1. Expulsada.

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Si no supiese que la vena de la frente está a punto de estallarle, haría uno de mis sarcásticos comentarios, pero mirando como frunce el ceño y las comisuras de sus ojos se arrugan, será mejor que guarde todo mi repertorio, antes de empeorar la situación si es que podía empeorarla.

Mamá había venido por mí al colegio, cosa bastante extraña y realmente lo fuese, si no me hubiese metido en problemas una vez más, como cosa rara.

El auto se había sumergido en un completo silencio, iba a muy alta velocidad por las transitadas calles de Connecticut a New York y su tránsito de mierda. Iba en la parte trasera, porque ni loca cometía la estupidez de sentarme adelante donde las olas de la ira de mamá me llegaban, incluso donde estaba, no estaba a salvo de su ira.

¿Y cuando lo estabas?

El auto estaba impregnado de su perfume dulzón, una burla para el carácter de mierda de la gran diseñadora Madeline Callahan y esta vez sabía estaba en graves problemas. Ni el mismísimo yisuscrist me sacaría de ésta. Porque el solo hecho de que hubiese venido personalmente por mí, ya era mala señal.

Expulsada.

La palabra seguía resonando en mi cabeza, una vez más y ni los sobornos de mi madre revirtieron ese hecho.

Y no iba a mentirles, temía el castigo. Temía lo que Madeline pudiese hacer.

Los arboles comenzaron a asomarse y Dios sabía que estaba aterrada o tanto como se podía estarlo.

Pero venga, no era la primera vez que ocurría.

El castigo no podía ser tan malo ¿Verdad? ¿VERDAD?

Tratándose de Madeline.

Y cuánta razón, tenía mi conciencia.

Seguro me enviaría a mi habitación, otra vez o al sótano. Me estremecí

Los árboles comenzaron a ser más visibles, señal de que estábamos llegando a casa o mejor dicho a mi funeral. Y no, no estaba exagerando, mire las grandes casas al pasar, el auto se estaciono y mi adorable madre bajo del este, sin dirigirme la palabra, dando un gran portazo.

Bien, íbamos bien.

Ni siquiera me dirigió una mirada, la puerta de su auto se resintió pues el golpe al ser cerrada no fue para nada moderado, baje del auto y camine directo a la guillotina y a paso lento, pero yo sabía que nada evitaría el castigo.

Pero si soy honesta, no me arrepentía... bueno, en realidad, si, pero bien que esa idiota se lo merecía, lo que no esperaba fue la denuncia. Camine hasta su despacho donde sabía me esperaba, de nada me servía escaquearme, pues sería peor. Abrí la puerta y me introduje en ella a paso silencioso, ella me miraba desde su escritorio, con ese gesto adusto, muy propio de ella y me estremecí. Tire la mochila a mis pies y tomé asiento, sin ser invitada, ella negó y me miré las manos.

Si, hasta yo pensaba que era un caso perdido.

Mira, que ya éramos tres entonces.

Revisó los cajones de su escritorio y me tendió unos papeles. Los tome y los revise, el alma se me cayó a los pies. No podía creer lo que mis ojos leían.

—No —dije— No lo haré —mi voz salió firme, mucho mejor de lo que esperaba, o como me sentía.

—No te estoy preguntando —dijo mi madre con esa voz tan fría que la caracterizaba.

Venga que ni cruella de vil era tan fría como ella e incluso maléfica mostraba un poco, aunque sea un poco de afecto por su hija.

Y si, vi Descendientes ¿Algún problema? Eso pensaba.

Amanecer En ColoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora