26. Herencia Callahan.

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Habían pasado unos días desde que estábamos en Francia. Nos quedábamos en una villa muy bonita, que mi hermana había alquilado y había visitado casi todo, desde los restaurantes más bonitos, hasta parques y museos.

Había estado en contacto con los chicos y como dijo Grace, me seguía en todas mis redes. También había recibido uno que otro mensaje por parte de Keith, pero los había ignorado todos, no quería que perturbarse mi paz.

Estar lejos de él, aunque fuese por unos días, me había hecho replantearme ciertas cosas, pero quería esperar a que volviésemos al internado para hablarlo con él.

Si él no quería quererme, estaría bien con ello. Nadie podía obligar a nadie a quererte, pero lo que me dolía, era que si el realmente sentía algo por mi ¿Qué le impedía darlo todo, si realmente era mutuo? y el problema, era yo. Siempre había sido yo. Por ello no podía culparlo, pero tampoco podía dejar que volviera a herirme con sus palabras y acciones.

Miraba a través de las correderas, la luminosidad de la noche, las luces de la noche y las estrellas, mientras revisaba mi celular, cuando el celular de mi hermana sonó.

—Hola —escucho lo que dijeron del otro lado y frunció el ceño— ella es mi responsabilidad ahora. No regresara a Nueva York, a menos que yo lo decida así... —ella escucho lo que decían del otro lado y yo fruncí el ceño— puedes hacer lo que quieras mamá, pero recuerda, que soy yo, quien tiene su custodia. No sé qué es lo que pretendes, queriéndola devuelta en Nueva York ¿crees que no sé lo que le mandaste a hacer en la casa que estaba en Londres? —Ella asintió— si mamá, lo sé todo y no fue ella quien te acuso, fue el mismo idiota a quien enviaste. ¿Un susto? ¿Y qué pretendías con ello? ¿crees que soy estúpida?... no, asume las consecuencias tu. Ella no regresara, porque a mí no se me da la gana. ella está bien donde está y no vendrás a joderlo ¿lo captas?... se perfectamente con quien hablo... hablo con alguien sin escrúpulo, que es capaz de hacerle cosas viles a su hija menor, sin ningún fin... no me importa, Madeline, no me importa... ella se quedara y punto —mi hermana colgó la llamada y me miro.

—¿Qué no me cuentas Lyssa? —ella suspiro.

—No es nada de qué preocuparse, Charlie.

—Claro, pero ¿podrías decirme como es eso de mi custodia?

—Charlie...

—Lyssa, no puedes seguir manteniéndome al margen. Ya sabes cómo termina después.

—Tienes razón —ella tomo asiento a mi lado— hace dos años pedí tu custodia, no mentía cuando dije, que notaba actitudes de mamá hacía ti, y me la cedieron.

—¿Si tú tienes mi custodia, porque me dejaste con mamá?

—La universidad y las empresas no me daban tanto tiempo como debía. Te deje en casa, porque sabía que allí, había personas que estarían al pendiente de ti, de tus dietas, de que tomaras tu tratamiento, por eso fuiste este último año al colegio y por eso mamá dejo que fueras al internado —ella paso un brazo por mis hombros y ambas miramos al frente.

—Si igual ibas a dejarme en casa ¿por qué pedirla? —dije y sabía que sonaba a reproche, pero no podías decirme algo y no esperar que haga preguntas.

—No podía dejar que mamá, te dejara sin nada de lo que era tuyo —la mire por el rabillo del ojo.

—¿De qué hablas?

—Hablo de la herencia, que dejaron los abuelos Callahan, al ser todavía una niña, mamá se hacía cargo de ello. —asentí.

—Así, como tú te haces cargo del dinero, que me dejaron tus abuelos ¿eso que tiene que ver?

—Los abuelos Callahan, dejaron una inmensa fortuna que fue repartida, entre sus dos nietas —la mire.

—¿Qué?

Y nosotras pensando que éramos pobres.

Íbamos a vivir de la caridad de Lyssa.

—Sus únicas heredadas fuimos nosotras, mamá no heredo nada.

—¿Y por qué yo no sabía eso?

—Porque ella nunca lo menciono. Cuando cumplí la mayoría de edad, el abogado se puso en contacto conmigo, para hacer el traspaso, como tú aun eres menor, mamá se haría cargo y no me preocupe. Pero luego descubrí que había invertido parte del dinero y lo había perdido. Tu no eras consciente de ello, por eso exigí tu custodia —yo estaba confundida—. Ahora yo me hago cargo de todo.

—¿Y porque no me lo dijiste?

—Porque si te lo decía, podías sentirte en confianza y harías una estupidez —la mire.

—Oye, yo no hago estupideces.

—Tienes razón, eres muy sensata, pero eso no quita que, si te lo decía, tú lo exigieras y yo no podría decirte que no. tenía miedo que si te daba la libertad que tanto deseabas, huyeras.

Ah, eso explicaba el internado.

Era como los perritos, con una correa larga, pero correa al fin. Vaya comparación más fea, pero el punto era ese.

Ay ustedes entendieron.

—¿Por que saldría huyendo, si nunca salía de casa? ¿Como lo haría? no conocía nada.

—Por la misma razón por la que las aves, escapan de las jaulas de sus dueños —ella me miro—. Porque no soportan estar encerradas y si les das una oportunidad, huyen.

Genial, tu nos comparas con perros y Lyssa con aves ¿Qué sigue?

—yo no haría algo así. —me enfurruñe. Aunque sabía que ella probablemente tenía razón— me gustaría haber sabido ciertas cosas.

—Charlie, entiende algo, que a mí me ha costado entender. Yo tengo influencias, pero me muevo en un mundo ajeno a la moda. Tú querías ser diseñadora y mamá es la reina de la moda en Nueva york y fuera de sus fronteras...

—Temías que me cerrara las puertas. —concluí por ella.

—Por eso cuando me llamo a ayudarla con la nueva colección acepté, pensé que podía hacerme con algunos contactos y así ayudarte. Nunca llegue a imaginar, que mamá fuera capaz de caer tan bajo como plagiar tus diseños, porque el dinero era una cosa, después de todo es lo que corrompe al mundo, pero plagiar tus diseños, fue algo que no espere.

—¿Por qué lo hizo, Lyssa?

—Son preguntas, que ni yo tengo respuestas. Lo siento, Charlie.

Ambas nos quedamos en silencio mirando a la lejanía.

Ya que no somos pobres ¿podemos ir a disneylandia?

¿Disneylandia?

Si, ya sabes, no hemos ido y eso es algo que debe hacer todo niño americano.

Puse los ojos en blanco ante la absurdez de aquella conversación con...

Ay dios mío, ya me estaba volviendo loca. Díganme por favor que no era la única persona que hablaba con su conciencia.

Con esa absurdez de pensamientos me acurruque aun más en el sofá.

Amanecer En ColoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora