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Por fin la hora de la salida llegó, santo momento del día en el que agradecía haber sobrevivido un cochino día más.

Zeus estaba dormido sobre el suelo y su jefe ya no le había pedido nada más, todo estaba bien.

Un momento de paz y tranquilidad.

Bajo por el elevador mientras se sobaba la espalda. Dios, lidiar con un perro de noventa kilos era mucho para su pobre alma, necesitaba un maldito aumento o renunciar, pero la segunda opción no era viable. Ya tenía muchos gastos y sinceramente no estaba dispuesto a pasar por varias entrevistas que no lo llevarían a ninguna parte.

Así que no, no iba a renunciar.

No se iba a dejar amedrentar por su jefe, ya había soportado casi los tres meses, no se iba a echar para atrás cuando estaba a punto de conseguir su contrato definitivo en la empresa. Tenía la teoría de que una vez que consiguiera su permanencia las cosas dejarían de ser tan hostiles para él, el señor Bokuto y el abuelo de su jefe lo respaldaban, sólo tenía que resistir semana y media más y todos sus problemas, o por lo menos unos cuantos, se solucionarían.

Salió feliz, con el sentimiento de libertad inundando sus sentidos mientras se metía las manos en los bolsillos para buscar su billetera y entonces, aquel efímero, corto y bello momento se esfumó.

Su maldita billetera no estaba por ninguna parte.

Se buscó en todos los lugares posibles y cuando se resigno a irse caminando recordó que quizás la había dejado en su oficina, así que de nueva cuenta emprendió su regreso hacia el hogar de satanás: el piso de Oikawa Tooru.

El edificio ya estaba casi vacío y por ende el silencio ya empezaba a reinar, así como departamento por departamento empezaron a apagar las luces, sin duda la vista empezaba a ser aterradora. El elevador estaba vacío a excepción de él y por primera vez sintió que se movía terriblemente lento.

—Ya me quiero largar y este pedazo de chatarra no sube más rápido—

Las puertas se abrieron y caminó dando largas zancadas hacia su escritorio. Buscó entre algunas carpetas hasta que por fin encontró la billetera debajo de uno de los juguetes de Zeus.

—Lo que me faltaba. Tu dueño no se llevó tus cosas— bufó y apretó el juguete que inmediatamente chillo y ante el sonido se escuchó un ladrido y unos pasos bastante pesados y acelerados.

Sugawara abrió los ojos con sorpresa y se arrepintió de haber tomado el juguete, pues en menos de lo que pensó ya tenía al gran danés encima suyo.

—Mierda— exclamó cuando el canino empezó a jugar con él buscando el juguete. Koushi trató de zafarse como pudo y empezó a mover el juguete llamando la atención de Zeus quien estaba muy dispuesto a obedecer al peligris por primera vez en todo el día.

El peligris alzó el juguete y el perro ladro, sin embargo, el asistente no se dejó intimidar y colocó un dedo sobre sus labios indicando silencio. Si Zeus aún estaba aquí significaba que su jefe también.

—Muy bien, Zeus— empezó a caminar hacia la oficina del castaño —¿Quién es un buen chico? ¿Quién es un buen chico?— el cachorro movió sus pesadas patas algo inquieto y antes de que se abalanzara el asistente le lanzó el juguete y este lo atrapó para echarse sobre el suelo y morderlo con cariño.

Koushi suspiró y asomo su cabeza en la oficina de Oikawa, pero esta estaba vacía. En el perchero estaba su saco colgado y en el cenicero había un cigarrillo a medio terminar, lo que significaba que aún seguía ahí, pero ¿donde?

Bueno, realmente ya no le interesaba. Su horario de trabajo ya había terminado y no le iban a pagar horas extras, así que...

—¿Por qué seguirá aquí? —

La duda y la culpa de dejarlo solo no pudo con él, aunque sabía bien que si bien el castaño pudo pedirle ayuda no lo había hecho, así que era su problema ¿no?

Dirigió su vista al final del pasillo y ahí pudo ver una de las luces encendidas, se supone que ese era el archivo. Pero ¿Por qué estaba ahí? ¿Qué estaba buscando?

Empezó a caminar y se asomó con cautela para ver como el castaño estaba hundido en carpetas y sus ojitos ya se veían cansados detrás de las vitrinas de sus anteojos. ¿Desde a que hora estaba ahí?

—Señor Oikawa...— susurró y el castaño alzó la vista

—Joven Sugawara ¿No es muy tarde para usted?— cuestionó y regresó su atención a los documentos

—¿No debería ser yo quien haga esa pregunta?— se cruzó de brazos para adentrarse al cuarto.

—¿Preocupado por mi?— Tooru soltó una pequeña risa y se retiró los anteojos para tallarse el rostro

—Usted es mi jefe, este trabajo lo debería estar haciendo yo. Pero parece que le encanta ser masoquista— hizo un ademán y le quito con suavidad la carpeta que sostenía el castaño.

"Kia motors"

¿Esa no era la empresa con la que se iba a trabajar después del aniversario?

—¿Así que busca todos los contratos de aquí?— cuestionó y Tooru suspiró cansado

—En efecto— afirmó —Ha sido nuestro cliente desde que inició y era tan pequeña que ninguna empresa de publicidad quería trabajar con ella, pero... han surgido unos inconvenientes — se encogió de hombros —Atsumu va a defender el caso si es que requiere el ámbito legal, pero necesita todos los contratos y papeles — abrió otra carpeta y siguió leyendo.

Sugawara lo miró con pesar y sintió admiración por lo dedicado que era. Sin embargo, también se sintió mal por la sencilla razón de que su jefe no conocía la definición de descansar.

Su jefe era un idiota.

Continuó leyendo la carpeta que le había quitado y frunció el entrecejo cuando encontró una anomalía.

—Oiga, señor ¿No es el señor Mitsubisha quien siempre firma los contratos?—

—Sí— afirmó —¿A que viene la pregunta?

—En este contrato, lo firmó un tal Asuma— Oikawa se quedó pensativo y se acercó para leer lo que había encontrado su asistente.

Inclinó su torso y de pronto estuvieron tan cerca que Sugawara fue capaz de percibir la colonia del castaño y ante exquisito aroma sus mejillas se tiñeron de carmín

—Felicidades, joven Sugawara— dijo quedito que estremeció al mencionado —Ha sido mi salvavidas — sonrió con coquetería y el cerebro del peligris hizo corto circuito lo que le hizo imposible contestar

—S...sí— balbuceó cuando sintió la mano del castaño en su espalda, casi al borde de su cintura empujando hacia adelante

—Salgamos de aquí — susurró y Koushi acato saliendo casi corriendo del cuarto.

Sentía las mejillas arder y Tooru lo sabía, pues mantenía ese aire coqueto que le había mostrado cuando despertó en su apartamento

—Lo llevaré a su casa— dictaminó —Espere, voy por mis cosas y por Zeus y nos podremos ir—

Sugawara estaba muy contrariado para negarse y cuando quiso hacerlo ya era demasiado tarde, el castaño venía con su saco en el hombro y Zeus le venía siguiendo.

Dios... ¿Por qué demonios se había regresado? Siempre salía algo mal cuando salía sólo con él y estaba seguro que en esta ocasión no sería la excepción.

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Buenas, buenas. Una disculpa, yo dije que lo traería luego luego a cambio de una picafresa, peroooo llego bien cansada de la uni y me duermo y cuando quiero escribir solo se me ocurren cosas para el nuevo fic que me trae toda sgskcdjhdjhs. Si lo están leyendo los tqm y si no, los invito a que lo lea, también es oisuga y es un joyon (según yo)

Bueno, eso era todo. Los tqm

Mi jefe es un idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora