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¿Cómo no iba a ser su tipo? Si era tan obvio que podía descolocar a su asistente con tan solo acercarse.

¿Qué si lo había hecho a propósito? Por supuesto, sin embargo, no lo había planeado. Él únicamente se había estado dedicando a juntar todos los documentos que Atsumu necesitaba, ya era bastante tarde y lo sabía. Pero aún faltaban unas cuantas gavetas por revisar y se rehusaba a dejarlo para el día siguiente.

Fue en ese momento en el que escuchó a Zeus ladrar y sinceramente le dio igual si su perro decidía atacar a un puto metiche que ya no debía estar haciendo nada por ahí. Después de todo quien sea que haya entrado se lo había buscado.

Eso era lo que había pensado, pues resulta y acontecía que el intruso metiche no era más que su asistente y fue cuando le quito la carpeta que tuvo la brillante idea de cambiar la jugada. Si no podía espantarlo siendo la persona más hostil, berrinchuda y caprichosa del planeta, entonces sería todo lo contrario y lo alejaría de Daichi para que Iwaizumi tuviera el camino libre otra vez.

Total, que fue en esos minutos en los que se había percatado que Sugawara no era tan inmune a sus encantos como se lo había dicho a su abuelo.

Mentiroso

Siempre lo supo, pues aún guardaba las palabras del peligris en su memoria y el simple hecho de recordarlo le generaba gracia.

Oh, su dulce asistente no tenía idea de ese pequeño as que aún mantenía bajo la manga.

Se ofreció a llevarlo a su casa y no como parte de un plan elaborado y siniestro, sino por pura cortesía, porque sabía que ya era bastante tarde y andar por estas horas en la calle significaba un peligro.

Podría ser un gran hijo de puta, pero también era un caballero.

Ambos bajaron y Zeus iba bastante obediente a su lado. Ni siquiera parecía que unas horas atrás le había hecho la vida imposible a una persona.

Llegaron al auto y cuando Koushi quiso abrir la puerta trasera, el canino se le adelantó y se subio abarcando todo el asiento.

—¿Creía que iba a poder irse atrás?— cuestionó mientras soltaba una pequeña risa —Le ofrezco una disculpa, como ya sabrá Zeus es bastante grande y no puede irse en el asiento del copiloto, eso significaría un peligro para él y una multa de tránsito para mi — explicó como si no supiera que la intención de su asistente era evitarlo a toda costa.

Para su mala suerte, no le había funcionado.

Abrió la puerta del copiloto y lo invito a adentrarse. Sugawara dudo un poco, porque todos los recuerdos que tenía con respecto a ir en ese asiento eran sumamente confusos y borrosos, además que todos compartían un hecho en común; había estado sumamente ebrio.

Maldito alcohol.

Aún así, tuvo que tragarse todas esas inseguridades y subir ¿que podría salir mal? Es decir... ahora estaba sobrio y su jefe sólo lo iría a dejar a su casa, sin puntos medios, una única parada.

Oikawa cerró la puerta con cierta complacencia y se subio de igual forma para arrancar el carro. El silencio, de cierta forma, le resultaba incómodo al peligris, pero reconfortante para el castaño que no había tenido ni un sólo momento de descanso en todo el día.

—Así que ya se irá a su casa— inquirio el asistente para romper el hielo un poco.

—Eso parece...— afirmó con suavidad sin despegar la vista del camino —Mañana tendremos que hablar con Atsumu sobre lo del contrato—

—¿Tendremos?— repitió con cierta confusión al escuchar la pluralidad.

—Sí— dijo —Tendremos. Eso lo incluye a usted, joven Sugawara, es mi asistente ¿no?— lo miró de reojo —No creo que le esté pagando sólo para lucir bonito en mi oficina ¿cierto? — soltó una pequeña risa que provocó que el mencionado se sonrojara.

Había muy pocas veces en las que podía ver a su jefe fuera de su papel profesionista y debía admitir que le parecía adorable el contraste entre el serio hombre de negocios y lo risueño que tendia a ser fuera del trabajo.

—N...no— dijo avergonzado

—Entonces no hay que discutirlo más. Usted le explicará lo que encontró a primera hora de la mañana— dictaminó con seguridad sintiendo como el peso en sus hombros empezaba a disminuir.

Quizás se estaba ganando un problema más y aquello sería la declaración de guerra oficial entre Jackals y Seijoh. Pero no importaba si no perdían a su cliente más importante.

—¿Significa que vendrá hasta pasado el medio día, verdad?— Oikawa soltó una carcajada y negó con la cabeza

—Saca conclusiones muy apresuradas, es un defecto— se encogió de hombros

—¿Apresuradas?— repitió —A usted le gusta perder el tiempo sólo para fastidiarme la existencia—

—¿Que le hace pensar que "pierdo el tiempo" por usted?— Alzó ambas cejas de manera sugestiva —¿Tan importante cree que es para mí?—

Buena jugada... Lo estaba poniendo en evidencia o por lo menos eso es lo que buscaba.

—Es un idiota— bufó con la confianza de saber que fuera de su horario laboral podría decir lo que pensaba de manera abierta.

—Me lo dice muy a menudo. Gracias— volvió a reír y Koushi sintió una opresión en el pecho que no supo explicar muy bien la razón de su origen.

No...

Mi jefe es un idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora