Epílogo

76 7 4
                                    


Cinco años después.

—Puede besar a la novia —dijo el cura que oficiaba la misa.

Keith sonrió con picardía y se acercó posando un mano en mi cintura, dándome un beso, que me dejó deseando más, pero como era Charlie, lo golpee en el hombro y lo empuje, dado que estaba en medio de los novios.

Los demás rieron y él me miró ofendido.

Mi cuñado y mi hermana nos miraron divertidos, el cura carraspeo y ellos por fin se dieron el beso, mientras que los invitados rompieron en aplausos.

¿Qué creían? ¿Qué éramos Keith y yo?

Por un momento lo desee.

Es que tú estás loca.

No éramos Keith y yo, eran mi hermana y su prometido Petter, que por fin habían dado el sí, después de estar años comprometidos.

Y es que las circunstancias no ayudaron, porque cuando no surgía una cosa, surgía otra, que siempre ocupaba el tiempo de mi hermana y su prometido. La había acompañado a lo largo de este camino, que había sido tortuoso, desde el hecho, que después de tres largos meses, por fin le habían dado condena a mamá, y como era de esperar cadena perpetua.

No iba a decir que me cayó mal, pero tampoco bien. Si, lloré durante mucho rato por ello, pero más lo hacía, porque en ningún momento se arrepintió de nada y mi pobre hermana sufría.

Pero no todo era negro, después del revuelo, lo que les dio publicidad a mis diseños, esta fue la colección más solicitada de la temporada, lo que me permitió abrirme camino en el mundo de la moda y estaba más que orgullosa de ello y mi hermana, había levantado nuevamente las empresas, después de confirmar, que no tenían nada que ver con Madeline Callahan.

Mi hermana me buscó con la mirada y en lo que dio conmigo, se acercó y pude por fin felicitarla y no dude en abrazarla.

—Estoy tan feliz por ti, que no encuentro palabras para describirlo —dije y una lágrima resbaló por mi mejilla—. Te mereces todo lo bueno que ha estado pasando en tu vida, y me alegra ser parte de ello.

—Tú eres mi razón de ser pequeña Charlie, tú me has impulsado y me has acompañado en toda esta locura, no sabes cuánto te quiero. —Dijo y una lágrima resbaló por su mejilla y ella volvió a abrazarme.

—Pero ¿Por qué lloran, pequeñas? Si quien debe llorar es Petter —dijo Cameron llegando junto a nosotras, le di un golpe, el río y nos abrazó a ambas—. Estoy muy feliz por ti, Lyssa —dijo dándole un beso en la sien y luego a mí— pero nada de hacer bebés todavía, me basta con la bebé Ross —dijo y las mejillas de mi hermana se sonrojaron y yo reí.

Después de todo el desastre, como bien dicen, que después de la tormenta viene la calma, nos convertimos en toda una familia disfuncional.

Y después de irme a la universidad, las reuniones eran toda una prueba, puesto que nos reuníamos todos y era un caos.

Cameron, Keith y yo habíamos ido a universidades distintas, fue un hecho con el que tuve que lidiar.

No iba a mentirles, tuvimos nuestros tropiezos.

Y aunque más de una vez quise caerme, Keith estuvo ahí para sostenerme. No había roto su promesa y más que fallos por su parte, eran míos. Para nadie era un secreto que era insegura y es que, diecisiete años de malas palabras y malos tratos no se irían tan fácilmente y si le sumamos mi falta de seguridad, por la diabetes, la miopía y otros problemas, era una pésima combinación y aunque había puesto todo de mí para recuperar mi confianza, había sido un trabajo duro, tardío y cansino.

Amanecer En ColoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora