42. Bryce.

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—Cameron te dije que puedo sola —me queje.

—Intento que sea más fácil para ti.

—Cameron, casi haces que me coloquen otra férula. —Él sonrió apenado.

Cameron me había cargado para ayudarme a subir al auto, pero el muy tonto, quiso hacerlo todo a la vez y casi me caigo y después de reñirlo. Él solo rio y termino de subirme al auto.

Aún tenía la férula de la rodilla.

Estaba tardando un poco más, debido a mi enfermedad, pero el doctor había asegurado que dentro de una semana más, estaría perfecto

—Sigo, sin entender por qué quieres ir a clases

—Nos falta poco para graduarnos y quiero estar al día y además no entiendo porque no vas tú, la lesionada soy yo y sería de ayuda.

—Tu dolor, es mi dolor.

—Eres un imbécil...

—Y tu un dolor de cabeza —le quite las muletas de las manos y lo golpee con ella.

—Joder, eso dolió... —sonreí de forma inocente—. Además, tus notas son excelentes.

—No te justifiques. Me usas para escaquearte de clases y sí, soy buena estudiante, pero eso no borra los dos reportes policiales con mi nombre... —me miro y me encogí de hombros.

—Sigo sin comprender como un cuerpecito tan pequeño puede golpear tan fuerte.

—Con practica...

—La próxima vez que vea a Gabe, lo golpeare yo a él —dijo y yo reí.

Quiero ver eso.

Yo también.

Oh vaya, estamos de acuerdo.

Había hablado durante dos horas el día anterior, con Gabe. Me había enviado más fotos de la bebe Ross y yo moría de amor por ella. Me moría por conocerla y apretarle las mejillas, pero como dije, no podía seguir escaqueándome del colegio.

Él refunfuño y subió al auto.

Había decidido que no quería seguir encerrada en casa, por lo que quería regresar al colegio y en la mañana en lo que sonó mi alarma. Me aseé, con esfuerzo y me vestí para después ir a despertar a Cameron, por ello estaba tan gruñón.

Me había colocado un vestido azul con falda campana y ajustado arriba y sobre este una camisa de mezclilla, junto a unas sandalias. Gracias a la férula, ahora hacía uso de un conglomerado de vestidos que me regalaba mi hermana.

Apenas llagamos al colegio, todo fue un desastre, comenzando con el hecho que habíamos tenido que estacionarnos más lejos, debido a que era un poco tarde y el estacionamiento estaba atestado, y no sabía que celebraban puesto que todos los estudiantes estaban fuera de sus aulas, por lo que cuando estacionamos fuimos el centro de atracción.

Por el simple hecho de que mi ahora hermano tenía toda la pinta de modelo surfista, este llevaba un gorro de lana conteniendo su cabello desordenado y rubio, llevaba unos vaqueros negros y una franela del mismo color, que hacía relucir su piel y apenas puso un pie fuera del auto se colocó unas gafas que le quedaban fenomenales.

Se veía bien y él lo sabía.

—Eres un idiota —dije cuando se acercó a ayudarme. Me tendió las muletas y juntos caminamos a la entrada del colegio.

En el camino no faltaron los susurros y los señalamientos. Puse los ojos en blanco.

Y como si la vida me odiara, que alguien note el sarcasmo, para llegar a la entrada del colegio debía subir escaleras. Los subí de uno a uno y sin rechistar.

Amanecer En ColoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora