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—Esto es una mierda...— blasfemo Iwaizumi mientras tomaba otro vaso de whisky —Él no va querer volver conmigo y tú ya has perdido bastante el tiempo— negó con la cabeza en un gesto que lucia lleno de cansancio así como frustración por no poder hacer nada por solucionar toda la situación.

Oikawa suspiró y también le dio un sorbo a su coñac, para esas alturas estaba seguro que ya necesitaba algo más fuerte para aligerar toda la carga que llevaba en los hombros.

Todo estaba del carajo y había sido su culpa, por haber sido tan blando en su propia determinación y por no haber querido hablar claro desde un inicio. Ahora todo parecía complicarse lentamente hasta el grado de no tener palabras de consuelo para su amigo de la infancia.

¿Qué podría decirle alguien que no tenía ni puta idea de lo que era estar enamorado?

Lo mucho que podía ofrecer era su compañía para que no se alcoholizara en soledad y eso lo hacía sentir aún más culpable.

¿Qué otra cosa podría hacer? ¿Hablar con Sawamura? Seguro no le creería ni una sola palabra de todo lo que le dijera, después de todo él era la fuente de todas sus inseguridades. Por supuesto que era inocente, él no se había acostado con Iwaizumi desde que... desde que sospechó que algo había entre los dos y todos los miércoles que se iban juntos era sólo para deshacerse del estúpido compromiso, pues cada semana Tooru armaba un escándalo y un berrinche con tal de que la familia del moreno desistiera de casarlo con él al darse cuenta que era la peor opción para el hijo único de tan distinguido linaje. Pero nada había funcionado y continuaban complaciente cada capricho y berrinche con tal de que se casaran.

Que si Oikawa quería la boda en Grecia, lo discutían y aceptaban.

Que si quería casarse con un traje hecho exclusivamente para él, hablaban con todas las casas de moda para que se adptaran a los gustos del castaño.

Que si quería que Zeus entregará los anillos, pues contrataban un maldito entrenador para lograrlo.

Que si quería la ceremonia en Italia y luego la fiesta en Argentina, le traían los costos de todas las agencias de viaje.

Y así... cada maldito capricho que se le ocurriese lo terminaban cumpliendo y no podía entender el afán por el que ellos desposaran cuando había hecho hasta lo imposible para quedar como el peor posible prometido.

Ya no tenía más... lo último que hizo fue haber renunciado al apellido y su puesto como director de la empresa, todo por lo que había trabajado ya lo había dado y aún así...

—Creo que es mejor que nos casemos y terminemos con esta mierda de una vez por todas—

No...

—¿Qué?— repitió cómo si no hubiese escuchado la primera vez —¿Acaso eres idiota?

—¿Debería estarlo para aceptar casarme contigo?—

—No puedes simplemente renunciar por un malentendido— el castaño se defendió mientras se servía más licor en su copa para amortiguar tan descabellada idea.

—¿No puedo hacerlo?— repitió Hajime ya presa del poco juicio gracias al alcohol

—Tú no me amas...— susurró dándole un sorbo al coñac —Y yo... no puedo amarte

—Pero ya lo hemos perdido todo ¿no? ¿Qué mas nos queda?— sus ojos se volvieron cristalinos —Quizás si nos casamos puedas recuperar tu lugar en la empresa y yo...

—¿No lo entiendes? — interrumpió antes de que el moreno dijera lo que estaba pensando y que seguramente sería un error el simple hecho de pronunciar —No puedo amarte, Hajime.  No puedo hacerte feliz y jamás me perdonaría a condenarte a vivir una eterna infelicidad cuando ya probaste lo bello que es ser correspondido. No importa cuanto lo intente, simplemente no puedo hacerlo.

—Pero... ¿Qué más podemos hacer? Has dado tanto y yo...— negó con la cabeza como si quisiera espantar cada una de sus inseguridades que empezaban atormentarlo.

No había hecho nada relevante para salvar su relación con Daichi, todo el peso lo estaba cargando Oikawa y la única decisión sensata que llegó a tener fue dejarlo libre para que ya no sufriera más, aún si eso significaba que el que debía sufrir era él.

No lo merecía, pero tampoco quería seguir atado a la misma situación.

—Esperar...— respondió finalmente el castaño encogiendose de hombros como si fuese la solución a todos sus problemas —Yoshino ya no tiene con qué amenazarme y pienso en llevarle mi carta de renuncia el día de mañana

—Lo perderás todo, Tooru— pero el castaño se volvió a encoger de hombros como si no importase.

—No voy a ser su títere para que haga conmigo lo que quiera, además...— hizo una pausa y esbozó una sonrisa ladina —si nos casamos por supuesto me tendrías que mantener— bromeó y ante el comentario Hajime soltó una carcajada

—Eres muy costoso para ser mantenido— negó con la cabeza

—Eres vicepresidente, claro que te debe de alcanzar para mantener al privilegio que soy— volvió a bromear y ambos rieron.

Ambos sabían que siempre serían buenos amigos porque así funcionaban ellos, siempre como una amistad, pero nunca como un matrimonio. Hacía tiempo que lo habían aceptado y era cuestión de tiempo para que sus familias también lo hicieran.

—Gracias...

—Oh vamos, no me agradezcas. En vez de eso puedes comprarme otra botella de estas— señaló el coñac y terminó de servir lo que quedaba en ambas copas —ahora que soy desempleado tendré que decidir entre la comida de Zeus o la mía — volvió a reír —Todo saldrá bien ¿de acuerdo?

—De acuerdo

Mi jefe es un idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora