él? El hombre estaba tan enamorado de Akaashi que había perdido esa capacidad objetiva de poder opinar al respecto, siempre salía con algún comentario sobre que nadie igualaba en belleza a su esposo y eso lo desesperaba, porque no estaba buscando más Akaashi, sólo alguien que tuviera el perfil para ser la imagen de X o Y producto.

Entonces... ¿Qué había de Kuroo? Bueno, él también representaba un problema, pero en esta ocasión quien lo causaba no era el pelinegro precisamente, sino que se trataba de su prometido; Tsukishina Kei. El rubio era increíblemente celoso y en muchas ocasiones llegó al apartamento del castaño a dormir porque su futuro esposo lo había echado a patadas por el simple hecho de que había llegado oliendo a perfume barato.

Y no lo mal entiendan, Tetsurou podría tener una actitud coqueta. Pero cuando iba enserio era un imbecil total, aún recordaba con bastante diversión como fue su cortejo hacia su prometido, aquello debía ser digno de una comedia romántica. Así que como sus buenos amigos habían perdido toda credibilidad tuvo que encargarse personalmente de todas esas decisiones.

Suspiró con cansancio.

—Tratemos de arreglar este basurero— dictaminó y entró de una vez por todas al estudio donde el fotógrafo al verlo sonrió.

—Gracias al cielo, Torim has vuelto — elevó una plegaria y se acercó a él quitando a las modelos de su camino. —Esto se estaba volviendo un desastre sin ti. Yoshino ya no entiende estas cosas y los zoquetes que tienes por amigos menos, uno cegado por amor y el otro temiendole su domador— se llevó una mano a la frente —Eres el único con buen gusto para esto—

—Veamos que podemos hacer— Tooru asintió tratando de tranquilizar al fotógrafo y se acercó a las modelos quien al notar su presencia formaron una línea.

Sugawara se quedó a lado del fotógrafo quien no dejaba de mirarlo con atención. Ya sabía que la dirección de Oikawa era impecable, pero que esa importancia se expandiera a otros departamentos era sin duda sorprendente.

El castaño se acercó a cada modelo y una por una fue tocando con suavidad su tez, sus ojos las escuadriñaba con lujo de detalles y eso ponía nerviosas a las muchachas quienes no ocultaban esa emoción por tener a un soltero tan codiciado viéndolas tan de cerca.

Sin embargo, por alguna extraña razón eso le causó cierta molestia al asistente, quien tampoco dejaba de ver al presidente como si estuviera cuidando cada mínima acción de su jefe deseando que esa mirada profesional no cambiase por alguna expresión más.

¿Por qué tenia que verlas tan de cerca?

—No te preocupes— la voz del fotógrafo lo trajo de nuevo a la realidad —Jamás ha salido con alguien del trabajo— Koushi lo miró unos cuantos segundos tratando de descifrar porque le había dicho aquello —Debe ser realmente bueno que por fin se haya roto su compromiso con Iwaizumi —

—¿Eh...? — sus mejillas enrojecieron y no supo bien cómo reaccionar.

—Bueno para él por supuesto— intervino cuando vio la reacción del peligris —Siempre ha sido un espíritu libre con el defecto de ser un adicto al trabajo y un total perfeccionista, supongo que es lo unico que lo mantiene atado a su soltería. No siempre sabes que es lo que está pensando, sin embargo, es un buen hombre— le guiño un ojo y lo dejó para acercarse a Oikawa quien parecía necesitar ayuda pues una de las modelos se le había colgado del cuello en un efusivo abrazo —Ya suéltalo, niña. Acaba de volver—

La chica estaba tan contenta que no dejaba de dar pequeños saltos y por primera vez Koushi observó en su jefe una expresión que nunca había visto. Era... una sonrisa tierna y suave, una sonrisa que le estaba dedicando a la modelo.

¿Por qué estaba sintiendo eso?

Mi jefe es un idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora