Klaus ingresó a la enorme casa de campo de Fritz Sakorsky a las afueras de Bratislava. Había sido un gran hallazgo dar con el ruso. Siempre trabajaba encubierto. Tenía en su haber más muertes que Klaus y Dominic juntos. Como miembro de las fuerzas especiales rusas había sido implacable. Entonces comenzaron a llegar suculentas propuestas para llevar adelante su gran pasión: matar.
Klaus y Fritz se habían conocido en Londres, en una operación en conjunto a pedido de un cliente. Klaus era el mejor en su territorio y Fritz necesitaba de sus contactos en Gran Bretaña. Toda la vida había sido un soldado, un títere del gobierno, viviendo de un mísero sueldo, que para nada compensaba el riesgo de vida.
Ahora tomaba todo lo que deseaba y encima le pagaban fortunas. Y cuando se refería a todo, incluía a personas.
Triste había sido el destino de Gemma Joyce cuando se cruzó en el camino de esa bestia.
Sus ojos desbordaban ternura. Su cabello largo y negro como la noche, ese mismo que el imbécil de Rizzo había hecho que tiñera. Fritz deseaba a esa chica. Deseaba cada porción de su adorable cuerpo. Por culpa de Klaus, tuvo que dejarla en ese antro mugroso en donde un ángel como ella debía soportar moverse al son de la billetera de unos bastardos hijos de puta.
Fue un arrebato incontrolable.
Rompiendo el acuerdo con su socio y también con Rizzo, Fritz apareció en Lust y decidió llevarse a la chica. Gemma aceptó ir con él, dulce y sumisa, el sueño de cualquier bestia ávida de subyugación.
Dos hombres acompañaron a Klaus al interior de la sala en donde el ruso estaba con la chica, quien se mantenía sentada frente a un piano de cola y tocaba una melodía agradable. Las manos le temblaban. Le costaba tocar al piano o incluso respirar frente a ese bastardo sin corazón. Sin embargo, se mantuvo firme. Sabía que su hermano Cameron lucharía por llegar a ella. No la abandonaría. Sí, ese mismo hermano al que ella también había sumido en el olvido por tanto tiempo.
—¡Idiota! ¡Imbécil!
Las fuertes pisadas en el piso de madera sumado a los gritos provocaron que la mujer quedara estática. Fritz, que estaba deleitándose con la música y con la bella figura mientras reposaba en un enorme sofá color chocolate, apenas hizo un gesto frente a los gritos de cólera de Klaus.
—¿Qué te ocurre ahora? —indagó molesto, sin mirarlo.
—¿Qué me ocurre? —Dio una risa histérica—. ¿Qué mierda hace esa mocosa aquí? ¡¿Sabes en el problema en el que estamos?! ¡El plan se fue a la mierda!
—Callum, no me responsabilices a mí de ello.
Klaus se acercó y se puso frente al tipo, que no tenía planeado levantarse.
—Mi plan era brillante —aclaró—. Íbamos a llevar a Dominic a Inglaterra. Me uniría a mi hermano, a la esposa de Ian, y lo destrozaríamos. Toda la fortuna quedaría en nuestras manos. ¿Ahora? ¡Nada! Ellos vendrán y armarán una guerra en terreno desconocido.
—Desconocido para ti —se burló el ruso—. Estas son mis tierras. Europa del Este es mi dominio. Me desharé de Callum y de todos sus colaboradores. No será una guerra, sino una masacre.
Klaus tragó saliva. Estaba tan seguro del destino de sus primos. De un momento a otro, Fritz comenzó a reír.
—¡Ya! ¡Cambia esa cara!
—¿Tienes idea a lo que te vas a enfrentar?
—Sí. Un imbécil con dinero que ha tenido suerte con un par de trabajos, ¡gran cosa! —Fritz se levantó del sofá, yendo encima del inglés—. Las cámaras de la carretera detectaron un Maserati y un Mercedes ingresando a toda velocidad a Eslovaquia.
—¿Son ellos?
Fritz le dio una sonrisa maliciosa.
—Esperan la reunión con mi cliente esta noche. Lamento tener que anticiparme.
—¿Qué vas a hacer?
—Mis hombres van camino al hotel donde se han detenido. Será bastante sencillo.
—Te repito, los estás subestimando.
—No, ellos lo han hecho. —Fritz observó el reloj de su muñeca y sonrió—. Mi tiempo aquí se agota. Me marcho a Siberia con mi amada en un par de horas.
Gemma estaba horrorizada. Continuaba sentada frente al piano, pero esta vez sin tocar.
—¿Qué hay de mi plan? ¡De mi venganza, carajo! —gritó, y le golpeó el hombro al ruso, quien lo fulminó con la mirada.
—Vuelve a tocarme, niño rico, y sabrás lo que hace un verdadero asesino.
—¡Estás atado a un trato! —exclamó—. Te he pagado por ello.
Fue cuando intentó golpearlo una vez más. Fritz le sujetó el brazo y se lo dobló hacia atrás, en dirección a la espalda, para luego, con su pierna derecha, cruzar las de Klaus y arrojarlo al suelo, inmovilizándolo.
—No te atrevas a llamarme mentiroso y mucho menos traidor, inglés. Si yo te digo que tendrás la cabeza de tu primo, la tendrás. Punto.
—¿Sí? ¿Y cómo lo harás? Has mandado a un montón de idiotas para que los maten.
—¿No te das cuenta de que tengo todo planeado? —cuestionó ofendido—. ¿Tan estúpido piensas que soy?
Klaus intentó observarlo, pero Fritz le dobló también el otro brazo y se incorporó sobre él para apoyarle la rodilla sobre la parte superior de la espalda. El inglés soltó un quejido de dolor.
—¡Suéltame!
—¿O qué? —se rio Fritz—. ¿Tienes miedo a la asfixia?
Klaus estaba trastornado, pero lo del ruso era cosa seria, un nuevo nivel de insanidad mental. El tipo presionó su rodilla. Klaus sintió que su caja toráxica no podía expandirse.
—No tienes idea del subidón de adrenalina que da ver morir a la víctima dando boqueadas como pez fuera del agua. —Callum apenas escuchaba; el aire lo abandonaba—. Voy a matar a Dominic Callum. Miraré sus ojos para que sepa que fui yo. El último recuerdo de este mundo. Dime, amigo, ¿no es poético?
Klaus sintió que estaba a punto de desvanecerse, cuando el pese cedió de pronto. Sus brazos cayeron a un costado y al fin pudo respirar. Tosió ahogado, recuperando oxígeno, y se sentó en el piso.
—Prepara las maletas, amigo. Nos vamos a Yakutsk.
—¿Cómo sabes que ellos nos seguirán?
—Mis hombres plantearán el desafío —aclaró confiado—. Tranquilo, un león acude a las batallas incluso cuando no tiene chances de ganarlas.
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DOMINIC - T.C Libro1 (Romance gay +18)
RomanceLa vida de Dominic Callum tiene sentido después de mucho tiempo. Un trabajo tranquilo como abogado de una importante compañía lejos del Londres que lo vio nacer, amigos grandiosos y su esposo, Cameron, el hombre que ha amado desde siempre, por el cu...