47. Era un experimento...

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Me ajustaba el vestido, cuando unos toques en mi puerta me interrumpieron.

—Adelante —grité y la puerta fue abierta. Un Keith con un ojo morado, me sonrió—. ¿Se puede saber que te paso? —pregunté, en mi sitio, pues las muletas estaban a una distancia considerable.

Él sonrió adorablemente.

Cameron entró tras él. Lo miró de soslayo, metió las manos en sus bolsillos y me miro, para luego soltar:

—Eso es para que no me mienta —los mire a ambos— y para que no intente aprovecharse de mi hermanita —dijo y los mire sin comprender.

—Que consté que la que se aprovechó de mí, fue ella —dijo y sentí mis mejillas enrojecer. Cameron gruñó y Keith dio un paso atrás.

—¿De qué hablan?

—Hablo, de que se, que este idiota paso la noche aquí —dijo y me rasque el codo.

Mire a Keith, este miro a otro lado, con una sonrisa en los labios.

—Si sigues sonriendo me cabreare aún más.

—No entiendo... —dije pues si Keith había estado cuidándome en la inconsciencia, Cameron debería haber sabido que él se había quedado en mi habitación.

Aunque conociendo a Cameron, hubiese hecho un escándalo. Mire a Keith y este se sonrojo.

—Puede que le haya creer, que me iba y que estabas durmiendo, me escabullese a mi habitación, por un cambio de ropa y volví aquí —quise reír ante, tanto descaro.

Pose una mano sobre mi boca para contener la carcajada. Cameron me miró mal.

—No le veo lo gracioso.

—Pero yo sí, venga Cam no te molestes, no pasó nada. Lo juro —dije y él me miró, su gesto duro cambió a uno más suave.

Era tan blandito.

Ni que lo digas.

Él asintió renuente.

—Te creo —Keith lo miró con gesto ofendido.

—¿A ella sí, pero a mí no? Eres tan injusto —se quejó y puse los ojos en blanco. Mire a Cameron

—Pero no debías golpearlo.

—Era un experimento...

—¿Un experimento? —preguntamos Keith y yo al unísono.

—Era para ver si con un ojo morado te seguía pareciendo atractivo —dijo y lo miré como si fuese estúpido— pero mírate con esa sonrisita de princesa enamorada —dijo y sentí mis mejillas enrojecer. Keith sonrió abiertamente y carraspeó.

—Ya ¿me dejan terminar de arreglarme? —pregunté y ellos asintieron, pero cuando quise levantarme por mis zapatos, Keith se me adelantó.

Los cogió y se arrodilló frente a mí, para colocármelos y lo hubiese hecho si Cam no lo hubiese tomado por el cuello de la camisa y lo hubiese apartado de mí.

—No te aproveches. El hecho que acepte que mi hermana te dio una oportunidad y se gustan, no te da derecho a hacerle ojitos mientras yo estoy presente. Así que ten un poco de respeto —dijo Cameron muy serio tomando el lugar de Keith y tuve que contener las ganas de reír.

Él me miró y me guiñó un ojo cómplice.

Keith lucía como un cachorrito lastimado. Se rasco la nuca y soltó:

—Eh... iré por mi mochila —dijo y salió de la habitación.

—Mira que te gustan los cobardes —dijo y ambos reímos.

Amanecer En ColoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora