La vida de Dominic Callum tiene sentido después de mucho tiempo. Un trabajo tranquilo como abogado de una importante compañía lejos del Londres que lo vio nacer, amigos grandiosos y su esposo, Cameron, el hombre que ha amado desde siempre, por el cu...
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No podía hacer un drama como frecuentemente hacía. Dominic esta vez no lo escucharía y a este par de insoportables poco les importaba lo que le sucediera.
Cameron se sentó una vez más al lado de la ventana. Esperaba que el ruido del potente motor llenara de nuevo sus oídos. Pensó en cuántos hombres podrían estar buscándolo en ese instante. Dominic era fuerte, pero si los enemigos eran varios le quedaba poco qué hacer.
Nyx hablaba con Jared, y este le coqueteaba. Carajo, ¿no se daban cuenta de que eran patéticos? Cameron frenó un segundo. Su cabeza se obstinaba en remarcar todos los defectos de ese par que le habían ayudado en el peor momento de su vida. Gracias a esos dos él estaba más cerca de encontrar a su hermana.
Se lo dijo una y otra vez.
No había razón para que le molestaran. Jared era un buen tipo y Nyx...
«Una maldita zorra roba maridos».
Cameron calmó su ataque de celos y la catarata de insultos mentales que le propinaba a la mujer. ¿De qué marido hablaba? Dominic ya no le pertenecía. Era libre para hacer lo que quisiera, y eso dolía como el infierno.
«No quiero perderlo», se dijo a sí mismo.
Buscó los anillos en su pecho y jugó con ellos. Debía buscar una forma de acercarse a Dominic, pero ¿de qué modo? Al parecer, todo lo que hacía le molestaba.
—¿Llevas los dos anillos? —indagó la mujer, que tenía el brazo derecho inmovilizado.
—Sí. No puedo dejarlos —confesó con dolor, y ella le brindó una sonrisa.
—Mira —levantó la mano izquierda, y Cameron observó que llevaba ambas alianzas—. Fue lo único que recuperé de mi esposo. Siempre me acompañan.
—Estuviste casada.
—Sí, lo estuve. Fui muy feliz junto a él...
—Yo también fui muy feliz con Dominic.
—¿Y quién no? —indagó Nyx—. Sería inconcebible no serlo con un hombre como él.
Una nueva punzada de celos golpeó el estómago de Cameron. Dios, ¿por qué carajo tenía que tolerar que su marido...?
—¿Tienes algo con él? —preguntó sin fisuras.
Ella y Jared se miraron y rieron.
—Te hice una pregunta —replicó al ver que la charla les parecía divertida.
—No, no tengo nada con él.
—¿Te gusta?
Nyx se enfocó en Cameron y le dio una sonrisa ladeada.
—Sigue comportándote como un berrinchudo y lo vas a terminar de perder.
Las mejillas de Cameron se tornaron rojizas. Dios, tenía tanta razón, pero los celos eran incontrolables. Siempre lo habían sido cuando se trataba de Dominic.
El ruido del motor se escuchó nítido.
Cameron se puso de pie y miró a través del enorme ventanal al deportivo estacionarse.
—Prepárate. Nos vamos a Bratislava —dijo Jared mientras ayudaba a Nyx a ponerse una camiseta y una chaqueta de lana.
—¿No deberías quedarte? —indagó Cameron a la mujer.
—No voy a abandonar a Dominic ahora, no cuando más me necesita. Después de todo, si no somos capaces de estar en los peores momentos, ¿merecemos a la persona?
—Yo le fallé cuando más me necesitaba —confesó—. ¿Piensas que merezco otra oportunidad?
—Yo no te la daría —contestó la mujer sin dudar—. Sin embargo, yo no soy Dominic y no estoy enamorada de ti.
—Ya no me ama.
Jared contuvo la risa, del mismo modo que la mujer.
—Claro, por eso va a la otra parte del mundo a buscar a tu hermana.
—Es una obligación moral para él.
—No, cariño —respondió confiada—. Es Dominic Callum, no hace nada que no le nazca del corazón, y, en tu caso, todo tiene que ver con el corazón.
Cameron tragó saliva, sin saber qué decir.
¿Todavía había una oportunidad con ese hombre? ¿Todavía lo amaba tanto como él?
Dominic golpeó la puerta de la habitación, por lo que Cameron corrió a abrirle.
—Regresaste —pronunció aliviado, y Dom le sonrió.
Fue una sonrisa honesta, como las de antes, como las que siempre le daba cuando la vida era mucho más feliz que ahora.
—Por supuesto —declaró seguro—. No creas que vas a librarte de mí tan fácil.
—Nunca querría una cosa así. —Hizo una mueca de tristeza.
—Me alegra escucharlo. —Dominic controlaba su corazón y sus manos.
Era todo un tormento porque Cameron lo deseaba, anhelaba su tacto, y el inglés era tan débil y vulnerable cuando se trataba de su exmarido idiota. ¡Por eso estaban embarcados en una nueva aventura! Nunca podía decir no cuando se trataba de Cameron Joyce. Teniendo en cuenta eso, mantener la distancia había resultado una misión imposible. Dominic era adicto a Cameron. Él era su droga personal, de esa que necesitas mañana, tarde y noche. Sin embargo, las cosas ya estaban hechas. La vida los había puesto en caminos separados por las decisiones que ambos habían tomado.
Gemma sería el último lazo que uniría a ambos hombres.